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Three Kings (1999)



Director: David O. Russell

Duración: 114 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: George Clooney, Mark Wahlberg, Ice Cube, Spike Jonze, Cliff Curtis, Nora Dunn, Jamie Kennedy, Saïd Taghmaoui, Mykelti Williamson, Holt McCallany, Judy Greer, Christopher Lohr, Jon Sklaroff, Liz Stauber, Marsha Horan, entre otros.

" A raíz de la eminente terminación de la Guerra del Golfo Pérsico, cuatro soldados se disponen a robar el oro sustraido en Kuwait, pero en su accidentado periplo por conseguirlo descubren un grupo de personas que requieren de forma desesperada su ayuda."

Se trata de una película que apareció en el fin de milenio, cuya postura anti-bélica queda más que clara en cada uno de los minutos que posee en su metraje. Es una obra que empleó las herramientas más modernas de aquel momento de la historia, esto es: un montaje apresurado, tomas vertiginosas, esquemas de color que se escapan de la pantalla, y las combinó con una anticuada, si no es que desfasada, pero más que evidente izquierda política. 
En esta crónica, David O. Russell quien cumple las tareas de guionista y director, nos cuenta la aventura de la primera guerra del Golfo que aconteció en 1991 haciendo uso de la perspectiva de tres soldados yanquis cuya ignorancia, avaricia y chocante credulidad se van esfumando conforme se ven orillados a caer en toda clase de enredos políticos y culturales que se esconden tras la guerra. En pocas palabras, se ven obligados a humanizar a sus enemigos y a deshacerse del mito en el que colocan a su propio país y al ejercito del que forman parte.
En este osado relato George Clooney lidera a un grupo de soldados más corrientes que comunes (prácticamente estereotipados) hacia el interior de Iraq luego de la inminente conclusión de la Guerra del Golfo en 1991, en busca del botín que supuestamente Saddam Hussein sustrajo de Kuwait, el cual consiste en una enorme cantidad de lingotes de oro. Y ya que estoy aludiendo a botines, al principio esta cinta precisamente me recordó a una obra de 1970 que por estos lares fue nombrada de manera justa como El botín de los valientes (aunque era obvio que este rótulo nada tenia que ver con su nombre original). Aunque la aparición de dicho recuerdo básicamente se dio solo porque el oro sirve como un objetivo, como un motivo para el arranque de la historia, ya que permite una exploración de algunas de las dinámicas políticas de Iraq, y también para desplegar algunas cuantas escenas de acción que se podrían tildar de sobresalientes si se les aprecia con el lente de lo comercial. 
En pocas palabras, el oro se convierte en una especie de MacGuffin como parte de la narrativa (por si no se sabe es ese elemento de suspenso que provoca que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en ella en sí), dado que solo es un pretexto del correspondiente argumento central para mantener a nuestros muchachos en movimiento, en el cual a lo largo de los minutos se dedican principalmente a internarse y a escapar del peligro con el que se van topando en su temerario recorrido. 
Y no solo los protagonistas son presentados de manera estereotipada, sino también los soldados iraquíes que en este caso resultan ser los villanos. 
Como perfecta muestra de ello queda aquella secuencia en la que mientras los estadounidenses observan, el ejército iraquí captura a un puñado de rebeldes que están en contra de Saddam. Enseguida, uno de ellos determina de manera exaltada dispararle a quemarropa a una mujer en la cabeza, al mismo tiempo que su joven esposo y su pequeña hija contemplan la terrible escena. Desde luego, la escena no se maneja con ninguna clase de discreción. Finalmente la mujer cae sobre la arena y se forma un charco de sangre debajo de su cuerpo, lo que genera que la hija se suelte de los brazos de su captor y corra hacia el cadáver gritando el nombre de su madre. Esto, en cierto modo, es lo opuesto a cómo se nos conduce a través de ciertas atrocidades, por ejemplo a cómo lo manejó Spielberg en su creación acerca de Schindler, donde de hecho tales escenas se muestran bajo el supuesto de que la madura audiencia está consciente de que cuán horribles son estos actos, sin tener que ser tirados del pantalón por un niño que grita amargamente. 
Como sea, estos pequeños inconvenientes se olvidan a lo largo de la experiencia de su visionado, debido en gran medida a cierta condición adolescente en gran parte de la dirección, lo cual era bastante común en el cine de aquellos tiempos. Es decir, a veces la acción se torna emocionante y ligeramente cómica, como tener la oportunidad de descubrir un camión que se ha volcado a mitad del desierto y que alcanza a detenerse a solo unos centímetros de la mina terrestre que el propio conductor está mirando. Y se emplea la más que anticipada cámara lenta a medida que algunos de los artefactos explotan en el largo y sinuoso camino. Así como el sonido ambiental es silenciado por completo, mientras seguimos con el movimiento de la cámara las trayectorias de un par de balas particularmente fundamentales en todo el asunto, que zumban por el aire en un movimiento pausado.
En mi caso, no estoy seguro de si estos trucos que a más de uno le resultarían irrebatibles, pertenecen a este tipo de película o no. En realidad, el guión en sí, que no parece haber sido construido con una gran meticulosidad, ofrece diversos momentos con toques de comedia, sin que el director tenga la intención patente de forzar a reír al espectador. En todo caso, lo que si llega a suceder es que la intención cómica en el momento equivocado, arrebata a algunos incidentes dentro de la historia de su inherente valor dramático.
En su lugar, destacaría que la obra pinta a los estadounidenses como seres codiciosos y poco éticos, tal vez, pero esencialmente como buenas personas, de esa clase que resuelve hacer alguna pausa en su ferviente búsqueda del tesoro o de alguna batalla que se esté librando contra el enemigo el tiempo que sea suficiente para rescatar a las damiselas en apuros que se hallen en turno, y si se puede también a algunas criaturas del género masculino.
Otro rasgo primordial es que le dedica una ligera crítica a la política estadounidense de la que se dispuso en aquella guerra. Para ser más claro, en aquella oportunidad Bush primero decidió alentar a los rebeldes iraquíes para que se levantaran en armas y luego les retiró toda clase de apoyo o de ayuda. 
Ahora bien, a la luz de los acontecimientos que ocurrieron muchos años después, cualquiera se vería obligado a preguntarse si fue o no una mala idea mantenerse al margen del problema. Sin embargo, al parecer la cinta enjuicia la política estadounidense solo para argumentar que se debió seguir adelante con las resoluciones que ya se habían tomado; dicho de otra manera invadir y apropiarse de Bagdad, expulsar al abyecto de Saddam e instalar justo en ese momento una democracia. Más o menos en ese orden. Queda más que claro que llegados a ese punto, el filme comienza a parecerse menos a la citada obra setentera, para acercarse más a Rambo.
Con esto quiero decir que, la historia muestra a uno de los muchachos capturado por las fuerzas de Saddam, para luego ser torturado de una manera indescriptible en un bunker subterráneo. No obstante, la trama en el desarrollo de este violento fragmento nos cuenta que la personalidad bromista que atesoraba el prisionero, la cual en ese punto ya habíamos olvidado, sigue estando presente a cada momento. Para ello, uno de los interrogadores iraquies, en una pulcra actuación que combina malevolencia con una impasible y genuina curiosidad, pregunta al cautivo acerca de su sentir sobre la moralidad de la guerra, y las respuestas no son fáciles de encontrar. En este caso, la realidad no se puede explicar con el trillado esquema que se usa fácilmente sobre aquello de tú y los de tu especie. Sin ninguna duda, es una escena que se entrega sin demasiada sutileza. Obviamente en el texto que yace por debajo del discurso, se plantea. 
En el proceso de su visionado, cualquiera puede hallarse ante una versión de la guerra que los medios de comunicación decidieron olvidar, en la que existió muerte de inocentes, una enorme corrupción y por ende esto desembocó en un mejor posicionamiento de los oficiales de mayor rango.
Y sin embargo, este tema es el que pudiera declararse como el más importante y memorable de la película, el que precisamente la aleja de todo ese conjunto de producciones que pertenecen a esa categoría de acción/comedia que atiborró las pantallas de todo el mundo durante gran parte de los años ochenta y noventa. Dicho de otra manera, lo que plantea puede ser obvio, pero también era necesario que se esbozara, más allá de que no haya servido de gran cosa.
Es posible que se requiriera esa aguda mirada para atravesar el muro que se ha construido alrededor de una concepción del mundo, uno en el que existen el bien y el mal en términos bíblicos.
A mi parecer es una creación con cierta carga de dureza, incluso densa, que llega a quien la observa gracias a la celeridad del guión, empleando un ritmo implacable y enérgico (aunque con sus tropiezos), con efectos visuales y escenarios que deslumbran, y como cierre buenas interpretaciones de los actores principales que en este caso fueron Clooney, Wahlberg y el rapero Ice Cube que son quienes aparecen en la bonita foto de la parte superior. 
En fin, un filme con una incuestionable mezcla de géneros y cambios de tono; a veces es una creación sobre la guerra, en otras una especie de thriller que va sobre un robo y en su generalidad una cinta envuelta en esos principios que no toleran las guerras, que no acaba de convencer, pero que no desafina en su totalidad. Me he pasado un buen momento para ser la primera vez.

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