Director: Hal Ashby
Duración: 91 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Ruth Gordon, Bud Cort, Vivian Pickles, Cyril Cusack, Charles Tyner, Ellen Geer, Eric Christmas, G. Wood, Judy Engles, Shari Summers, Tom Skerritt, Susan Madigan, Ray K. Goman, Gordon De Vol, Harvey Brumfield, entre otros.
" Joven, millonario y obsesionado con la muerte, Harold es transformado para siempre cuando conoce a Maude, una mujer septuagenaria, en un funeral."
Hal Ashby tiene dos películas que lo señalan sobre las demás que realizó como un director sobresaliente y muy original: la que hoy me compete y Being There. De esta última ya escribí hace algún tiempo, ahora voy con la segunda.
Para empezar, habría que señalar que se trata de una película extraordinaria en diversos sentidos, especial y poco común, una especie rara y desconocida, una rara avis. La película de Ashby, una personalidad cinematográfica totalmente irreverente, no entiende de preceptos ni convenciones. La obra se trata de una magnifica alegoria que utiliza el director para retratar de manera surrealista y subversiva el estrato de cierta parte de la sociedad americana de inicios de los años setenta, que habia perdido de manera progresiva la fe en la humanidad. Esta película es la union entre estas generaciones perdidas.
Una cinta que fue un éxito inmediato entre la juventud norteamericana, convirtiendose rapidamente en una pelicula de culto. Desde luego tenia muchas medallas para conseguirlo. Su mezcla de humor negro, su filosofia de vida y su vitalidad hicieron de ella la creacion perfecta para todo aquel deseaba ver una obra singularmente diferente.
Es una obra que mezcla comedia negra, drama y crítica social. Desarrolla una insólita historia de amor, poco probable, simpática e inolvidable, entre un joven de 20 años caprichoso y una anciana excéntrica y jovial de 80. Invierte los papeles de los jóvenes y de los ancianos como recurso humorístico y como un medio de sátira del nihilismo de la juventud de los años setenta que vivió la guerra de Vietnam. Maude es pacifista, una mujer con una actitud que antepone los intereses nacionales a los particulares de cada nación y aficionada a defender los grandes objetivos comunes de convivencia, como la libertad y la justicia. Es simplemente un ser que necesita vivir en contacto con la naturaleza. Harold es el polo opuesto: introvertido, serio, ajeno a propuestas idealistas, vive prácticamente encerrado en su casa. Es un joven adinerado de alrededor de veinte años, apático, sin energía, sin ganas de conocer la vida y que tiene una madre con el síndrome de Munchausen (inventa o provoca síntomas para que parezca que el hijo está enfermo) y cuya mayor preocupación es fingir suicidios para llamar la atención de su madre.
La amistad entre los dos protagonistas, que deriva en amor por parte de Harold, se basa en la dinámica de la atracción de los opuestos. En este sentido, Maude facilita en el joven el descubrimiento de un mundo (hasta ese momento) desconocido para él: el mundo en el que reinan el optimismo, la ilusión, las ganas de vivir, los deseos de aprovechar todos los motivos de gozo en la vida. Maude le provoca a cantar, bailar, tocar el banjo, divertirse, amar a todos los seres vivos (animales o plantas) y a admirar la belleza que hay en el mundo al alcance de todos. Imprudente y temeraria en la conducción de un auto, siente pasión por la velocidad, las nuevas experiencias, la amistad y el amor. Maude le devuelve la vida y lo devuelve a la misma, a un joven que hasta antes de conocerla estaba muerto en vida.
Esa anciana mujer profesa una visión del mundo en el que se han eliminado los prejuicios y los tabús. No comparte las ideas convencionales y manidas sobre la juventud, la vejez, la carne, el sexo, el amor, la muerte y la felicidad. No es partidaria de las normas, las convenciones, las reglas y las prohibiciones. Detesta las prisiones, vivir cautivo, las rejas y todo lo que se le parezca a una jaula.
Los diálogos están en consonancia con la época de fuertes movimientos libertarios en Estados Unidos, aquellos que estaban a favor de la igualdad de derechos y que fueron acompañados de protestas pacificas que aparecieron como reacción al desastre militar que aconteció en Vietnam; todo ello aderezado de la filosofía hippie o clásica latina del carpe diem, es decir, el aprovechamiento satisfactorio de la vida día a día teniendo la consciencia de lo transitorio que es un organismo que se deteriora cada día y muere en poco tiempo.
Ashby elije cuidadosamente cada plano de esta película. Empieza con un seguimiento de Harold casi a ras de suelo, donde de manera indirecta nos muestra la opulenta casa, la forma de vestirse del muchacho, y el sentido de humor tan negro que contemplaremos durante el resto del metraje. El director no solo consigue planos de enorme belleza con atardeceres, despeñaderos o campos repletos de girasoles, sino que exhibe un gran oficio en planos que requieren mayor profundidad al igual que una gran dificultad.
Pero bueno, más allá de los toques cómicos dosificados de forma muy hábil, la película es un compendio de metáforas sobre la vida e induce seguramente a múltiples interpretaciones. Destacaría algunas de las siguientes:
- la necesidad y casi obligación de ser uno mismo para ser feliz, en contraposición a las pautas, normas y restricciones que nos imponen la familia, sociedad, religión y estado, representados en la cinta por la madre, el psiquiatra, el sacerdote y el tio de Harold, un militar de profesión.
- el miedo a la vida que representa Harold, con su aislamiento frente al mundo, que encuentra en Maude su puerta de entrada a los placeres y satisfacciones de la vida.
- el amor como forma de romper esquemas y convenciones establecidas, superando en este caso diferencias de edad, de clases sociales y de planteamientos vitales.
- la experiencia frente a la juventud o de cómo una persona joven busca en alguien mayor una especie de patrón, de ídolo o de modelo para definir su manera de enfrentarse a la vida.
- el encuentro de la felicidad por comparación con los sinsabores de la vida, sobre cómo valorar lo bueno de la existencia, tras conocer el dolor y la pérdida. Se aprecian más lo valiosos que son los buenos momentos, porque se han conocido los malos y se es consciente de que los malos tiempos pueden volver.
En mi vida jamás he tomado prozac, lo más cercano que he estado alguna vez de ese medicamento es cada vez que vuelvo a revisar los Soprano. Esta película para mí, es lo más parecido a estar enganchado al dichoso fármaco, creo que los psiquiatras deberían recomendarla a los pacientes que lleguen a su consultorio con depresión
En fin, una de esas obras que desgraciadamente parece condenada al olvido. A qué se debe esa exclusión, por supuesto, daría para otra discusión.
Comentarios