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Drugstore Cowboy (1989)


 

Dirección: Gus Van Sant

Duración: 101 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Matt Dillon, Kelly Lynch, James Le Gros, Heather Graham, Eric Hull, Max Perlich, James Remar, John Kelly, Grace Zabriskie, George Catalano, Janet Baumhover, Ted D'Arms, Neal Thomas, Stephen Rutledge, Beah Richards, William S. Burroughs, Robert Lee Pitchlynn, Roger Hancock, entre otros.

" Ubicada en Estados Unidos a comienzos de los setenta. Bob Hughes es el jefe de una banda de toxicómanos, integrado por su mujer Diane y otra pareja, Rick y Nadine. Viajan a lo largo y ancho del país atracando farmacias para cubrir su imperiosa necesidad de droga. A raíz de un trágico suceso, Bob se replantea su situación; decide rehabilitarse y comenzar una nueva vida. Sin embargo, las cosas no le resultaran tan sencillas. "

Con esta película guardo una relación peculiar, ya que sin haberla visto jamás solía recordar con cierta frecuencia su poster que también era la portada del DVD que me generaba tanta curiosidad en aquellos tiempos. En aquella fotografía aparecían los dos protagonistas de esta historia, en ella Dillon abrazaba a Lynch (que sonreía) con un gesto como el que pretende esconderse de la cámara. Buenos recuerdos de cuando las películas se rentaban en físico y tenían que devolverse en fecha determinada o de lo contrario sufrirías las consecuencias.

Pero vayamos directo a la breve reseña de la obra. En primer lugar diría que esta historia me resulta familiar. En ella tenemos como personaje central a un drogadicto (o un abusador de diversas sustancias le llamaría el médico) se junta con su enamorada y un par de amigos y se dedica a vivir la vida salvaje, que consiste en ir de un subidón a otro. Para su mala fortuna uno de sus compañeros sufre una sobredosis. Entonces el adicto decide enderezarse, deja a su amante pero adicta terminal, entra en un programa basado en la metadona y consigue un trabajo, pero su pasado le alcanza y le disparan, pero lo más probable que termine por ocurrir es que sobrevivirá. 

Dicho de otra manera, posee todos los componentes mitológicos que una cinta de este tipo debe tener. Y desde luego Jack Lemon ha estado en una de ellas, y también lo estuvo Frank Sinatra, al igual que Al Pacino. Y sin embargo, es una película de una originalidad inusual. De hecho, aunque no me gusta calificar películas, la considero bastante buena. Encima, el guión esta bien escrito, la dirección es muy particular y algunas de las actuaciones del elenco son memorables.

De entrada hay una narración realizada por Bob, el personaje de Matt Dillon que se tambalea al borde de la locura. Por cierto los diálogos rebosan de ironía. De tal forma que escuchamos cosas tan agudas como: un drogadicto hará cualquier cosa para superar los problemas de la existencia, como atarse los zapatos por la mañana, o algo así. U otras del estilo de: Parece que no hay más espacio en la iglesia para un anciano sacerdote drogadicto. Además de: Nos dejó un cadáver por sobredosis que en este estado equivale a un asesinato. Parafraseo todo, pero el asunto es que te da la idea general.  

Como sea, lo fundamental es que apenas importa lo melodramática que pueda ser la situación que este sucediendo en pantalla, porque siempre hay una fuente de humor escondida en algún lugar dentro de ella.

Respecto a la dirección, me atrevo a aseverar que no hay nada que pueda reprochársele. Van Sant no suele mueve los cuerpos con eficacia, sino que sabe cuándo detenerse para conseguir el máximo efecto en la narrativa. En un momento dado, Dillon está en un desván intentando sacar un cadáver por una abertura para pasárselo a su mujer, que le está ayudando desde la habitación de abajo. El cadáver es un peso muerto y se le escapa de los brazos. Maldice de manera feroz, se oye un golpe sordo y, cuando se asoma por la abertura, vemos a su mujer inmovilizada en el suelo por el cadáver que le ha caído encima. 

Ahora bien, me queda claro que no hay nada gracioso en maniobrar con un cadáver, pero si esto hubiera sido una película de el Gordo y el Flaco y el objeto en cuestión hubiera sido un piano, el contexto hubiese sido muy distinto. En este caso, la tentación debe haber sido mostrar el cuerpo cayendo y ver a Lynch derrumbándose bajo su peso, pero la fascinación de hacerlo por la vía fácil se evita a lo largo de la historia. Incluso a mi parecer Van Sant inserta toques que no son necesariamente únicos -no después de alguien como David Lynch- pero no resultan exagerados, no llaman la atención y nos cuentan demasiado sobre los personajes. Por ello, si Van Sant nos ofrece primeros planos de diminutos frascos de droga al principio de la película, más adelante nos ofrece los mismos primeros planos solo que ahora son de una taza de té después de que Dillon ha hallado la anhelada forma de desintoxicarse. 

De igual modo las fantasías de Dillon se desplazan, a veces generadas por una computadora, a lo largo de la pantalla: dobles exposiciones de arrestos y los barrotes de una celda, u hojas muertas flotando en el agua que, de alguna manera, se convierten en siluetas de personas a caballo.

Pasando a otro punto del filme, sostengo que las actuaciones son todas buenas (o decentes en su defecto), pero a mi entender hay dos que destacan. Es muy probable que esta haya sido la mejor actuación de Matt Dillon en su larga trayectoria. Para muestra de esta afirmación esta aquella secuencia en la que acaba de esconder el cadáver en el ático de una habitación de motel y llaman a la puerta. Entonces se apresura a esconder su escondite y a limpiar, y luego abre la puerta para encontrar al gerente del lugar diciéndole que el y sus amigos tienen que irse de inmediato porque su habitación está reservada para una convención de sheriffs que acontecerá en el pequeño motel. Su expresión apenas cambia, y sin embargo, podemos apreciar cómo pasa de la preocupación que raya con la ansiedad al horror. Y lo consigue sin expresar palabra alguna.

Por último, no sé de quién fue la idea de poner a William S. Burroughs en el papel del cura jubilado drogadicto, pero fue una bastante acertada y hasta podría calificarse de inspirada. Se vuelve inolvidable en su aspecto, su comportamiento y sus diálogos (que debió escribir él mismo). 

Tom era un rey, menciona Dillon sobre él. Cada vez que hacia una buena puntuación (refiriéndose a la aguja) se aseguraba de pasársela a todos los chicos. Su trasero estaba cubierto en esta vida y en la siguiente.) 

La primera vez que les vemos a él y a Dillon en un vestíbulo de mala muerte, Burroughs se retuerce lentamente en su asiento (recordar que es un hombre bastante viejo) y saluda a Dillon diciéndole: Eso me recuerda. Últimamente me siento un poco mal ¿estás aguantando?

Me temo que mostrando estos diálogos he conseguido que parezca una comedia, pero no lo es. El asunto es serio y Van Sant nunca permite que lo olvidemos. Solo que tanto el como los guionistas con lo que colaboró aportaron una pequeña distancia brechtiana (recordar que Brecht estaba convencido de que los espectadores necesitaban distanciarse de la obra de tal manera que observaran cada situación de modo objetivo) a la historia que nos deja asombrados por la tontería y la humanidad de las personas que estamos viendo.

Al final, debe ser uno de los mejores filmes que tratan sobre criminales/adictos que existen. Hay que tener en cuenta el ritmo lento de Van Sant y prestar atención a un par de planos que son de modo inquietante muy parecidos a las creaciones posteriores de Tarantino, Boyle y Aranofsky.

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