Director: Gaspar Noé
Duración: 97 minutos
País: Francia
Elenco: Monica Bellucci, Vincent Cassel, Albert Dupontel, Jo Prestia, Philippe Nahon, Stéphane Drouot, Jean-Louis Costes, Michel Gondoin, Mourad Khima, Hellal, Nato, Fesche, Jara-Millo, Le Quellec, Isabelle Giami, y otros más.
" Una cinta que narra los eventos ocurridos en el transcurso de una traumática noche en Paríss que son presentados en un orden cronológico inverso, en los cuales la hermosa Alex es brutalmente violada y golpeada por un extraño en un túnel del metro."
En mi juicio, este filme es una mera reflexión sobre lo que implica un asunto que he decidido llamar como las posiciones antagónicas. Es decir, distintas posturas que no necesariamente tienen que chocar por sí mismas o debido a su propia naturaleza, sino que más bien dicha contradicción empeora con el estado de las cosas en la actualidad. Por un lado, tenemos al color blanco. Por el otro, al negro. En el lado blanco emergen la vida, el acto de procrear. En el opuesto, la muerte, la sodomía. Y luego, siguiendo la misma lógica en el lado positivo tenemos al amor. En el lado oscuro, al odio.
Y, como sucede en este relato, ambos extremos no se reconcilian en el medio: están unidos por un túnel rojo. Se suele asegurar que el rojo es el color de la pasión, no el que representa al amor (el rosa es aquel que está reservado para hacerlo). Por lo cual, se afirma que el rojo es un color de baja vibración, y no se recomienda que se mezcle con otros colores, debido a las innobles vibraciones que atrae, tan innobles como puede ser cualquier acto de violencia (más que uno de sexualidad brutal), como el que termina explotando en el túnel rojo de esta película.
Ahora bien, no resulta sorprendente que el cineasta Gaspar Noé haya mencionado en alguna oportunidad a la obra Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini como una de sus influencias para crear esta cinta que en su momentó estuvo tan rodeada de polémica. En el caso de Pasolini, cuando se arriesgó a defender a su película (una obra maestra que no se ha reconciliado con la moral burguesa, después de más de 40 años de haber sido realizada) resolvió hacerlo citando las palabras del Marqués de Sade que iban más o menos así: el acto de la sodomía niega la vida; es un guiño ridículo a la procreación.
En ese sentido, en lo que podría calificar como los puntos negros y rojos de esta producción de Noé, hay distintos actos de sodomía.
Dicho de otra manera, en tiempos de una incredulidad procaz, en la que muchos de los habitantes del planeta se ríen y hacen mofa del pensamiento abstracto y de algunos conceptos filosóficos, y se afirma que no hay nada más que se pueda hacer más que destruir como en uno de esos mangas japoneses, Noé concibió una cinta que, sin renunciar a las imágenes y a los efectos que en ese momento se hallaban en pleno auge, resolvió enfrentar al espectador con estas nociones. De alguna forma lo que nos expresa en su creación es conocido desde el año cero, pero me parece apropiado reevaluarlo hoy, con el análisis retrospectivo de los hechos que llevaron a la inenarrable muerte de las primeras escenas.
Pero veamos, habría que considerar que en el visionado de esta obra, estoy seguro que si se pueden soportar sus primeros treinta minutos, se puede conseguir hacer un viaje directo a los valores esenciales de la convivencia humana. Desde luego, habrá quien pueda soportarlo o no por diferentes razones. Es decir, muchos se encontrarán en la situación de no poder tolerar las fugaces imágenes de sexo masculino en una discoteca que la cinta nos ofrece, o la mencionada muerte indescriptible. Otros, como yo, nos sentiremos incómodos con el movimiento constante de la cámara (recurso que suele emplearse en los programas de televisión que pretender ser modernos). Sin embargo, más tarde se descubre que la estrategia visual del director es expresar esas emociones frenéticas que están motivando las desquiciadas acciones de los personajes. Así que, a medida que la singular narrativa de Noé va retrocediendo en el tiempo y nos cuenta la historia a la inversa, la cámara se vuelve más estable y sus movimientos de igual forma se vuelven más fluidos.
Teniendo en cuenta esto, reitero que si se consiguen atravesar esos minutos que pueden parecer interminables, es posible que se le revele una interesante proposición ética, una propuesta necesaria para los tiempos de confusión en los que vivimos, en los que casi nadie habla de códigos para convivir en armonía más allá de armas y bombas y desprecio por el diferente. Dado que, pocos padres, sacerdotes, políticos o maestros parecen preocuparse por esta cuestión. Esto es, la ética ha sido reemplazada por los nombrados estilos de vida cuya naturaleza es simplemente indulgente, que propicia un estado de las cosas que suele encontrarse en decadencia, el cual suele brindarle un excelente rédito a aquellos que quieren que todos terminemos desapareciendo, para que se puedan distribuir apropiadamente los beneficios entre unos pocos, gracias a los mitos derivados de la globalización.
No obstante, una obra cinematográfica por sí sola no puede cambiar el camino innegable que está siguiendo el mundo, un sendero pavimentado a base de guerras, asesinatos, corrupción, violaciones, y un largo etcétera. En otras palabras, ninguno de estos tiempos es peor que otros ya experimentados por la humanidad: tarde o temprano, las cosas mejoran y los seres humanos terminan por hallar mejores maneras de hacer las cosas. Pero, me parece que este filme funciona como una especie de advertencia. Puede ser que funcione para advertir acerca de lo que estaba y aún continua sucediendo fuera de los cines y de nuestros hogares. Y también dentro, incluso de nuestras propias mentes.
En realidad, esta película no cambiará al mundo, pero puede continuar siendo percibida en el futuro como una creación basada en la pretensión aguda de un hombre que aprendió (de la manera difícil, a juzgar por su filmografía) que los cimientos de la humanidad están enraizados de forma sólida en el amor y en la creatividad que germina del sexo, y que para acercarnos a ello si estamos sanos, es mejor.
Finalmente uno puede tomar la llamada vía negativa, vagando por callejones oscuros (como el antro de mala muerte del principio), pero al final llegaremos a la misma conclusión: esa luz blanca, brillante e intermitente que casi nos ciega al cierre de la película.
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