Dirección: Claude Chabrol
Duración: 108 minutos
País: Francia
Reparto: Isabelle Huppert, François Cluzet, Marie Trintignant, Nils Tavernier, Lolita Chammah, Aurore Gauvin, Guillaume Foutrier, Nicolas Foutrier, Marie Bunel, Dominique Blanc, Evelyne Didi, Dani, François Maistre, Vincent Gauthier, Myriam David, Pierre-François Dumeniaud, Bernard Houdeville, Claire Conty, entre otros.
" Una ama de casa en la Francia ocupada por los nazis lucha para llegar a fin de mes, cuando su esposo regresa a casa después de ser herido en la guerra."
La que algunos suelen considerar la obra maestra de Claude Chabrol (no es mi caso, debo confesar), descarnada y sin hacer uso de sentimentalismos, sobre aquella última mujer que fuera ejecutada en Francia (fue condenada a la guillotina por practicar abortos en la Francia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial), nos obliga a ver una faceta de la guerra que no suele representarse en la gran pantalla.
En esta dura historia se nos plantean varias interrogantes desde el comienzo: ¿Qué puede hacer una mujer con dos hijos pequeños a su cuidado, cuando su país está ocupado por las fuerzas brutas del enemigo? ¿Cómo va a encontrar lo suficiente para comer, para ser capaz de adquirir las cada vez más escasas y al mismo tiempo costosas necesidades de la vida? ¿Cómo va a ser capaz de hallar la alegría de vivir? En esos aciagos tiempos las mujeres solían recurrir a la prostitución, pero la protagonista Marie Latour decide no hacerlo. En su lugar, determina utilizar su tiempo para dedicarse a provocar abortos en las prostitutas del lugar y de otras mujeres embarazadas (a menudo por los propios nazis) que se le acercan en situaciones de franca desesperación. En cierto sentido, esta forma de proceder es su muy personal Resistencia ante la coyuntura tan particular que genera la guerra. Sin embargo, prospera con su actividad de naturaleza ilegal y empieza una relación de tipo sexual con un colaborador nazi. Justo estando en ese proceso reduce a su correspondiente marido a la frustración y la humillación.
Isabelle Huppert, en el papel de la citada Marie Latour, resulta hipnotizante en un personaje que da rienda suelta a su talento. Se presenta con un talante de lucidez y astucia como mujer de negocios, cálida y ordinaria como madre, fría y brutal como esposa, infantil y descuidada como señora infiel, ingeniosa e intrépida como abortista, e incorregible cuando espera al verdugo (por cierto, presagiado por su pequeño hijo, quien le menciona que desea ser verdugo cuando crezca).
François Cluzet (a quien recuerdo por aquella cinta de 2011 como coprotagonista de Omar Sy Intouchables) interpreta a su marido Paul, y también realiza una labor adecuada, sobre todo si se trata de despertar la compasión del publico. Es decir, Chabrol deja claro que tanto Marie como Paul son víctimas, no sólo de la guerra, sino de sus respectivas naturalezas divergentes entre sí. Por una parte, Paul quiere el amor de Marie, pero ella solo anhela a un hombre que represente el éxito y el poder, un hombre bien afeitado, no el trabajador servil que tiene por marido. La tristemente fallecida Marie Trintignant personifica una interesante y convincente actuación como prostituta que se convierte en amiga y socia de Doña Marie.
Pero veamos, aunque el aborto es en efecto como lo señala el título de la obra un asunto de mujeres, esta película trata de mucho más que eso. Sin duda, el título está ahí para enfatizar el punto de Chabrol de que los hombres realmente no entendemos (no lo hacían entonces, y no lo hacemos ahora) el aborto y por qué a veces es una necesidad horrible y abyecta.
Cuando Marie es llevada a París para un juicio que es más un espectáculo, exclama a una mujer que está con ella en la cárcel, refiriéndose al tribunal que la juzgará: Son todos hombres, ¿Cómo podrían entender los hombres? Más adelante vemos en efecto que los hombres realmente no pueden entenderlo, y eso es precisamente de lo que trata este filme: mostrarnos lo horrible que podía ser el embarazo de una mujer en las terribles circunstancias de la ocupación enemiga. Hasta donde recuerdo, hemos visto situaciones parecidas en la reciente ocupación de Ucrania a manos de Rusia.
En contraste, una trama secundaria de la cinta, no del todo una subtrama, es la historia de Paul. De ahí surgen una gran incógnita: ¿Qué hace un hombre cuando él y sus hijos dependen de una mujer que no lo quiere, una mujer que lo rechaza e incluso llega a organizar un acto tan humillante que involucra a la mujer de la limpieza para que se acueste con él?
En algún sentido, no es sólo Marie quien lo humilla, sino que es la derrota de su pais, la fácil rendición frente a los nazis lo que lo ha reducido tanto como persona. Esto queda mucho más claro en una escena final de la película, cuando se da un dialogo entre dos abogados que expresan su vergüenza como franceses en tiempos de derrota.
Al final, la resolución que toma el esposo ante la terrible circunstancia que está viviendo produce el oscuro destino de su mujer, pero es tan grande la provocación que se comprende su comportamiento y se le puede exonerar de toda culpa (si es que esto fuese posible).
Por tanto, esta obra es una película atractiva en varios sentidos: como estudio de personajes (Marie anhela ser cantante, se niega a acostarse con su marido, pero luego tiene un amante más joven, por supuesto ofrece sus servicios a chicas en apuros y finalmente renuncia a su fe mientras está en prisión), como mirada a la Francia de la guerra (aunque los nazis casi nunca aparecen en la película, las dificultades soportadas por los lugares obviamente tienen mucho que ver con la forma en que se ven obligados a comportarse), como visión de la vida en la cárcel, y como crítica del sistema de justicia (no hay duda de que hay culpabilidad, pero el castigo impuesto, para dar ejemplo y mantener la rectitud moral del país para contrarrestar así el deshonor que implicaba la ocupación, fue demasiado extremo.
Jamás sabremos si el aborto solo es un asunto de mujeres cuando al tomar esa complicada decisión se hace daño a todo aquel que se halle en el mismo camino. Por cierto, es bueno que no sea una obra tan popular porque de lo contrario ya se hubiese convertido en emblema de todos los colectivos actuales que dicen representar a las minorías, pero que no hacen otra cosa más que prodigar odio por doquier.
La conclusión es que no hemos cambiado y por lo visto no cambiaremos como sociedad.
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