Dirigida por: James Algar, Samuel Armstrong, Ford Beebe Jr., Norman Ferguson, Jim Handley, T. Hee, Wilfred Jackson, Hamilton Luske, Bill Roberts, Paul Satterfield, Ben Sharpsteen, todos ellos no acreditados.
Duración: 125 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Leopold Stokowski, Deems Taylor, Corey Burton (voz), Walt Disney (voz) , Hugh Douglas (voz), James MacDonald (percusionista), Tim Matheson (voz), Julietta Novis (voz) y Paul J. Smith (violinista).
" Una colección de grandes obras de la música clásica occidental acompañadas por diversas interpretaciones animadas."
En un inicio, esta experiencia (no sé, si se le pueda llamar película) nos reclama que nos dejemos llevar por nuestros sentidos.
Emprende la tarea de que la música suene, y deja libre la imaginación para que nosotros podamos darle forma y sentimiento. El sentido de las imágenes esta ausente y es probable que no se necesite cuando la armonía de la música es perfecta.
Y siendo sincero, me parece que tampoco se necesita ser un gran entusiasta de la música clásica para disfrutarla, porque la selección musical es muy buena, de lo mejor del género; todas ellas son piezas conocidas por su calidad, belleza y emoción.
En este ejercicio, Disney se fusionó con los compositores clásicos y nos ofreció otra obra maestra de la animación en dos dimensiones. Pero como ya lo mencioné, no es una película de animación típica, ni nada parecido. La verdad es que no creo que haya que buscarle mucha razón de ser o explicación a esta obra audiovisual, es solo un cumulo de melodías y animaciones artísticas que buscan complementarse en armonía.
Este producto de la llamada (de manera muy cursi) fábrica de sueños no es una mezcla de pequeños relatos cortos de animación, solo son imágenes al servicio de la música. Toda la sucesión de imágenes tienen que expresar adecuadamente lo que cada nota y acorde musical pretende expresar. Sí, la música clásica es lo más importante de la obra, durante todo el metraje se trata de complementar y embellecer aun más (como si esto fuera posible) la selección musical y se consigue.
Y eso que, yo suelo exponer que la estética de la música y la que posee el cine están condenadas a ser incompatibles, y lo reafirma con cada nueva película que vuelve a usar temas eternos (no clásicos) para sacar de quicio al espectador, aunque sea arriesgándose a tomar un movimiento aislado de una obra determinada y mutilarlo hasta disponer de un par de minutos con los cuales alimentar el efectismo. A los responsables de ese cortar y pegar les importa poco el origen de esa música, las intenciones del compositor, el discurso musical que subyace a la misma, la repercusión histórica; lo unico que les preocupa es aplicar unos cuantos compases cumplidores para expresar lo que no consiguen mediante la imagen. Total, todo es música, suena y ellos la van a escuchar.
En ese sentido, la excepción más digna la representaria Stanley Kubrick, cuyos préstamos musicales casi siempre solían presumir de una justificación de fondo, como lo que hizo en 2001: A Space Odyssey.
Por eso no me gustan las producciones en las que se ignora la estética de las piezas musicales empleadas, en las que esta queda neutralizada y subordinada a algo que le es completamente ajeno. Es mejor una banda sonora compuesta específicamente para determinada cinta, o si se desea ser exigente, una pelicula en la que la imagen esté al servicio de la música y no al contrario.
En 1940, Walt Disney nos hizo ese regalo. Y no sorprende, porque se sabe que era un hombre atento a la vanguardia y a la experimentación, un sujeto que puso en marcha un proyecto ambicioso en el que cada dibujo y animación buscaba proyectar el sentido de aquellas melodías, ya fuera que se trataran de piezas descriptivas explicitas, menos explicitas, o de eso que algunos llaman música pura.
Semejante tipología resulta cuestionable, y lo de interpretar la Tocata y fuga en Re Menor de Bach con una orquesta y no con un órgano tal vez les hizo mucho ruido a los más ortodoxos. Sin embargo, nadie no creo equivocarme si asevero que nadie ha trasladado esta espléndida música al cine de manera tan respetuosa y creativa.
Walt Disney aspiró a destilar la forma más pura de arte, y nosotros le acompañamos en su viaje.
Jamás la (mal) llamada música clásica tuvo un papel tan destacado en una creación como lo ejerce en este caso. Una fiesta sorprendente llena de luz, color y música imperecedera, ilustran siete episodios animados de gran creatividad artística, de atrevidas innovaciones técnicas, con pasajes de una belleza efusiva que puede ser disfrutada desde el espectador infantil hasta el adulto.
Walt Disney se embarcó en el proyecto más apasionante, vanguardista y ambicioso llevado a cabo en el mundo de la animación. Un exquisito ejercicio de elaborado arte cinematográfico en el intento plausible de visualizar la música, por esa razón, se ha convertido en una película inalterable al tiempo.
Vamos, que estamos simplemente ante una obra maestra impecable, una pieza pletórica de sentimiento, expresividad, humor, terror, romanticismo y magia.
La Philadelphia Orchestra interpreta bajo la dirección de Leopold Stokowski los siguientes que ya son míticos:
- Tocata y fuga en D menor de J. S. Bach (quien es el padre legitimo del pentagrama. E
- Suite del Cascanueces de Tchaikovsky (nadie compuso como él para el ballet)
- El aprendiz de brujo de Paul Dukas (una de las partituras más divertidas)
- La consagración de la primavera de Igor Stravinsky (el reinventor de la música clásica)
- Sinfonía Pastoral de Beethoven (el sordo genial)
- La danza de las horas de Ponchielli (la ópera no podia faltar)
- Una noche en el monte pelado/Ave María de Mousorgsky y Schubert, respectivamente (la pasión rusa y la delicadeza austriaca.
- Y quedaron otros episodios fuera de la edición final con música de Debussy, Prokofiev y Rimsky-Korsakov que aparecieron sesenta años después en Fantasía 2000 que sin alcanzar los niveles de la primera, tampoco esta nada mal.
En esta obra, se agrupan episodios para todos los gustos, unos más cursis y tal vez algunos que incluso ya están desfasados, otros que acarician la perfección y quedan para el recuerdo y unos cuantos muy logrados y sorprendentes para la época; porque no hay que olvidar el año en el que fue realizada. Un año en el que nuestros padres ni siquiera habían nacido, y ahi estaba Walt Disney haciendo lo que antes nadie había hecho y nadie volvería a hacer hasta dentro de muchos años.
Aunque en su estreno, la obra prácticamente no tuvo repercusión alguna, tal vez por lo audaz de la propuesta, los sucesivos reestrenos y la perspectiva histórica han ido consolidando su calidad inmortal convirtiéndose en una obra de culto.
Ah...y no puedo entender cómo pueden existir personas que se aburran viendo esta película, y ademas se jacten de ello. En mi opinión, debería proyectarse en las escuelas como una especie de iniciación a la música clásica.
¿La razón? Es simple: no conozco un lenguaje universal más genuino que la música para transmitir sensaciones y emociones.
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