Dirección: Peter Yates
Duración: 101 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Dennis Christopher, Dennis Quaid, Daniel Stern, Jackie Earle Haley, Barbara Barrie, Paul Dooley, Robyn Douglass, Hart Bochner, Amy Wright, Peter Maloney, John Ashton, Lisa Shure, Jennifer K. Mickel, P.J. Soles, David K. Blase, William S. Armstrong, Howard S. Wilcox, J.F. Brière, entre otros.
Dave Stohler de 19 años, acaba de graduarse de la preparatoria con sus tres amigos, el cómico Cyril, el cariñoso pero malhumorado Moocher, y el atlético pero rencoroso aunque de buen corazón Mike. Ahora, a Dave le gusta correr en moto y espera competir algún día con los italianos, e incluso adopta la cultura italiana para enfado de sus amigos y de sus padres. Mientras tanto, los cuatro amigos intentan romper con su reputación de pueblerinos de Indiana y se pelean con los esnobs universitarios de los alrededores.
Los muchachos del verano como se le conoce en estos rumbos, comienza en un pequeño pueblo de Indiana con cuatro amigos y otras tantas personalidades con las que casi cualquiera podría identificarse.
En primer lugar Mike que es un ex atleta que descarga la amargura de sus sueños deportivos incumplidos en los estudiantes de clase alta de la universidad local. Luego viene Moocher que está obsesionado con su estatura, intenta reprimir su inseguridad mientras soporta motes despectivos todos los días. Por su parte Cyril, un alto y larguirucho ex jugador de baloncesto y aprendiz de guitarra, se preocupa por su futuro tanto como su propio padre se preocupó por él. Y en último lugar de manera sorprendente tenemos a Dave Stohler, el personaje central del relato quien es el más optimista del grupo.
La cinta es uno de esos milagros que sólo la era del denominado Nuevo Hollywood podía proporcionar, algo que te llega directamente al corazón sin que te des cuenta. Tiene el realismo autentico de su contemporánea y co-nominada a Mejor Pelicula Norma Rae, con un efecto más enternecedor: sonríes, te carcajeas y abrazas la amistad entre estos chicos que no saben qué hacer con su futuro después de salir de la prepa, y siguen reinventando el mundo cuando van a nadar a la cantera abandonada llena de agua. Y hay un toque en la dirección de Peter Yates que invita al espectador a aprovechar el presente con entusiasmo.
Y el entusiasmo lo encarna uno de los personajes más simpáticos y entrañables que he visto en mucho tiempo. Desde luego me refiero a Dave que es un joven que está tan obsesionado con el equipo ciclista italiano que lo traslada a su propia vida. Habla y canta en italiano y en inglés con acento italiano, lo que enfurece a su padre, que tiene que soportar todo el tiempo comida que termina con ini, en lugar de algo tan gringo como las papas fritas.
El retrato de los padres de Dave dista mucho del estereotipado distanciamiento que suele haber en esta clase de historias, la madre se preocupa demasiado mientras que el padre cree que un joven de 19 años que se afeita las piernas y escucha ópera debe tener algunos problemas serios en su existencia. Debo reconocer que desde el momento que aparece el padre, no dejaba de preguntarme cómo es que aquella interpretación había pasado inadvertida, es tan graciosa al mismo tiempo que compleja a distintos niveles.
La historia sigue avanzando, Moocher consigue un trabajo pero finalmente lo deja después de que lo vuelven a llamar enano, Mike sigue chocando y compitiendo con los universitarios ricos que lo llaman Cutter, una referencia a la clase trabajadora que construyó la Universidad y Cyril es la eterna víctima de su carácter servicial.
A mi parecer, el drama siempre funciona como una garantía engañosa. Muchas veces, uno espera que ocurra un accidente en la cantera donde se la pasan la mayor parte del tiempo, o durante alguna pelea, pero la ilusión de Dave por competir contra el famoso equipo italiano en un evento deportivo muy local, me hace bajar la guardia. De manera sorprendente, Dave no es el típico héroe desolado y desencantado con la vida, su actitud alegre sobresale por encima de las luchas de sus amigos, como a todos nos gustaría hacer con las nuestras, con las propias.
Y en una de las secuencias más emocionantes de la pelicula, sigue a todo aquel pelotón de ciclistas en una autopista con la música perfecta de fondo, la obertura de El barbero de Sevilla. Dave se gana nuestra simpatía como la ópera se apodera de nuestros sentimientos, es tan genuino que muchas situaciones que parecen meros clichés funcionan como dar una serenata a Katherine, la chica que le gusta, o cortejarla con acento italiano, creemos que Catherina (como el le llama con ese ridículo acento italiano) va a caer, porque casi es seguro que cualquiera caería.
Pero lo más importante es que mientras aquel pelotón avanza y Dave se acerca cada vez más a los arrogantes italianos, uno comienza a preguntarse si logrará vencerlos a todos ellos. Como si fuera cualquier cosa, algo realmente trascendente tiene que venir a continuación, tiene que haber un punto de quiebre en esta historia, pensé.
Y ese algo es el momento crucial que me hizo darme cuenta de que hay mucho más ingenio en este filme que en la característica pelicula de deportes, un elemento con el que podía identificarme, y que causó que el final fuera un asunto tan gratificante en un nivel emocional.
Veamos, Dave corre por fin con los italianos, se acerca a ellos con una facilidad insolente luego de dejar atrás al pelotón, incluso llega a hablar en su propia lengua con ellos, pero en algún punto se vuelve evidente que están irritados por la forma de actuar de este payaso de la localidad, y finalmente, el mismo equipo al que tanto admiraba le tira una bomba de neumáticos bajo la rueda y le provoca que caiga, y en ese momento, asistimos conmocionados al derrumbe de los sueños de Dave.
Entonces, aquella chispa presente en el carácter del muchacho desaparece con los carteles italianos, el joven comienza a hablar con normalidad, pide ayuda a su padre y se reencuentra con el, abraza el humor de sus amigos y se siente un perdedor con naturalidad como todos ellos, y al final le cuenta toda la verdad a la chica que le gusta.
Es decir, por dolorosa que fuese la caída, sentí una liberación al verle actuar con normalidad, ser capaz de volver a ser él mismo. Ese momento proporciona el necesario sabor de la desilusión y el descubrimiento del engaño en el mundo de los adultos como el obligado coming of age.
Más adelante cuando compite en la carrera Pequeño 500 contra los universitario, el sujeto tiene determinación, confianza en sí mismo y otros tres Cutters para que le ayuden en algunas de las 200 vueltas que tiene el circuito; el término despectivo Cutters deja de ser un insulto, es su identidad. De tal forma que la victoria final no nos sorprende porque la auténtica victoria es aquella sobre nuestros demonios, no es sólo ganar sino ganar siendo fiel a uno mismo. Ese es el tipo de cosas de las que están hechas las grandes historias, y lo que le valió toda clase de premios muy merecidos a esta obra.
Si, Dave es un ciclista superdotado, pero eso nos queda claro desde el principio. Pero las pequeñas carreras (y la vida) requieren que uno confíe no sólo en su fuerza interior, sino en el uso creativo de las fuerzas de los demás. Esto es una carrera en equipo. Lo que Dave aprende al enfrentarse a estos estudiantes universitarios que nunca lo voltearían a ver, es que el mayor obstáculo para su propio éxito era él mismo.
Los muchachos del verano (pésimo título por cierto) es un fértil lienzo visual de la existencia vivida fuera de los reflectores. Los personajes no son elegantes ni sofisticados, y sus objetivos vitales son sencillos y están al alcance de la mano. Luchan contra sí mismos y contra la percepción que tienen de si mismos.
Al final es la historia de unos chavos que han dejado que su propia imagen, la que tienen sobre sí mismos se degradara hasta el punto de que un mundo de fantasía y una vida de amargo resentimiento parecían su mejor opción. ¡Cómo no iba a identificarme con ellos!
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