Director: Paul Thomas Anderson
Duración: 130 minutos
País: Estados Unidos / Reino Unido
Elenco: Vicky Krieps, Daniel Day-Lewis, Lesley Manville, Julie Vollono, Sue Clark, Joan Brown, Harriet Leitch, Dinah Nicholson, Julie Duck, Maryanne Frost, Elli Banks, Amy Cunningham, Amber Brabant, Geneva Corlett, Juliet Glaves, entre otros.
" Ambientada en la década de 1950 en Londres, narra la historia de Reynolds Woodcock, quien es un reconocido modista, cuya vida aburrida se ve interrumpida por una mujer joven y de carácter fuerte, Alma, que se convierte en su musa y amante."
Hay una cierta sensación, una emoción auténtica que me envuelve al experimentar un filme que atesore una cinematografía exquisita. Es una mezcla singular de tranquilidad y exaltación a medida que se anticipa una determinada estética cargada de grandeza desde las primeras escenas. En este caso, ese sentimiento rara vez se apoderó de mi de forma tan rápida como los primeros momentos de esta que fue la última obra del escritor/director Paul Thomas Anderson, quien puede presumir haber sido nominado seis veces al Oscar, lo cual no es poca cosa.
Solo es necesario observar al protagonista del relato Reynolds Woodcock (personificado por el talentoso Daniel Day-Lewis) atravesar por su ritual matutino para comprender que es un individuo riguroso, exigente hasta el punto que fácilmente podría describirse como un obsesivo-compulsivo. Estamos en Londres en el año 1955, y esta es la singular casa de Woodcock. Habita y trabaja en una residencia que sirve como lienzo para su arte, así como un lugar perfecto para descansar. Su arte es la confección de prendas para mujeres de la alta sociedad. De igual manera es el motivo de sus obsesiones y su único propósito para vivir.
Esta es la historia de un hombre que posee un talento transformador, que a pesar de su manifiesta y aparente privación con respecto a los posibles vínculos que pudiera formar con todos aquellos que lo rodean, que cuenta con la férrea convicción de mantener una escasa necesidad de aquellos que habitan fuera de su solitario reino, se ve arrastrado hacia la corriente de la humanidad presente en el amor y el cuidado del otro.
Sin lugar a dudas se trata de una obra misteriosa sobre personas que pueden resultar chocantes para muchos. Se trata de un modista y suele presentarnos a personas que se dedican a realizar ropa hermosa, pero no es precisamente una película que hable sobre la moda como tal. No, este es más bien el estudio de un personaje, de un hombre que se aproxima a la genialidad en el campo en el que se desarrolla y la musa que lo acompaña, que también es su amante, y la conexión amorosa que mantienen tan poco convencional. Bueno, en realidad yo aseguraría que la unión que comparten es sumamente enfermiza, pero ese es otro tema.
Del mismo modo, la considero en su propio estilo una cinta que puede llegar a tener sus propias dosis de humor de modo consistente,y en formas que pudiesen ser calificadas como inesperadas o insólitas.
Por ejemplo, la evidencia de que tres siempre serán multitud. Y ahí surge la figura de la devota hermana de Woodcock y socia de sus negocios, una mujer llamada Cyril (una excelente interpretación de Lesley Manville) que dirige un barco peligroso, apretado, carente de lugares donde moverse, mientras que de modo simultaneo emplea su habilidad casi sobrenatural para leer los estados de ánimo e idiosincrasias (que perturbarían a mas de uno), del que para su mala suerte es su complejo y único pariente en el mundo, y responder en consecuencia.
Para comprender la particular relación que existe entre ellos, el suele referirse a ella con la expresión en inglés my old so-and so (que luego de investigarla es una forma eufemística de la frase común hijo de perra) de una manera que refleja un vínculo de toda la vida que probablemente no se rompa jamás.
En concreto, la mujer que evita que esta sea simplemente una historia más que va sobre un genio solitario, es la mencionada musa de tierno nombre Alma (encarnada por la interesante y entusiasta Vicky Krieps). Pero, ¿en realidad que es esta mujer en la existencia del genio de la alta costura, únicamente su musa, su modelo o su amante? Simple, podría responderse que sí ante la mera interrogante, que ella en efecto de manera sorprendente cumple todos los roles mencionados en la vida del atribulado hombre. Y sin embargo, todas esas etiquetas no son suficientes para describir las sutilezas y los matices que coexisten en su relación.
Sin embargo, lo que se vuelve crucial en todo ello es preguntarse: ¿Cuál es el papel de todos aquellos referidos que esta joven representa, que se transformará en clave para mantener el equilibrio tan primordial para el quehacer del modista? Es decir, Alma a menudo se confunde acerca del procedimiento o el enfoque que debe seguir en sus intenciones de acercarse emocionalmente al angustiado hombre en todo momento y en cada circunstancia en que se encuentran, pero finalmente lo consigue como ninguno lo había hecho antes en la vida del sujeto de apariencia desgastada. Por citar una clara muestra de ello, el que muy probablemente sea el punto de inflexión entre ambos, el detalle de la secuencia en la que ella le comenta a Woodcock que cierto cliente no merece uno de sus vestidos, lo que básicamente termina por tocar un lugar al que nadie había llegado, un sitio en donde en consonancia ahora se encuentran juntos y uno que nadie más había entendido. Dicho de otra manera, justo al descubrir el recóndito paraje que forma parte del interior del talentoso diseñador, ella está tan cerca ahora de atraparlo para siempre, como nadie lo había podido lograr antes.
Destacaría el hecho de que en cada secuencia la señorita Krieps se enfrenta cara a cara con Daniel Day-Lewis en cada una de las escenas en que aparecen juntos. En el caso de Lewis, debe ser sencillamente el mejor actor vivo, y quizás el mejor en su profesión. En el caso de la señorita, sus mejillas sonrojadas y su enorme capacidad de observación, aunado a su inmensa determinación, ocultan una fuerza interna del personaje que no se vuelve necesariamente obvia a primera vista.
Otro rasgo que sobresale es el giro en la narrativa que se nos regala en este aparente romance, el cual es diferente al que pudiera haber sido usado en cualquier historia de amor de la pantalla grande. En ese sentido, mientras el protagonista persiste en su actuar atormentado por los recuerdos de una madre a la que amó demasiado y a la que continua extrañando luego de su muerte, Alma se transforma en una fuerza que le devuelve a la realidad, la dosis de ecuanimidad que tanto le hace falta y renueva su existencia de forma indudable.
¿Es ella la tierna doncella que ha llegado para salvarlo o simplemente es una amenaza, una clara muestra del inminente peligro al que tanto le teme, el que le acecha a cada segundo?
En gran medida, la experiencia del visionado con este filme se vuelve fascinante al ver cómo se desarrolla y alcanza su cierre esta atrayente situación.
Ahora bien, algunos deben tener conocimiento de que Daniel Day-Lewis anunció que se retiraba, que esta sería su última aparición en una película. Desde luego, el efecto emocional ante esta decisión solo se puede comparar con aquella que se padece cuando uno sufre una enorme pérdida en cualquier ámbito de la vida. Cualquiera se puede sentir traicionado por el vacío tan grande que es lo único que queda después de una partida, y si este es realmente su papel final, el legado de este hombre es sencillamente notable e inmortal.
En esta cinta, su meticulosa actuación brilla no solo a través de los extravagantes momentos tan propios del TOC, sino incluso con más fuerza en todos esos momentos que dan la impresión de ser espontáneos, alrededor de alguna disputa o un desplante genuino de fastidio; momentos que se perciben como improvisados en lugar de seguir la línea de un guión, todos ellos suenan y se sienten como auténticas batallas de la vida real.
Como cierre un dato más, supuestamente el cineasta Anderson basó el personaje en el diseñador vasco-español Cristóbal Balenciaga, y la investigación de Day-Lewis agregó otros elementos de autenticidad a su trabajo en pantalla.
En aquel momento, se trató de un nuevo proyecto juntos desde la fantástica There Will Be Blood de la que habían pasado diez años de su lanzamiento, y la suya parecía ser una sincronía que pocos actores y directores comparten.
El señor Anderson tomó la cámara por sí mismo y resolvió filmarla a su manera, y su uso de primeros planos (que incluyen rostros, dedos, agujas de coser) capturan al mismo tiempo ese refinamiento presente en las costuras y las delicias del poder. Por otro lado, la pieza final de este glorioso rompecabezas es la partitura de orquesta proporcionada por Jonny Greenwood, el guitarrista de Radiohead. Su labor, es a la vez prominente e intrincada, con un impresionante trabajo de piano que se destaca por sí solo.
En suma, esta es una obra sobre la grandeza de aquellos que también son geniales, si es que saben a que me refiero.
Comentarios
Gracias por compartir.
Te quiero.