Director: Jacques Tati
Duración: 114 minutos
País: Francia
Reparto: Jacques Tati, Louis Perrault, André Dubois, Lucien Frégis, René Lacourt, Raymond Carl, Nathalie Pascaud, Micheline Rolla, Valentine Camax, Suzy Willy, entre otros.
" El señor Hulot llega a un hotel junto a la playa para unas vacaciones, donde accidentalmente (pero con buenas intenciones, naturalmente) causa estragos."
Considerada por la crítica como una obra maestra y el mejor largometraje de uno de los directores más galardonado del cine francés, la película nos sitúa en un pequeño pueblo costero del Atlántico donde los turistas viven sus costumbres rutinarias propias de las vacaciones veraniegas hasta que un muy curioso personaje (el señor Hulot), hará estragos con su característica personalidad en la apacible villa
Siendo francos, esta obra de Jacques Tati, al igual que algunas otras de su filmografía será muy probablemente recordada con los años, pero no como un imborrable clásico del cine, sino como una cinta simpática que desprende una gran ternura. Es innegable el carisma del propio Tati al encarnar su personaje tan reconocido, como si de un Charles Chaplin francés se tratara, pero con un humor ciertamente más suavizado.
No hay espacio para el compromiso en la película de Tati, aquí no encontraremos ninguna crítica ni observación alguna a la sociedad, el director trata simplemente de hacernos llegar a los espectadores una comedia alegre y divertida, y que sea sobre todo apta para toda clase de público.
Ciertamente, serán los más pequeños los que valorarán mayoritariamente esta película, esto sin querer aseverar que los adultos no sabrán apreciarla, ni mucho menos, pero la inocencia de las criaturas hace pensar en que sea un producto únicamente alegre para sus ojos, como si fuera una anécdota.
El paso del tiempo ha dejado huella, aunque no precisamente en la cinta, sino en nosotros como espectadores. No somos tan ingenuos y tan fáciles de impresionar como lo era el público de 1953, y eso se nota. Por eso siempre hay que situarse históricamente al tropezarse en la vida con toda clase de obras artísticas y las cinematográficas no son la excepción.
El director francés se ayuda de numerosas situaciones cómicas para ganarse al espectador. Actualmente, cabe decir que algunos de sus chistes son todavía muy frescos, sin embargo impresiona más su ejecución que la forma de finalizarlos o el simple propósito del mismo. Es más fácil para un adulto quedarse impresionado por ciertas peripecias en sus momentos más divertidos que ponerse a reír a genuinas carcajadas.
Este último aspecto no creo que sea bueno ni malo, simplemente ocurre que su comedia ya no provoca la misma gracia que debe haber provocado hace más de cincuenta años, y es por eso que el público más inocente valorará más la obra del modo en cómo originalmente fue concebida.
Para el resto de los espectadores nos depara un rato muy agradable probablemente realizando una nueva versión de la misma o recordando las ocurrencias del señor Hulot, esas que sacaron de quicio a más de un turista que decidió pasar sus vacaciones en una tranquila playa francesa.
También habría que destacar de la película, al igual que otras obras del director, que el cineasta crea una comedia suave y muy ligera. Aquellos que estén buscando un humor similar al del mencionado Chaplin puede que salgan muy decepcionados. El estilo de Tati, se aleja totalmente del humor travieso, sagaz y hasta malicioso del genio inglés. Su comedia es dulce, quizás hasta trivial y por ello más disfrutable para todo tipo de público. Por ello es que no sea del gusto de todos, pero consiguen que la cinta, al igual que el resto de su filmografía sean obras eternamente entrañables, tiernas y conmovedoras.
Por lo que simplemente diré que Tati no es un humor para todos los paladares, que habrá quien lo adore e incluso hasta lo tenga en un pedestal (para rendirle culto) como un genio inconmensurable del humor visual, y otros que se aburrirán con esa sucesión de chistes que seguramente considerarán anticuados, obsoletos y hasta estancados.
Probablemente la cinta no sea más que una observación personal de lo más ridículo del comportamiento social; y tal vez llegue a funcionar porque las situaciones representadas aparecen como reconocibles para el espectador. Claro, a no ser que éste prefiera la montaña.
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