Director: Luis Buñuel
Duración: 85 minutos
País: México
Elenco: Estela Inda, Miguel Inclán, Alfonso Mejía, Roberto Cobo, Alma Delia Fuentes, Francisco Jambrina, Jesús García, Efraín Arauz, Sergio Virel, Jorge Pérez, Javier Amézcua, Mario Ramirez, entre otros.
" Un grupo de delincuentes juveniles vive una vida violenta y repleta de crimen en los marginales barrios pobres de la Ciudad de México, y la moral del joven Pedro se corrompe y destruye poco a poco por los demás."
Buñuel opinaba que una película debe comunicar indirectamente que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto. Y no mediante tesis abstractas sino con imágenes contundentes que revelan al espectador la injusticia y le niegan el consuelo imaginario: la felicidad continúa en el sueño, que no es la válvula surrealista a mundos paralelos.
Es muy dificil elegar una película del gran maestro de Calanda. Y lo es porque, con muy pocas excepciones, la suya es una filmografía magistral, plagada de obras maestras a diestra y siniestra.
Estamos ante una película redonda en la que Buñuel toma los postulados de ese cine realista tan de actualidad en aquella época pero haciéndolo completamente suyo (esto es, un Buñuel realista pero Buñuel antes que nada). Con ella pudo acometer un proyecto a la altura de su categoría tras algunas obras menores.
En pocas palabras, una película seca, vigorosa y tan obsesiva y cruda como pueda ser lo mejor del director.
Esta obra supuso una de las cumbres buñuelianas en su periplo mexicano. Y no es para menos, la película retrata con dureza y emoción a partes iguales el destino fatalista de unos adolescentes carcomidos por la pobreza y la desgracia. Una visión diferente de la marginalidad en las grandes urbes (no en vano, Buñuel nos advierte que lo que narra bien podría estar pasando en Londres, París o Nueva York) que se distancia de obras, en un principio, hermanas como las cintas neorrealistas de De Sica o Rossellini. Estas últimas son las obras abanderadas del mencionado movimiento cinematográfico de los años cuarenta, sin embargo, esta creación bebe de otras fuentes distintas, las fuentes del surrealismo moderado reconvertido a realismo poético de tintes bíblicos.
Tuvo muchas reacciones en contra por ensombrecer para muchos innecesariamente a México (a pesar del breve discurso inicial que mete Buñuel a mi entender para que la cinta molestara menos, o para justificar lo que venía, más que para plantear la cuestión como un problema universal). Aún así, como lo he señalado, no se liberó de críticas: que si no era mexicano, que si ofendía gratuitamente y una larga lista de agravios.
Buñuel se defendió afirmando que lo que aparece en la cinta si existía (estuvo unos meses visitando y empapándose de esos barrios, consultando casos en los archivos del Tribunal de Menores). Por lo tanto, de ese modo trató de dar una visión realista, usando para ello actores que no eran profesionales (algunas personas del reparto eran actores pero otros eran campesinos, gente sacada de granjas o escuelas), reflejando sus sensaciones sobre lo que le rodeaba y tratando una importante problemática social (reclamando soluciones desde la base) mostrándola según sus palabras, sin juzgar a los personajes.
De hecho, y pese a su esencia globalizante, la cinta navega en las costumbres, tradición y carácter mexicano como pez en el agua, y desmenuza con precisión el desarraigo generacional de una sociedad decadente que excluye de su prosperidad a malditos y desamparados. Pedro, uno de sus protagonistas, es un Oliver Twist de contorno más cercano a Donnie Darko que a Artful Dodger. Un maldito cuyo destino destila fatalidad desde el primer plano y cuya odisea predestinada recuerda la pasión del mismísimo Jesucristo. Así, Buñuel convierte a Jaibo, su otro protagonista, en un Judas libidinoso con la estampa de la mala suerte pintada en la frente. La relación que se crea entre ambos es el motivo de un recorrido agridulce y pasmoso por un purgatorio de almas diseccionadas con singular maestría por su autor: una madre irredenta y castradora, un ciego-trovador de bilis intacta y una rozagante prehistórica y precedente de una Belle de Jour bañada en leche.
Pero la cinta incorpora más detalles, no sólo es prima hermana del neorrealismo. En Francia gustó mucho a Breton y a los surrealistas y fue premiada en Cannes. Es por lo tanto un producto que no se limita al realismo más convencional y que recurre a elementos surrealistas y disparatados (menos de lo que al propio Buñuel le hubiera gustado incorporar pero algo hay). En este sentido el sueño es extraordinario (fantástica representación onírica de las obsesiones del niño) y merece la pena apreciarlo sin más, sin comentarios. Como digo, el quería introducir más detalles en este sentido, pero el tono realista y crudo de la obra era ya demasiada concesión para el productor, que le pidió que se ajustara un poco y que por ejemplo, desistiera de sus ideas de insertar más surrealismo.
Ahora bien, hay pocos aspectos de la crueldad humana que no estén en esta película, es un compendio de todos ellos. Madres que no quieren e incluso odian a sus hijos, niños descuidados convertidos en los peores y más horribles criminales (la sensación de impotencia que provoca cuando se aprovechan de los desvalidos es increíble), el abuso, la incomprensión del ciego a lo que hacen los jóvenes hasta el punto de desear que los exterminen, la explotación laboral de los niños, y lo que debería ser más increíble, lo mal que se tratan entre los miembros del mismo grupo, los jóvenes, que en lugar de apoyarse entre ellos están divididos.
Y es curioso como a la mitad de todo este caos, Buñuel, tiene tiempo para que al lado de lo absurdo e irracional de la existencia misma, logre rescatar sin mayores problemas un sentimiento de gratitud y pasión que impregna no sólo a Pedro, sino también a sus compañeros de desgracias, dotados de una humanidad y viveza poco estudiadas hasta entonces.
Por eso, en la conjugación sensacional de asco y belleza, Buñuel brinda con su obra una lección de humanismo que trasciende más allá del mero episodio de fatal cotidianidad urbana.
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