Director: Wolfgang Becker
Duración: 121 minutos
País: Alemania
Elenco: Daniel Brühl, Katrin Saß, Chulpan Khamatova, Maria Simon, Florian Lukas, Alexander Beyer, Burghart Klaußner, Michael Gwisdek, Christine Schorn, Jürgen Holtz, Jochen Stern, Stefan Walz, Eberhard Kirchberg, Hans-Uwe Bauer, Nico Ledermueller, entre otros.
" En 1990, para intentar proteger a su frágil madre de una terrible experiencia luego de despertar de un largo coma, un joven debe evitar que se entere de que su amada Nación de Alemania Oriental como ella la había conocido ha desaparecido."
La caída y posterior destrucción del Muro de Berlín ocurrida en 1989 fue un evento de importancia histórica, no solo para el pueblo de Alemania, sino también para una gran parte del resto del mundo. Además de reunir dos sistemas políticos muy diferentes, este incidente destacado marcó un punto de inflexión para que sucediera el levantamiento del capitalismo que se produjo en una gran cantidad del resto de estados socialistas en el planeta. Desde entonces, cineastas de todo el mundo han explorado las causas y los efectos de la llamada Reunificación alemana, e incluso hoy en día continúan aportando nuevas perspectivas y un nuevo panorama a un evento que ocurrió hace casi treinta años. En este caso, la creación de Wolfgang Becker está entre las más recordadas de aquellas obras, y probablemente también se encuentre entre las mejores de ellas.
De tal manera que, en lugar de tomar partido frente a una posición política en particular, el filme utiliza una sátira cuidadosamente controlada para burlarse de todos aquellos absurdos presentes en las sociedades tanto comunistas como capitalistas. Y a pesar de las críticas que se realizan a los partidarios del nombrado Gung-ho o de cualquier otro sistema existente, Becker tiene cuidado de no tomar partido o mostrar simpatía hacia cualquier institución política. En ese sentido, en lugar de concentrarse de manera exclusiva en los cambios gubernamentales que sufre la Alemania recién reunificada, el director de forma juiciosa opta por concentrarse en los efectos que estos cambios generan en una familia que habita en Berlín en particular. Al hacer esto, Becker puede exponer los desafíos que conlleva el adaptarse a un nuevo y desconocido estilo de vida, que sobreviene en un contexto que resulta mucho más personal y más sencillo de identificar para cualquier espectador.
En cuanto al humor presente en la película solo me queda certificar que es abundante, y el director aprovecha todas las oportunidades posibles para encajar en cualquier escena o secuencia un momento cómico. Incluso, durante las partes más sombrías de la historia, la cinta nunca deja de lado su astuto sentido del humor. Por lo cual, debido a que el humor es del tipo que incita a pensar y es ejecutado de manera inteligente, que nunca se suele sentir forzado o gratuito. En esa misma línea, el chiste aquel sobre la incesante búsqueda del protagonista por los frascos de pepinillos ahogados en salmuera de la marca Spreewald, y la escena en la que la madre queda perpleja al observar una pancarta gigante de Coca-Cola que cuelga de un edificio frente al suyo, mientras yace postrada en su cama rodeada de un grupo de pintorescos sujetos que le celebran su cumpleaños, son ejemplos brillantes del agudo ingenio, pero a la vez repleto de sensibilidad del que goza la película. Todas estas sutilezas, además de ser divertidas por sí mismas, funcionan doblemente de modo oportuno debido principalmente a los usos que emplea del simbolismo y la metáfora. En el caso de los pepinillos de Spreewald, en ese preciso instante imposibles de encontrar debido a la caída de la República Alemana, son elementos representativos de los buenos tiempos, aquellos cuando el protagonista estaba familiarizado con las formas de proceder de su país y de igual manera cuando su madre gozaba de buena salud. Es precisamente esa búsqueda casi frenética del refrigerio bañado en salmuera, la que muestra su deseo infranqueable de volver a la forma en que solían ser las cosas. Del mismo modo, el despliegue del estandarte de Coca-Cola me parece la perfecta encarnación de todas las transformaciones causadas por el capitalismo que ocurren dentro de la nueva Alemania. Es decir, una vez que se comienzan a advertir los logotipos tanto del refresco como de un reconocido lugar donde se venden hamburguesas acompañadas de papas fritas, se sabe que el capitalismo realmente se ha apoderado del lugar y que justo ahora no hay forma de escapar de su abrazo, para bien o para mal.
En realidad, el filme hace un gran uso de este tipo de imágenes para enfatizar la transformación del país y proporcionar información sobre las emociones de los personajes principales. Un ejemplo relevante de esto es la escena en la que la madre del protagonista, una firme defensora del socialismo, finalmente abandona el hogar en el que la mantienen cautiva y engañada, y que está ubicado en una Alemania Oriental muy diferente a la que ella recordaba. Finalmente llega a una avenida muy transitada en donde eleva su mirada hacia el cielo y observa un helicóptero que aparece desde la parte superior de un edificio y que sobrevuela acarreando una estatua de Lenin. Mientras el dichoso Lenin está siendo arrastrado a lo que parece ser su nuevo destino, su brazo extendido parece acercarse a ella, como si la estuviese llamando para que lo rescatara. Primero a él, luego a sus ideales y finalmente a su amado país.
Habría que decir también que las complejas mentiras del protagonista del relato y sus meticulosos intentos de preservar el pasado para beneplácito de su madre son bastante inocentes en un principio, pero al final comienzan a cobrar vida propia. Estos esfuerzos casi heroicos que realiza para mantener la atmósfera de una época pasada y con ello conseguir alimentando la felicidad de su madre son ciertamente divertidos, pero al mismo tiempo se vuelven muy trágicos. Aunque las falsificaciones funcionan de forma temporal para conservar a su madre ajena a los eventos que ocurren fuera de su departamento, de igual manera sumen al personaje y a su familia en un conjunto tan profundo de decepciones que eventualmente producen la pérdida de cercanía entre ellos. Es así que, el estrés provocado por mantener la fachada se vuelve insoportable para el joven, y en un momento dado, incluso llega a desear que sería mejor si su madre muriera.
Dicha construcción histórica es la forma en la que el hijo, a través de sus esfuerzos por explicar aquellos elementos cada vez más occidentalizados de la sociedad alemana que su madre recuerda, logra recrear una Alemania Oriental como el país en el que puede seguir teniendo fe. Al regenerar la historia para incorporar los acontecimientos actuales se suaviza la retórica severa del partido, reformando el ideal socialista más cercano a la compasión por las masas y la aceptación de los capitalistas enemigos. De tal forma que la película dispone de forma amplia de imágenes reales obtenidas de las noticias en su narrativa, imágenes que agregan un fuerte contraste a la versión del protagonista.
Este contraste es un sorprendente recordatorio de cuánto de la conciencia social se construye a través de las lentes que elegimos para observar la realidad y recordar la historia. En algún punto sabemos que el muchacho ya ha renunciado a su devoción socialista desde mucho tiempo atrás; pero a medida que va fabricando sus propios programas de noticias y artefactos para sostener la ilusión que le esta brindando a su madre, en realidad parece estar inventando un sistema propio de socialismo del que pueda sentirse orgulloso. Esto es casi como si al tratar de consolar a la madre, se estuviese conectando con ella al reinterpretar su mundo en un lugar en el que poder interactuar, construyendo para ambos un terreno en común.
¿Qué tanto de nuestra propia historia social está construida de esta manera? A mi parecer, todos los países eligen qué partes de su historia celebrar y qué partes condenar a la oscuridad académica.
En suma, en ocasiones todos somos como Alex el protagonista, tratando de reconstruir una nueva visión de la historia que nos produzca el sentirnos más orgullosos de dónde venimos como pueblo. Por esto, inventamos y reinventamos la historia para satisfacer nuestras necesidades y, como Alex, lo hacemos en nombre de brindar un entorno seguro (o una mejor forma de vida) para los demás.
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