Director: Tom Tykwer
Duración: 81 minutos
País: Alemania
Elenco: Franka Potente, Moritz Bleibtreu, Herbert Knaup, Nina Petri, Armin Rohde, Joachim Król, Ludger Pistor, Suzanne von Borsody, Sebastian Schipper, Julia Lindig, Lars Rudolph, Heino Ferch, entre otros.
" Lola recibe una llamada desesperada de su novio Manni, que acaba de perder una pequeña fortuna que pertenece a un jefe de la mafia para la que el trabaja. Si Lola no consigue el dinero en veinte minutos, Manni sufrirá las consecuencias."
Todo el argumento de la cinta comienza cuando el aparente ladrón y novio de Lola, se encuentra atrapado y agobiado por una diversidad de problemas. El sujeto estaba encargado de realizar un trabajo para un importante criminal al que tenía que entregarle cien mil marcos cuando llegase el mediodía. Sin embargo, durante la realización del cometido, el dinero se le olvida en el tren en el que viaja y ahora se halla de pie al interior de una cabina telefónica pidiéndole a Lola que lo ayude, o se verá obligado a robar un supermercado local cuando transcurran los siguientes veinte minutos.
Por lo tanto, Lola cuenta únicamente con esos mismos veinte minutos para recaudar dicha cantidad de dinero y llevárselo al facineroso Manni. Sin embargo, lo fundamental de todo el asunto es que en el, no hay lugar para el error y las decisiones que ambos puedan tomar son una genuina cuestión de vida o muerte.
En mi caso, como en el de la mayoría de las personas, se trata de una obra que hemos visto en una oportunidad cercana al momento de su lanzamiento hace más de veinte años, o en su defecto se ha escuchado lo suficiente acerca de su reputación mucho antes de tener la oportunidad de verla y jamás fue necesario que se me animase a mirarla cuando aparecía en algún canal de la televisión. Es más, debo admitir que el filme fue una especie de obsesión, como tantas otras, en las épocas de juventud. Desde luego, a pesar de los años que han sucedido, seguía recordando algunos de los detalles primordiales de la trama y he vuelto a acercarme a ella con una mente abierta (como intento hacerlo con todas las películas que se dejan ver en mi pantalla), esperando que fuese digna tanto de mis recuerdos como de todos aquellos elogios que recibió en su momento.
Ahora bien, no puedo afirmar que luego de lo visto, la pueda calificar de una decepción o por lo menos no lo es en todos los niveles; no obstante sobresale precisamente en lo que corresponde a su estilo que evidentemente puedo definir como atrayente.
Visualmente, se trata de una cinta enérgica, en la que por obvias razones el elemento de correr se extiende en grandes porciones de su metraje, lo que después se convierte en una verdadera carrera contra el tiempo que es la pieza clave de toda la historia, acompañada por una banda sonora de estilo tecno noventera que persigue descaradamente a la protagonista mientras esta se apresura con dirección al mercado, donde se encuentra sufriendo el novio atracador mientras observa como siguen avanzando las manecillas del reloj.
Por otro lado, no estoy seguro de que la combinación que se hace entre dibujos animados y secuencias de acción en tiempo real a lo largo de la narrativa, estén bien conjuntadas, pero sigue siendo un componente que agrega la falsa impresión (o no) de que toda esta proeza era en realidad algo nuevo, pero sobre todo audaz.
Incluso, con la edición que posee de constantes cortes rápidos y los distintos subterfugios visuales que se emplean la acción no consiguió atraerme por completo, todo me resultaba bastante plano y sin vida. O eso advertía en un inicio. En esa misma línea, cabe recordar aquella camioneta de color naranja, una ambulancia que avanza a toda velocidad y que logra atravesar un vidrio enorme por la simple razón de que había que contar en la cinta con una toma en cámara lenta para ser capaces de apreciar como el gigantesco cristal se pulverizaba.
Pero veamos, lo atractivo del filme es que como creación en ella se niega todo lo que se supone que debe tener una película convencional como tal: trama lineal, resolución de los conflictos, motivación de los personajes y un largo etcétera. Es decir, el enredo flagrante que termina siendo la cinta no es sólo es señalado formalmente en algún momento, sino que es indicado justo en el comienzo por un par de citas gloriosamente pretenciosas, y por uno de los mismos personajes, que haciendo uso de una metáfora futbolística sopla el silbato y patea la pelota para que el partido empiece.
En ningún momento el director se entrega al ilusionismo, la película es casi como un libro de texto sobre la alienación, en la que dispone de animaciones, cortes vigorosos; además de la idea de que cada trama que conocemos es solamente el programa de televisión que la madre de Lola está observando, con situaciones inverosímiles, coincidencias, la simple casualidad y un tiempo tan elástico que se puede alargar o ensanchar tanto como se desee. Es por ello que, da la impresión de que no podrían existir la tensión como tal y mucho menos el drama en esta anécdota, porque uno se vuelve consciente de que nos ha arrojado toda clase de trucos como meros espectadores y también contra su propia protagonista, y puede sacar cualquier conejo que le plazca de la chistera (y vaya que lo hace), incluso burlándose de todos aquellos críticos que aprecian a su obra como una especie de dramatización sobre la aparente libertad que podría existir en un videojuego.
Y sin embargo, estamos atrapados con el drama y la tensión. Quizá porque el cine nunca ha tenido que ver con el concepto de personaje en el sentido de la literatura. Algunos pueden desacreditar a a ciertos guionistas famosos como Syd Field, pero el tipo tal vez tenía razón en una cosa: la acción también puede ser un personaje.
Llegados a este punto, ¿te sientes confundido? Deberías estarlo. Esta cinta no solo tiene como objetivo atraer al público, sino también generar que se sienten frente a la pantalla y terminen rascándose la cabeza. No todo es negativo, el director permite que la audiencia conozca la misma historia en tres ocasiones. De acuerdo, existen diferencias sutiles en cada oportunidad. En cualquier caso, si después de mirarla se sale de ella como si se necesitaran toda de clase de explicaciones, no debes ser el único.
Con tanta confusión, uno esperaría que haya algún tipo de razón profunda y significativa para toda esta arremetida visual que avergonzaría a cualquier director de la actualidad. Y ahí está. Junto a aquellos ángulos que se utilizan con la cámara que técnicamente se han denominado como inducidos por drogas, en los que el director sugiere mensajes relacionados con el destino, el azar, la fatalidad, la oportunidad y el tiempo.
De tal manera que, las partes más simbólicas de la cinta son las escenas en donde todo es de color rojo. En otras palabras, ¿cómo es que un tipo que se la ha pasado toda su creación presionando cada botón en el costado de su cámara, ahora decide agregarle algún significado a la historia? Para ello resolvió que los dos actores principales estuviesen acostados en la cama hablando sobre la vida, el universo y todo lo demás, mientras alguien sostenía un trozo de celofán rojo sobre la lente de la cámara. Obvio, ¿no lo crees? Y aunque no lo parezca, es efectivo de forma sorprendente.
No obstante, quedan algunas preguntas que provocan cierta reflexión de estas escenas. ¿Cuan verídica es la realidad? ¿Las relaciones que tenemos con otros guardan algún significado? ¿El destino nos controla o nosotros lo controlamos a el? ¿Libre albedrío o determinismo?
La mayoría de estas interrogantes se responden en las escenas rojas, que son, a diferencia del resto del filme, tomas directas tomadas desde arriba de los dos actores. Esta técnica solo se usa para el contraste.
Bien, hora de la verdad: mi juicio final. Es una buena película a secas. Me queda claro que es una película singular, tal vez confusa, pero merece la pena la experiencia. La peculiar naturaleza de su estructura es lo más valioso. Hay en ella como lo he citado, referencias al tiempo, al destino y al azar. Si todavía no la has visto, levántate y acércate a ella, deja de leer y comienza a caminar.
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