Director: Martin McDonagh
Duración: 115 minutos
País: Estados Unidos / Reino Unido
Elenco: Frances McDormand, Caleb Landry Jones, Kerry Condon, Sam Rockwell, Alejandro Barrios, Jason Redford, Darrell Britt-Gibson, Woody Harrelson, Abbie Cornish, Riya May Atwood, Selah Atwood, Lucas Hedges, Zeljko Ivanek, Amanda Warren, Malaya Rivera Drew y otros más.
" Una madre decide desafiar personalmente a las autoridades locales a través de tres anuncio, para que resuelvan el asesinato de su hija, ya que no han logrado atrapar al culpable."
En palabras de algún poeta, la belleza del cine de forma condensada se asienta en el siguiente razonamiento: Obtener justicia poética en menos de tres horas. A menudo no se obtiene justicia poética en toda una vida. Si este fuera el caso, las creaciones en colectivo de Martin McDonagh sirven como un contrapeso a tal pensamiento. Sus películas, a menudo implican la búsqueda en vano de lo que son sin duda conceptos nebulosos, me refiero a tratar de definir que es el amor, la justicia y el sentido de la existencia en un mundo pos-moderno. De tal manera que sus personajes, aunque resultan encantadores también están repletos de profundas imperfecciones, y viven gritando desesperadamente en el vacío pero nunca suelen encontrar las respuestas que están buscando.
Por lo tanto, me resulta difícil valorar realmente una película como esta. Al igual que In Bruge y Seven Psycopaths (dos de las obras anteriores del director), la cinta me parece rica en ingenio, pero está construida de una manera en la que se enlazan las mismas situaciones de forma desordenada, algunos giros, algunas vueltas en la trama y ciertos tonos caprichosos. La historia comienza con la melodía Tis the Last Rose of Summer de Renee Fleming, para después concluir los cinco minutos iniciales con tres mensajes firmes escritos en mayúsculas que se nos muestran en la pantalla. Son tres anuncios espectaculares.
Lo que esos carteles pronuncian es: Violada mientras moría, ¿aún no hay arrestos? y ¿Cómo pasó, Jefe Willoughby?
Así comienza la odisea en la que se transforma esta cinta, con la decisión de poner unos avisos legitimados por una madre afligida; los cuales han sido publicados para avivar la conciencia de lo que resulta ser un hombre moribundo.
La madre en este caso es una mujer llamada Mildred Hayes, que al igual que sus vallas se mantiene firme en sus convicciones. En ningún momento se deja intimidar, aunque sea fastidiada por todos los demás y esta molesta forma de encarar el problema la llevan a cabo desde los delegados del propio sheriff Willoughby hasta su propio ex marido Charlie. A pesar de ello, incluso cuando su otro hijo Robbie se muestra indignado porque su madre no decide darle al caso un procedimiento silencioso, Mildred exige que se escuche su mensaje. Su hija adolescente fue violada y asesinada hace siete largos meses y no se ha hecho nada al respecto. Y lo único que ella quiere es justicia.
Sin embargo, lo gracioso de la justicia como una mera noción en esta cinta es que, en el momento en que parece que has llegado a tener un buen manejo del concepto, el filme empieza a escurrirse como agua entre las manos. También lo hacen los personajes. Cada vez que parece que se puede llegar a entender con firmeza quiénes son, algo lógico pero totalmente inesperado te obliga a evaluar y volver a evaluar. En ese sentido, nadie puede ejemplificar mejor esta situación que el personaje interpretado por Sam Rockwell, el tal oficial Dixon, que pasa de ser un estúpido e indecente racista a una especie de psicópata adormecido, sin tener ni siquiera una pista que nos lleve a entender o a no cuestionar el cambio tan abrupto.
El conjunto que es la cinta nos lleva a través de un relato en donde podemos apreciar lo horrible de la naturaleza humana, pero con gracia. Es así que, nos escabullimos de forma incómoda cerca de los bordes afilados de la violación, el asesinato, el abuso, el suicidio, el alcoholismo y el racismo. En mi caso, mientras la observaba iban apareciendo preguntas en mi cabeza como: ¿resulta correcto o resulta entendible vivir enojado en un mundo injusto? o ¿cómo nuestras decisiones afectan a los demás?, que después eran empañadas por toda esa vorágine de comedia negra e imponente melodrama. De verdad que se le brindo un cuidado profundo a la construcción de todos estos personajes.
En lo que al director se refiere, con esta obra invita más que nunca a comparaciones con las creaciones de los hermanos Coen. Una clara muestra que para mí, por lo menos expone que es un realizador ambicioso, pero me parece que con su labor todavía no le alcanza para pertenecer en este momento de su carrera a los denominados realizadores de primer nivel. Dado que los Coen abordan sus historias con las mismas narrativas de forma libre en lo que refiere a sus protagonistas, siempre hay un cierto nivel de benevolencia detrás del cinismo que siempre está presente en ellas y que les da el sello único que las caracteriza. En este caso, en lugar de diversión digna de satisfacción, hay mucha ira. En lugar de una curiosidad que resulte universal, hay mucho enojo. En lugar de preguntarse diversas cuestiones que van apareciendo en el camino casi naturalmente, simplemente se manifiesta más ira, y ya se sabe lo que se dice sobre ella; que la ira solo engendra más ira.
Si dicha emoción fuese calificada como la sal de la vida, de manera definitiva esta sopa turbia bien valdría la pena ser consumida. Pero como no es así, los espectadores habituales deben acercarse a esta película ingeniosa y gustosamente interpretada con extrema precaución. Por ello, la obra de McDonagh puede volverse un gusto adquirido y los que puedan estar de acuerdo con el enfoque sobre el cine del poeta aquel que he mencionado, pueden quedar después de la experiencia, seriamente sacudidos. No obstante, para aquellos que están esperando y que están preparados para toparse con una comedia negra decente, sin duda que este peculiar tono en el que fue concebida y desarrollada esta película podría tener algo interesante que ofrecerles. En mi caso, aún lo sigo cavilando.
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