Director: Mel Brooks
Duración: 93 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Cleavon Little, Gene Wilder, Slim Pickens, Harvey Korman, Madeline Kahn, Mel Brooks, Burton Gilliam, Alex Karras, David Huddleston, Liam Dunn, John Hillerman, George Furth, Jack Starrett, Carol Arthur, Richard Collier, entre otros.
" Con el propósito de arruinar un pueblo en el oeste, un político corrupto con un alto puesto decide nombrar a un sheriff negro, quien para su mala suerte se convierte rápidamente en su más formidable adversario."
Si algún día deciden rebautizar o desean mostrar de manera gráfica la expresión chaqueta mental, yo propondría que les pusieran esta película. Para ello, hay que declarar y aceptar abiertamente que Mel Brooks es un tipo con un sentido del humor bastante cercano a lo punzante sin sal, y a lo satírico sin sutileza.
Poco antes de realizar su obra más popular Young Frankenstein (también de 1974), la carrera del cineasta originario de Nueva York no llegaba a alcanzar las ambiciones que buscaba. Después de haber ensayado con el mundo del teatro o la Rusia Revolucionaria, proyectos que se pueden considerar de algún modo creaciones interesantes, es muy cierto también que se encontraban muy al margen del cambio de dirección que decidiría tomar, así que Brooks se metió de lleno con lo que podría denominarse como el cine dentro de su cine.
En esta divertida, paranoica y original cinta, el director se atreve a hablarnos de temas como los prejuicios raciales, sexuales y de clases, todo aquello ocurriendo en una incipiente sociedad americana de 1856 a 1876, repasando todas esas problemáticas, al mismo tiempo se lanza a hacer una crítica ácida hacia el género del western en su forma más tradicional.
La trama de su obra es sólo una excusa para burlarse de los westerns, el racismo e incluso de la filmación de las películas en general, como se demuestra en el excesivo y excéntrico final que de igual manera decide romper con la famosa cuarta pared. La cuestión fundamental en todo esto es que como espectadores debemos suponer que nada de lo que ocurre en la pantalla debe tener algún sentido o deba de ser cercano a la realidad, se supone que sólo debe ser divertido y gracioso, y en la mayor parte del metraje sucede de esa manera.
Eso si, también hay que reconocer que es una de las películas más burdas, realistas y corrientes de la historia, y aunque no lo parezca todo ello es su principal fortaleza, a menudo se desarrolla como una parodia repleta de escenas y humor imprudentes y de actuaciones desequilibradas. Un ejemplo de esto es la famosa escena de las flatulencias, que de alguna manera se las ha arreglado para conseguir ser una de las escenas más divertidas de la película, y probablemente la escena sobre ventosidades más famosas y jocosas de todos los tiempos.
Sin embargo, la atención de la obra se centra en la forma en la que los negros fueron tratados en la posterior guerra acontecida en el viejo oeste después de la Guerra Civil en el país. Y la película es implacable en la forma en la que presenta a cada uno de los ignorantes personajes de piel blanca y la forma como tratan a los personajes de piel negra, lanzando en cada oportunidad la palabra que inicia con la letra N sin descanso y por supuesto dándoles todo el trabajo sucio que aparezca. De hecho, la esencia de la película se encuentra de manera muy clara en la inicialmente racista gente del pueblo de Rock Ridge que posteriormente decide rendirse ante el encanto y volverse unos fieles seguidores del sheriff Bart quien es de piel negra.
Como de costumbre, habrá que señalar que en esta creación Mel Brooks abraza la incorrección política con el entusiasmo con el que lo haría un niño pequeño, exponiendo en cada oportunidad líneas que expresan los personajes de manera muy abierta como: Me gusta violar, ¿Dónde está la mujer blanca? Y por supuesto, lo antes mencionado sobre la palabra con N, que es pronunciada in sinfín de ocasiones, tanto que casi se convierte en un signo de puntuación.
Mel se sale con la suya debido a que se abandona a su deseo profundo de hacer reír al espectador por cualquier medio, sin desperdiciar ninguna escena, ningún chiste (visual o de manera verbal). Lo cual hace dudar si es apropiado calificarlo como desesperado por hacer reír o un genio irreverente. Tal vez se necesita algo de genialidad para estar tan desesperado por una risa, o tal vez los artilugios cómicos de Brooks funcionan en un nivel freudiano, de tal manera que invitan a nuestros impulsos más vergonzosos a que se rían de lo que realmente no es gracioso.
El resto de los chistes es usado en demasía, sin perder su gracia. Ya que si no me estaba riendo, por lo menos estaba con una sonrisa en la boca. Mel Brooks firmó una película en la que estaba pidiendo risas y no precisamente ser tomado en serio, y no podría haber tenido un mejor final para ilustrar el hecho de que su producto no es más que una gran broma. No solía gustarme el final, pero ahora siento que es una prolongación de los limites surrealistas en una sátira. Sin embargo, mientras que los Monty Python lo llevaron a cabo con cierto nivel de sofisticación, Brooks no le teme a ponerse en el centro de lo absurdo con ello. Es como un artesano que construye una hermosa obra de arte, para luego tomar un martillo y empezar a destruirlo, y se necesita ingenio y muchas agallas para arruinar la premisa de una película, a través de simples bromas. Y al parecer funcionó, ya que la cinta fue la más taquillera de ese año. Y la gente se rió y sigue hablando de ella.
En fin, cine dentro del cine, crítica dentro de crítica. Solo queda gozar.
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