Dirección: Claire Denis
Duración: 90 minutos
País: Francia - Alemania Occidental
Elenco: Isaach De Bankolé, Alex Descas, Solveig Dommartin, Christopher Buchholz, Jean-Claude Brialy, Christa Lang, Gilbert Felmar, Daniel Bellus, François Oloa Biloa, Pipo Sarguera, Alain Banicles, Valérie Monnet, Jérôme Frazer, entre otros.
" Dos hombres antillanos asentados en Francia se ganan la vida entrenando gallos para convertirlos en maquinas de matar. Los protagonistas son reclutados por el dueño de un bar que quiere tener su propio ring de pelea y amar así su propio negocio en el mundo ilegal de las peleas de gallos."
Esta cinta es una muestra de la cara oscura del cine francés, ese que suele hurgar en la cara oculta de la dulce Francia. En esta ocasión, se narra la historia de dos camaradas negros: por un lado Dah originario de Benin, y por el otro Jocelyn de la Martinica, que se dedican en términos generales al adiestramiento de gallos de pelea en los sótanos de un bar de carretera, cuyo dueño es un francés blanco que mantiene con el citado Jocelyn una singular relación paternal.
La directora francesa Claire Denis se refiere a sus películas Chocolat (1988), S'en fout la mort (1990) y J'ai pas sommeil (1994) como una trilogia sobre el colonialismo y sus repercusiones. La obra de la que hoy escribo narra, de un modo casi documental, la vida durante unos meses de Dah y Jocelyn, dos hombres negros que preparan gallos peleas ilegales en los sótanos de un sombrío club nocturno en Francia.
La película, que sugiere muchas cosas sin expresarlas de forma directa, ofrece lo que se podría esperar a partir de este breve resumen: espacios cerrados, tensión, nocturnidad, sordidez, violencia y la presencia constante del dinero (aun se usaban los francos); todo ello con un laconismo casi bressoniano, que solo se ve interrumpido en un breve momento en el que perturbado por las circunstancias de una pelea, Jocelyn la interrumpe y ejecuta una peculiar danza en el ring, imitando los movimientos de un gallo.
Por otra parte, el filme es un retrato de la explotación de los inmigrantes ilegales, en una atmosfera claustrofóbica y opresiva, en la que se desarrolla la dinámica del poder, la violencia, el deseo y la crueldad, materializado todo ello en la creciente tensión entre Jocelyn y el dueño del club, un tal Michel. Y es que con justa razón, el nombrado Michel empieza a sentir celos no solo por la atención que su padre parece dedicarle a Jocelyn, sino también por la hermosa novia de su padre, la rubia Toni que ambos codician. Precisamente esa mujer es el contrapunto a tanta oscuridad lo pone la fallecida Solveig Dommartin, a la que conocimos en Las alas del deseo: una presencia a la vez angelical y carnal, encarnación del deseo imposible para los protagonistas, atrapada de manera melancólica, como ellos, en una realidad que no está a su altura y de la que no se puede escapar.
Gallos y hombres: es lo mismo, susurra Dah en una secuencia anterior. El entorno que refleja la película también funciona como metáfora de un ambiente social en el que los hombres están como enjaulados, y en el que la combinación del dinero y el instinto los empuja a destruirse, al igual que sucede con los gallos. En ese tema en particular, las peleas se reflejan de forma elíptica, sin que la cámara caiga en la atracción morbosa que retrata en sus personajes.
La rivalidad entre Jocelyn y Michel, a la que se añaden los problemas de raza y poder, se resuelve de forma brutal en un asesinato sin sentido al final de la historia, que destaca el carácter absurdo de la violencia poscolonial.
Con independencia de sus méritos, la cinta puede resultar instructiva para los que crean que existe algo asi como una sensibilidad en especifico femenino, dudo que quien se dedica a verla sin referencia pudiese llegar a imaginar que está dirigida por una mujer.
Por otro lado, los primeros planos del entrenamiento ritual de gallos de pelea, de los rostros y los cuerpos de los protagonistas, así como las vigorosas interpretaciones de Descas y Bankolé, provocan que la cinta sea intensa, la experiencia intima de una faceta del comportamiento humano espoleada por las circunstancias, en la que cualquier hombre, sea cual sea su raza, color u origen, es capaz de hacer cualquier cosa por cualquier motivo.
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