Dirección: Amy Heckerling
Duración: 90 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Sean Penn, Jennifer Jason Leigh, Judge Reinhold, Robert Romanus, Brian Backer, Phoebe Cates, Ray Walston, Scott Thomson, Vincent Schiavelli, Amanda Wyss, D.W. Brown, Forest Whitaker, Kellu Maroney, Tom Nolan, Blair Tefkin, Eric Stoltz, Stanley Davis Jr., James Russo, entre otros.
" La atractiva pero inexperta estudiante de primer año de la escuela Ridgemont de nombre Stacy Hamilton, solo sueña con encontrar a su hombre ideal. Pero cuando los malos consejos y los frívolos mejores amigos entran en la ecuación, encontrar el amor es más decirlo que hacerlo. Al mismo tiempo, el hermano mayor de Stacy, un tal Brad, está jugando con la idea de alejarse del amor. Y luego esta Jeff Spicoli, el despreocupado surfista compañero de clase de Stacy, que vive el momento y disfruta sacando de quicio al estricto profesor de historia el Señor Hand. Sin embargo, el tiempo y la vida no esperan a nadie. Quién sabe lo que nos deparará el mañana.
Lo primero que se me ocurre luego de ver esta cinta (que sucede que es un clásico y tiene la misma edad que yo o anda por ahí) es algo así como: un clásico moderno que pertenece a un género que es tan fácil de descartar porque muchas películas de ese género merecen ser descartadas.
En algún momento del metraje de este filme sobre la vida adolescente en una preparatoria cualquiera de los Estados Unidos, el personaje que interpreta el insoportable Sean Penn lanza a sus compañeros uno de sus grandes discursos filosóficos sobre lo que debe ser la existencia humana que resume la esencia de esta obra. Y dice: Todo lo que necesito son unas buenas olas, un buen porro y estoy bien.
Pero veamos, las películas para adolescentes suelen tener una vida útil bastante corta. Suelen ser producciones tan del momento en el que fueron concebidas y preocuparse tanto por lo que estaba de moda en ese instante, que terminan por caducar aun cuando sigan en cartelera.
Pero hay algunas grandes cintas de temática adolescente que siguen vigentes décadas después, y no solo como un ejercicio de nostalgia para los que las vieron en su momento, sino también para las nuevas generaciones. Estas cintas de temáticas juveniles con quinceañeros confundidos y calientes perduran porque abordan temas universales y atemporales que afectaron a los muchachos del pasado, de ahora y de siempre.
Se trata justo de creaciones como la que hoy me toca reseñar de manera breve (aunque no es de mi entera devoción), y que como dato curioso debe tener la mayor cantidad de títulos en castellano, cada uno más ridículo que el anterior. Para muestra un botón: en España se le conoce como Aquel excitante curso y en este lado del mundo como Picardías Juveniles o Picardías Estudiantiles, o Colegio de descarriados en Chile. En fin, como suele suceder con esas cosas, todo un autentico ejercicio de creatividad aplicada.
Siguiendo un año escolar en la vida de media docena de jóvenes, estos tiempos apresurados cubre en su narrativa todas las bases más que evidentes de los personajes. Por un lado tenemos a Stacy y a Linda, las dos atractivas chicas que están obsesionadas con crecer lo más rápido posible. Por el otro se desarrolla a Brad, el hermano mayor simplón de Stacy que intenta averiguar qué significará la vida desde fuera de la prepa el año que viene.
Y finalmente están Mark y Mike, los dos tarados que quieren ser más interesantes de lo que son. Y claro, también tenemos a Charles el deportista, y al citado Spicoli que es el sujeto que se la pasa drogado todo el día. Estas descripciones son más que lugares comunes, lo sé. Pero parte de las cualidades de la cinta son sus capacidades para empezar con clichés y luego desarrollarlos de forma creíble y real.
En contraste hay historias que se extienden y la mayoría de los personajes tienen algún tipo de objetivo o estructura temática que impulsa su historia, pero no se trata de una historia común y corriente desplegada en tres actos. Se parece un poco más a la vida real, cuando la gente va de una cosa a otra y trata de resolverlo sobre la marcha, como puede y como se le va ocurriendo.
No obstante, no hay una narrativa clara y ordenada, ni una conclusión manifiesta de aquellas historias. Se trata de una serie de fragmentos de vida en los que los personajes aparecen y desaparecen a medida que sus vidas mundanas y verosímiles se llenan de acción, incidentes y drama.
Por otro lado, cuando se suele hablar de este filme se mencionan dos cosas. La primera es el hecho de que el señor Cameron Crowe (periodista y cineasta que escribió un libro y el guión de esta obra) ya siendo adulto volvió a la escuela en cuestión y se hizo pasar por un adolescente para investigar y escribir el libro en el que se basaría todo el asunto.
La otra cuestión es la interpretación de Sean Penn como Jeff Spicoli que muchos aplauden, y yo en lo personal detesto con todo mi ser.
Ambas cuestiones se prestan a la discusión (como todo en esta vida), pero distan mucho de ser las razones que le han otorgado el rótulo de clásico moderno que muchos le colocan. A mi parecer, en su primer turno como directora la señora Amy Heckerling da tanta vida a Tiempos apresurados que merece tanto crédito como el mentado Crowe y su guion basado en su propio libro.
Y aunque Spicoli es una distracción bastante divertida para algunos, para mi es el personaje más unidimensional y menos interesante de la historia. Sin embargo, para mi disgusto las portadas y los carteles de esta cinta, que es como suele decirse una cinta coral (es decir, una labor de conjunto) suelen ser siempre una gran foto del mamón y marihuanas de Spicoli.
Pero nada de eso importa realmente, porque cualquier motivo que produzca que la gente siga hablando de esta película es bueno, ya que significa que más gente la verá y tendrá su propia opinión al respecto.
No sé si ya lo había expresado pero estos Tiempos presurosos (que se refieren a la precocidad tan propia de un adolescente) es un clásico moderno en un género que es tan fácil de descartan porque gran parte de el merece ser descartado. Pero cuando se hace más o menos bien, incluso algo tan desechable como una comedia adolescente de marcado acento sexual puede ser entretenida.
Eso si, la escena de la pizza en el salón de clases me pareció la cosa más horrenda que haya visto en una producción de este tipo. Solo me queda decir: Lamentable. Y claro, en ella está envuelto el mamón de Spicoli.
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