Dirección: Kira Muratova
Duración: 153 minutos
País: Unión Soviética
Elenco: Olga Antonova, Sergei Popov, Galina Zakhurdaeva, Natalya Buzko, Aleksandra Svenskaya, Pavel Polishchuk, Natalya Ralleva, Galina Kasperovich, Viktor Aristov, Nikolai Semyonov, Oleg Shkolnik, Vera Storozheva, Aleksandr Chernykh, Leonid Kushnir, Nadya Popova, Natalya Dubrovskaya, Sergey Gavrishkiv, Tatyana Komarova, entre otros.
" Película estructurada en dos partes. La primera de ellas sigue el acontecer de las extravagancias de una reciente viuda en su duelo. En la segunda, teniendo como nexo a un profesor de preparatoria se enseñan una mezcolanza de escenas cargadas de diversos personajes en un ambiente que es un simulacro de la situación previa a la caída del régimen soviético."
La astenia, también conocida como hipocondría o melancolía negra, es una preocupación latente por la salud, o por lo menos es la definición muy general que obtuve de algunos lugares donde me tomé la molestia de buscar. Hace un par de días tuve la ocasión de ver esta película soviética/rusa y esperaba que fuese entretenida porque aparecía en el dichoso libro.
En términos muy básicos, la historia comienza en blanco y negro (o más bien sea un tono sepia), con la historia de una mujer llamada Natasha, que recientemente ha enterrado a su difunto esposo. Después de varias veces de solo romper a llorar de la nada, entra en un estado severo de depresión que se vuelve constante en el tiempo; por otro lado de forma ocasional se muestra agresiva con otras personas y cada vez se halla más al borde de un ataque de nervios. Luego, esta historia en tono amarillento resulta ser un filme dentro de la cinta real, y la imagen se transforma al color.
El personaje principal de esta historia con mayor pigmento es el maestro Nikolai, un sujeto que conocemos en el momento de la proyección, porque cuando toda la gente sale del cine, el esta completamente dormido. Más adelante nos vamos enterando a través de una serie de problemas personales y apuros que experimenta en su trabajo que padece el denominado síndrome asténico que le da su titulo a la obra, o tal vez es una forma de narcolepsia. Es decir, no puede evitar quedarse dormido en varios lugares en los momentos mas inapropiados, y tiene relaciones complicadas con sus alumnos y otras personas que lo rodea.
A la par la gente trata de ayudarlo con su trastorno, hasta que finalmente es ingresado en un hospital psiquiátrico, donde para su fortuna descubre que el resto de personas que se encuentran en ese sitio no están tan locas como las que ha visto que viven en libertad. Después de un tiempo es dado de alta del hospital, pero termina quedándose dormido en el metro, y contemplamos el vagón vacío atravesando un túnel oscuro. Además, a lo largo de la película también aparecen ciertos cortes de eventos casi aleatorios, incluida una mujer obesa que intenta tocar Strangers in the night con una trompeta e imágenes desgarradoras de perros enjaulados en cautiverio en condiciones lamentables.
Seré honesto. Los primeros cuarenta minutos que de modo curioso pertenecen al filme dentro del filme me parecieron los más convincentes, ya que cuando pasa al color se convierte como han dicho otros de manera muy atinada en una especie de tormenta de ideas que son reunidas en un conjunto de historias dispersas con nexos de unión secundaria que muestran el panorama previo a la desaparición de la Unión Soviético. En pocas palabras es un desmadre. Hay que verla con muchas ganas y la mente despejada, porque de lo contrario es muy sencillo desconectar de la ensalada visual y verbal. En ese sentido diría que se vuelve demasiado larga y cualquier mortal se preguntaría si el metraje se esta perpetuando para fastidiarte.
De manera puntual mencionaría que en algún momento de la cinta apreciamos que algunos de los personajes intentan componer esculturas amorosas vivientes, utilizando para ello cuerpos desnudos reales como forma de distracción, escapismo y también alguna clase de liberación de la realidad, y viendo todo el mentado Síndrome, parece que la directora está creando una escultura de forma caótica pulsante de la Unión Soviética durante la perestroika, añadiendo en un mosaico como hecho de vórtices se tratara, los miedos, las inseguridades, las debilidades y la inestabilidad física y moral de una nación lisiada por la dureza de un régimen totalitario seguido de su necesaria pero dolorosa deconstrucción, que implica el sacrificio y el diluvio de generaciones expuestas a su toxicidad.
Por otra parte, tenemos al estado, como un barco naufragado que se halla a la deriva en un mar de tristeza, se hunde lentamente en su apatía, temblando solo cuando las frustraciones estallan en crisis de cruda agresividad dirigida de manera ciega hacia las personas o los animales, y un sello de opacidad parece mantener a todo el mundo en un estado de vacío acerca de cualquier esperanza posible, la moral y los ideales. Por si fuera poco los jóvenes actúan con brusquedad y falta de respeto, los mayores están decrépitos y sin ningún poder de orientación sobre la generación que tienen que alimentar; todo el país se ha convertido en un manicomio, como expresó la propia Muratova: Mi país había llegado a la bancarrota y no había ningún otro lugar al que acudir. Todo tenia que estallar.
Aunque este drama tragicómico tiene mucho que decir acerca de la Rusia poscomunista, es también una de las obras más recientes centrada en los demonios que nos atosigan en el mundo de hoy.
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