Director: Robert Altman
Duración: 120 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Warren Beatty, Julie Christie, Rene Auberjonois, William Devane, John Schuck, Corey Fischer, Bert Remsen, Shelley Duvall, Keith Carradine, Michael Murphy, Antony Holland, Hugh Millais, Manfred Schulz, Jace Van Der Veen, Jackie Crossland, entre otros.
" Un jugador y una prostituta se convierten en socios de un negocio en una remota y vieja ciudad minera del Oeste, con el tiempo su empresa prospera hasta que una importante corporación aparece en escena."
Robert Altman es uno de sus directores que acumula en su filmografía algunas de las mejores películas en la historia del cine, y desde luego ésta pieza es una de ellas. Basándose en la obra homonima de Edmund Naughton, realiza este fenomenal western, que parece tener una importancia superior a la que en realidad puede tener con cada nuevo visionado de la cinta. Interesante fenómeno.
Con una brillante fotografía de tonos lánguidamente brumosos por acción y efecto del flash de la cámara del maestro Vilmos Zsigmond, nos narra la historia transcurrida en Presbyterian Church, un pueblo en el margen noroeste de la costa americana en la frontera de Washington con Canadá, dedicado al difícil mundo de la mina, y todo al ritmo de la extraordinaria banda sonora edificada a base de composiciones del gran Leonard Cohen que confiere al conjunto un tono lírico-poético difícilmente olvidable.
John McCabe 'Gordo' llega al pueblo para erigirse como el defensor del pequeño empresario a comienzos del siglo XX, dentro del contexto del incipiente sistema capitalista, donde las grandes empresas comenzaban a atraer a las más pequeñas para destruirlas o comprarlas. Todo para seguir aumentando el tamaño del negocio y continuar con el monopolio.
Para ello, contará como su socia a la única mujer a la que ha amado en su vida, la áspera prostituta Constance Miller, quien hará a su vez las funciones de directora del burdel que juntos fundarán, el Beardpaw dentro del conglomerado mercantil de nombre Houses of Fortune, dedicado al mundo del juego y el ocio.
Pero como lo mencionaba antes, las grandes firmas intentarán disuadirles a través del chantaje y la extorsión a que vendan sus negocio con escasos beneficios y lo hagan a las grandes firmas tiranas implantas mucho tiempo antes de la llegada del señor McCabe y la señora Miller. Una clase de triunfo obtenido con más daño para el vencedor que el vencido.
Como única debilidad, debo señalar el irregular tono narrativo, lleno de baches rítmicos, al igual que la manera tan brusca como se presentan y describen la mayoría de los personajes. Es así que, por ejemplo, como espectadores nos enteramos de repente de la naturaleza de la fama de McCabe (quien en realidad es un perdedor), a pesar de su halo misterioso y que al principio puede pensarse que es todo lo contrario. Además esta perdidamente enamorado de la señora Miller: soy tan perdedor, que incluso la mujer a la que más he querido es una ramera.
En mitad de ello, y como leve chasquido de un eco retardado, aún viven en nuestra memoria las inolvidables primeras escenas entre nuestros protagonistas cuando deciden cenar juntos y Miller engulle unos huevos fritos con guisado de carne, mientras McCabe sorbe constantemente vasos de huevos frescos, colapsando su estómago e intestinos con pesadas flatulencias.
Pese a resultar ciertamente altiva, la película demuestra vocación de estilo y personalidad desde el mismo instante en que se hace complicado ubicarla genéricamente: la mayor parte de ella es una comedia, pero que no provoca siquiera sonreír debido al tono utilizado tan triste, nostálgico y frío; el estar ambientada en el Oeste le brinda ráfagas también de una obra del género atípica, sin que tampoco puede considerarse así. Yo me decanto porque estamos ante un drama o un melodrama intimista y pesimista surgido por la historia de amor sepultado de estos dos avispados vividores, para enriquecerse a costa de la prostitución.
El profundo ánimo emprendedor del cineasta norteamericano, seguramente, lo animan a revivir la anécdota de otra forma de emprender rumbos: la prostitución. Todos, a cada quien según sus gustos, vivimos de cómo nos toman los demás. Pero, más que cualquier otra cosa, la legalidad termina siendo triturada por la avaricia. De nada sirven las flamantes declaraciones de un abogado que está seguro que logrará evitar que los monopolios hagan lo que quieran todo el tiempo. Realmente esa fue la historia del viejo oeste. Hasta opio fumaban sin que a nadie le importara.
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