Director: Luchino Visconti
Duración: 177 minutos
País: Italia/Francia
Elenco: Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, Katina Paxinou, Alessandra Panaro, Spiros Focás, Max Cartier, Corrado Pani, Rocco Vidolazzi, Claudia Mori, Adriana Asti, Enzo Fiermonte, Nino Castelnuovo, Rosario Borelli, Renato Terra, entre otros.
" Rosaria y sus cuatro hijos abandonan su tierra natal, Lucania, para emigrar a Milán en busca de trabajo y oportunidades que les permitan mejorar sus condiciones de vida. Allí encuentran a Vincenzo, el hermano mayor, que trabaja de albañil, pero que está relacionado con el mundo del boxeo."
Solo quien ha tenido hermanos, sabe lo pesados que pueden llegar a ser, lo complicado que puede hacerse convivir con ellos. Si eres el mayor tendras que tolerar en algún momento llantos y cacas, serás injustamente acusado de las peores maldades y sufrirás el castigo de la indiferencia y el arrinconamiento, deberás compartir e incluso perder lo que antes era tuyo, tuyo y sólo tuyo: padres, juguetes o casa dejarán de pertenecerte, el efímero imperio del que eras dueño se desmoronará ante ti.
Ahora, si eres el menor, pagarás los platos rotos del príncipe destronado, recibirás burlas, broncas y borracheras sin exagerar, serás el bufón y el esclavo, nada se te confiará y siempre te tomarán por irresponsable, nunca crecerás lo suficiente para que dejen de verte como enano quejumbroso, meón y maloliente. Y sin embargo, cuánto los extrañas cuando no están, que difícil es a veces vivir sin ellos cerca. Tanto o más que vivir con ellos. Así de extraño es el amor entre hermanos.
La sangre es la sangre. Por muchas lecturas políticas o sociológicas que quieran buscarle (que las hay, y no son pocas) y por mucho que se hurgue en su deuda con otros tantos autores (que sin duda existe), lo que explora por encima de todo esta película, lo que articula en definitiva su mensaje, es el amor fraternal, un vínculo que convertido en atadura y malinterpretado puede ser catastrófico y acercarse a las más dramáticas situaciones.
Durante largos minutos, Rocco es poco menos que invisible. Oculto en el centro de sus cuatro hermanos, apenas tiene protagonismo. Serán la falta de voluntad de Vincenzo y la debilidad moral y la necedad de Simone las que le obligarán a asumir una responsabilidad que no le corresponde y para la que no está preparado, precisamente porque su amor de hermano le impide ver que la bondad y la comprensión no sólo no son, muchas veces, la respuesta a las problemas, sino que muy a menudo suponen la peor de las soluciones posibles, como dejar que un insecto corroa y arruine un saco entero de lentejas por no haberlo separado cuando debía.
Es una obra directa e impactante. En ella, la vida es un combate de boxeo donde solo el más fuerte queda en pie. Y los hermanos se van hundiendo, cada uno en su propio combate. Simone se hunde por su propia fuerza bruta, Vincenzo por su propia mediocridad, Rocco se hunde en su propia bondad, Ciro, tratando de adaptarse, probablemente acabe hundiéndose en la monotonía gris de un futuro de fábricas, barrios obreros y fiestas. Y en ese hundimiento arrastran a la madre, la mamá italiana, fuerte heroica hasta el cansancio y aglutinadora de la familia.
Mientras que el personaje interpretado por una conmovedora Annie Girardot se debate (de forma muy humana) entre la virtud y la degradación, entre el amor y un desencantado cinismo, los dos hermanos que llevan el peso de la historia se alzarán progresivamente en sendas polaridades del bien y del mal.
Es una cinta preocupada por las relaciones sociales y la pobreza, pero filmada con un sentido de la precisión y del refinamiento estético, ya que la composición y ejecución de algunos planos es de una enorme minuciosidad, así como el uso de la luz y de la obscuridad. Todo esto genera que se pueda disfrutar de ella a varios niveles y que se aleje de la austeridad típica de esta clase de cine.
La banda sonora, de Nino Rota (sí, el del Padrino), aporta emotividad, dramatismo y pasajes de ambientación territorial o temporal. El tema de Rocco es dramático y el de Nadia es jazzístico y disonante. Música e imagen se funden en un conjunto que exalta los sentimientos y pone el acento en el sentido trágico.
Así la película es un fantástico compendio de las contradicciones de Visconti y refleja su conciencia social por un lado, pero también su exquisita formación cultural. No olvidemos que disfrutó de una vida acomodada como aristócrata.
Puede ser la nostalgia, pero cualquier aficionado a cine, a lo grande del cine, no tendrá más remedio que reconocer que manos sabias como las de Visconti no se dan mucho, ni en Italia ni fuera de ella. No ha transcurrido en vano medio siglo. Los buenos sentimientos (sobretodo en el personaje de Rocco) parece que ya no existen. El amor de hermanos, que es una de las realidades más hermosas de la vida, parece algo pasado de moda. La película es un documento para que, quienes no tienen muchos años, comprendan algo de cómo era la vida hace ya tanto tiempo. Los mismos vicios de siempre, pero sin cinismo; y con una serie de valores como la fraternidad o la generosidad que hacen siempre digno al hombre.
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