Todo tiene sentido cuando se está enamorado, incluso lo que a simple vista o a un análisis poco minucioso y detallado pareciera no tenerlo: la guitarra repetitiva de una canción de U2, un mapache rosa de peluche, una pulsera que en términos orientales representa la felicidad, un retrato austero con un marco navideño, un dibujo a lápiz, una tarde soleada, una noche estrellada, una conversación en las escaleras de una casa que no es la propia, la canción más estúpida y melosa del mundo como pueden ser las de Keane, etc.
Y una tarde ordinaria, tan ordinaria como muchas otras tardes (que cuando estabas enamorado si valían y mucho la pena) ya nada de lo antes mencionado tiene sentido. Ni sentarse a la puerta de la terraza a mirar la ciudad, ni leer a Cortázar, ni acostarse a escuchar una estación de radio local durante la tarde, ni ver películas por la noche o caminar por las calles sin rumbo o destino fijo y mucho menos usar el mismo pants como pijama todos los días; y qué decir de sentarse en una banca teniendo como único objetivo embriagarse de recuerdos, emborracharse de cafeína.
Quiero demostrar que me duele, quiero que todos lo sepan, aunque por fuera tengo esta sonrisa tonta. Me duele, pero no es tan malo como parece, al menos puedo contar que sigo vivo y que el miedo que tenía se ha terminado, he vuelto a sentir y no fue gracias a nadie, sino a mi mismo. El mérito es solo mio.
Después de todo, estos días no han estado tan mal y además a quien le importa si quiero llorar o no, si deseo escribir cosas tristes o si mañana escribiré cosas alegres, o que la mente se me está secando.
No lo sé, podría podría narrarles aquellas tardes de la secundaria que tanto añoro. Incluso, a veces cierro los ojos, me veo a mi mismo observando a través de la ventana lo que quería creer era mi casa; de igual forma podría relatarles de las tardes interminables de futbol mientras experimentaba mi complicada y solitaria adolescencia, caminando por las calles que olian a húmedad, a tierra mojada, a concreto ardiente o quizás describirles la manera tan fabulosa en la que el viento me recorría el rostro, y yo gritando en el silencio infinito de las calles, divirtiéndome como tal vez nunca más lo he hecho en la vida. Creciendo a la par de mis inseparables camaradas.
Les puedo expresar que sentí en aquella obscura y fría noche de agosto de hace algunos años, cuando probé unos labios extraños junto a los mios y por ello la primera noche sin dormir. También como no he podido separar al deporte de mi vida, en ese capítulo de mi existencia si existen historias que narrar, tantas victorias como igual número de derrotas; confundido porque lo único que anhelaba era creer en algo, creer en mi y lo conseguí. Sólo que a medias, me parece.
" Una parte de mí cree que soy un perdedor y otra parte piensa que soy Dios todopoderoso."
John Winston Lennon, 1970.
Comentarios