Director: Jean-Pierre Melville
Duración: 108 minutos
País: Francia/Italia
Reparto: Jean-Paul Belmondo, Serge Reggiani, Jean Desailly, René Lefèvre, Marcel Cuvelier, Philippe March, Fabienne Dali, Monique Hennessy, Carl Studer, Christian Lude, Jacques De Leon, Jacques Léonard, Paulette Breil, Philippe Nahon, Charles Bayard, entre otros.
" Maurice Fagel sale de la cárcel tras cumplir condena. Poco después asesina a Gilbert Varnove, un amigo suyo. El siguiente paso será preparar un atraco, pero para ello necesita una serie de herramientas que le proporcionará Silien, un individuo del que se sospecha que es un confidente policial. El robo sale mal, y Maurice, que sospecha que Silien lo ha traicionado, tendrá que ajustar cuentas con él."
Para algunos la primera gran obra maestra de Melville. Esta película contiene ya todas las marcas de su director que posteriormente repetiría en todas sus obras de cine negro y que le otorgarían una reputación que no ha dejado de crecer con el tiempo. No vinculado a la Nouvelle vague y anterior al surgimiento de esta, fue sin embargo muy apreciado por sus integrantes. Supongo que la razón de esta estima es que Melville es un autor en toda la amplitud del concepto y que se forjó en un estilo absolutamente propio; lo paradójico es que la admiración de Melville se posaba en los menospreciados directores a los que suelen denominar "artesanos", tales como Robert Wise o William Wyler.
Melville fue un cineasta obsesionado por la cultura norteamericana urbana, y en especial con aquella forma de vida que él mismo se había forjado a partir de una grandísima cantidad de películas, su intención no fue más que incorporarla a sus propios ejercicios cinematográficos. Porque le gustar crear un cine que no retrata a la Francia de su tiempo, sino al Manhattan que tiene instalado en su cabeza y lo llena de los mismos estereotipos que posee el héroe de cine negro. Aquí lo interpreta Belmondo, en otros Delon. En ambos casos el personaje suele contar con las mismas características: es trágico, tranquilo, callado, íntegro, cualidades que no son de un personaje sino que encarnan un prototipo.
Y es que todos los grandes directores tienen su personaje icónico que convierte a sus películas en reconocibles desde la primera escena en la que aparecen, y Melville no iba ser menos. Esos personajes secos, sucios, de moralidad realmente dudosa, pero que al final se mueven por el honor y la amistad.
Esos personajes, que habitualmente pueden parecer fríos, son una fuente de sensaciones y emociones en constante cambio durante toda la película, que se ocultan bajo una fachada de frialdad y cinismo, y bajo unas gabardinas que son únicas del cine del maestro francés, un vestuario que siempre cobró especial importancia en su cine.
A pesar de su exactitud y su orden, Melville también realiza un asombroso estudio sobre la violencia, siempre presente en nuestra sociedad, donde es más fácil disparar primero y preguntar después, sin razonar las cosas y seguir lentos y tediosos procesos judiciales.
Como si de un western de Leone se tratara, todos los personajes saben que tarde o temprano les llegará su hora en un mundo indigno donde nadie más que tú va a pensar en ti y donde nadie es lo que parece, incluso podría cambiar quien más cercano a está a ti. Hay que aceptar que a más de uno nos gustaría solucionar los problemas por nuestra propia mano. Una visión pesimista de la vida, pero no por ello menos real.
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