Directores: Michael Powell, Emeric Pressburger
Duración: 100 minutos
País: Reino Unido
Elenco: Deborah Kerr, Flora Robson, Jenny Laird, Judith Furse, Kathleen Byron, Esmond Knight, Sabu, David Farrar, Jean Simmons, May Hallatt, Eddie Whaley Jr., Shaun Noble, Nancy Roberts, Ley On, entre otros.
" Un grupo de monjas occidentales abre un hospital en un antiguo templo del Himalaya. A las dificultades económicas y a la hostilidad de los nativos, pronto se suman las tensiones entre las propias monjas. Un agente británico intentará mediar entre ellas para solucionar sus problemas, pero su presencia acabará despertando, con consecuencias fatales, la sexualidad reprimida de algunas hermanas."
Poco podían imaginar las cinco monjas protagonistas de esta película que su viaje desde Calcuta al palacio de Mopu, con el objetivo de fundar en tan remoto lugar un convento, un hospital y una escuela, acabaría convirtiéndose en una verdadera experiencia mística, pero no en el sentido religioso, sino en el intimo.
Y es que el palacio de Mopu y sus alrededores aparecen ante nosotros casi como un mundo mágico de naturaleza imponente, ante el que, como bien se apunta en un diálogo de la película, sólo cabe una entera contemplación, o una absoluta ignorancia. Es un lugar donde los recuerdos enterrados en lo más profundo del espiritu y la memoria vuelven a hacerse presentes; donde los instintos reprimidos se desatan con furia, fiebre y locura; un lugar, en suma, en el que las personas revisitan sus propias esencias espirituales, y viven plenamente para bien o para mal.
La película sitúa a las 5 monjas en un lugar solitario y exótico, que despierta en ellas recuerdos olvidados, pasiones reprimidas y nuevos deseos. Contribuye a ello la presencia del libertino Señor Dean un hombre inglés, eslabón de contacto entre las monjas y el mundo exterior. Y como si esto no fuera suficiente, las paredes del convento reproducen escenas eróticas, que enmarcan y contradicen la castidad típica de un convento.
La joven Kanchi de 17 años, huérfana y separada, a quienes las monjas le brindan asilo, recuerda con su bailes de seducción a aquellas fiestas del antiguo harem. Y no cabe duda que la situación que rodea la existencia de las religiosas contiene diversos elementos perturbadores: para empezar los niños que acuden a clase lo hacen porque el Maharajá del lugar para por ello a sus padres, en el caso de los servicios sanitarios sólo son demandados en casos desesperados, aunque en ocasiones la no curación de los enfermos atendidos levanta maldiciones contra las monjas y para rematar un joven aristócrata de 20 años, reclama asistir a clase e un convento lleno de mujeres.
Entre las monjas y las personas del lugar se produce obviamente un choque cultural, lingüístico, étnico, religioso y político que las aísla de modo profundo y doloroso. Despues el ambiente del convento se ve enrarecido por enfrentamientos entre las propias monjas, dirigidas por una superior joven y poco experta. El dramatismo (aunque podría señalar de la obra que es un verdadero estudio de profundidad psicológica sobre la represión sexual y hasta una película de terror) alcanza un punto culminante en la escena del campanario, en la que las señoritas y grandes actrices Deborah Kerr y Kathleen Byron protagonizan unas genuinas imágenes de terror que forman parte de la antología iconográfica del cine y desde ahora de mi mente también. Sencillamente uno de los momentos más inquietantemente bellos que he visto en mucho tiempo.
Respecto a la dirección habría que apuntar que pocas parejas de directores han tenido una relación tan fructífera como la que, durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, consiguieron Michael Powell y Emeric Pressburger en su trabajo conjunto. Y pocas películas dirigidas a cuatro manos (con el permiso de los hermanos Coen) han conseguido tener un sello tan personal y único como las dirigidas en conglomerado por estos dos directores.
No sé de que manera haya sido recibida esta cinta cuando se estrenó allá por 1947, pero estoy casi seguro que debe haber sido calificada como una de las películas más atrevidas, arriesgadas, eróticas y modernas de ese momento. Y es que todavía hoy, tiene esa fuerza especial que solo el cine destinado a trascender su época es capaz de transmitir.
El enorme talento visual de los directores alcanza en esta película un protagonismo único, como en pocas películas hasta la fecha. Las imágenes de su creación van desde las más poéticas hasta las más oscuras, una de las ostentaciones visuales más imaginativas y ricas que se pueden disfrutar en una pantalla. Por esa razón sorprende saber que la película fue filmada exclusivamente al interior de un estudio.
En definitiva, esta cinta es aun hoy, una experiencia que transmite sensaciones especiales y únicas que dan la razón a esa mítica frase que habla de la magia del cine.
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