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Out of Africa (1985)


 

Director: Sydney Pollack

Duración: 161 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Mery Streep, Robert Redford, Klaus Maria Brandauer, Michael Kitchen, Malick Bowens, Joseph Thiaka, Stephen Kinyanjui, Michael Gough, Suzanna Hamilton, Rachel Kempson, Grahan Crowden, Leslie Phillips, Shane Rimmer, Mike Bugara, Job Seda, Mohammed Umar, Donal McCann, Kenneth Mason, entre otros.

" Un estudio de la vida de la aristócrata y narradora danesa Karen Blixen (cuyo seudónimo era Isak Dinesen) desde su matrimonio y partida a Kenia en 1913 hasta su regreso a su natal Dinamarca en 1931. Mientras lucha por mantener una granja donde se siembra café a través de diversas luchas y desastres, y se esfuerza por mejorar las relaciones con los nativos locales, su matrimonio de conveniencia con un caballero con titulo da paso de forma gradual a un romance duradero con el célebre cazador y aventurero Denys Finch Hatton."


Las adaptaciones de novelas famosas suelen ser apuestas seguras para los productores de cine que buscan una historia que llevar a la gran pantalla; a menudo cuentan con una base de fanáticos ya existente y se requiere de una promoción menos intensa para hacerse notar entre el torrente de nuevas cintas que se producen cada año. Una de estas adaptaciones, aunque no parece ser muy precisa, es la obra que hoy toca reseñar dirigida por Sydney Pollack, basada en la autobiografía de la escritora danesa Karen Blixen, también conocida como Isak Dinesen. La película obtuvo un notable numero de Oscars y otros premios en 1986, incluido el prestigioso galardón a la mejor pelicula, pero en retrospectiva el filme no parece tan extraordinario.

No quiero sonar como un cínico, pero en algún momento mientras miraba esta película, empecé a preguntarme si la diferencia entre África Mía (como se le conoce en este país) y una de esas cintas románticas hechas para la televisión no era que la primera en comparación de la segunda gozaba de un montaje más costoso, contaba con un presupuesto mayor y estaba más cuidada en cada detalle de su confección.

Como protagonista de la historia tenemos a Meryl Streep que encarna a la Baronesa von Blixen, quien haciendo gala de todo su virtuosismo, coloca un estupendo acento danés mientras da vida a la novia del Baron Bror von Blixen que posee una granja de café ubicada en Kenia. El citado Barón no es tan mal tipo, por lo menos no en el fondo, pero es un tipo raquítico (en todos los sentidos), y un avaro que además padece el defecto de ser mujeriego, que le termina por contagiar la sífilis a su nueva esposa y le pide uno que otro préstamo hasta que ella por fin se decide a echarlo de su casa. 

Llegados a ese punto, habría que decir que sin embargo no hay nada de que preocuparse. Un poco más adelante aparece el galán rubio Robert Redford, que interpreta al aristócrata británico de nombre Denys Finch Hatton, que poco a poco se va ganando la confianza de la dama en cuestión y comienza a merodear por el fondo y por supuesto es más guapo que el enclenque Barón. Aunque justo cabría señalar que aquí es donde arrancan los problemas conmigo porque su figura me parece completamente estereotipada. Es decir, es rico, pero no a raudales, mejor sería describirlo como que es un mortal que solo posee lo justo para no tener que morderse la lengua.

Desde luego se trata de un hombre valiente y aventurero. Y también es un hombre que aprecia la naturaleza. Y en determinadas circunstancias se muestra un poco misterioso. No obstante, es un ser sensible, ya que le gusta escuchar al gran Mozart. O dicho de otra manera, habla poco, pero cuando lo hace es con el corazón. Por cierto, nunca tiene que forzar a ninguna mujer porque simplemente no tiene que hacerlo (si comprenden a lo que me refiero). En este caso, lo más importante de la interacción es que escucha a la señora de abolengo y la comprende.

Según mi apreciación se trata de una figura familiar en las narraciones sobre heroínas incomprendidas. En otras palabras, se trata de sujetos que aparecen, por lo regular en momentos de crisis, y luego se marchan durante largos periodos hasta que aparece el siguiente tumulto en el horizonte. De ello, debe haber múltiples ejemplos, pero mencionaré de pasada aquel Harry York en Frances y a Larry Maddux en The Helen Morgan Story.

La formula que se emplea en esta clase de producciones es bastante rigurosa. Comienza con una dosis de alegría, seguida de tristeza, seguida de alegría, seguida de tristeza, seguida de alegría, seguida de tristeza (a veces empleando un poco de ese suspenso que se vuelve espeluznante) en este caso proporcionado por encuentros con un grupo de leones, y el final debe ser muy trágico o prometedor con tintes celestiales. En este caso, el aventurero Denys muere de la misma forma como vivió, de una forma repleta de emoción y la aristócrata que lo amó puede leer sobre su tumba un libro que tenga un titulo similar a Un atleta que muere joven.

Por otro lado, debo aceptar que la pelicula me pareció visualmente espléndida, en especial las tomas entre los dos amantes mientras disfrutan de un paseo en avioneta, un paseo que ocurre sobre altas cataratas y rodeados de enormes bandadas de aves acuáticas que cobran vida bajo el biplano que sobrevuela en picado. En aquellas secuencias el ruido y el traqueteo del motor se reducen casi a la nada, en consonancia con la naturaleza romántica de la historia, y aquellos molestos ruidos son sustituidos por la partitura de John Barry, completa y profusamente orquestada. Es como si se tratara de un viaje a Disneylandia.

Bueno, sentí pena por la mujer enamorada y el resto de los personajes durante las muchas tribulaciones que sufren a lo largo de la historia, en particular las muertes. Y desde luego me alegraba mucho cuando los personajes parecían llevarse bien, pasarlo bien en las comidas o en las cenas que compartían donde bebían y cantaban, cuando se enamoraban, o cuando obtenían una cosecha decente, o simplemente cuando lograban escapar de situaciones peligrosas.

Pero debo confesar que solo me emocione una vez: esto sucedió cuando Karen Blixen cae de rodillas tras ser presentada de manera publica ante uno de esos altos jefes, el Primer Ministro de Empresas Coloniales o como se llame su puesto, y ella le ruega que preserve parte de la que ahora considera su tierra y de la que en ese momento está siendo desplazada, para que sea usada como espacio vital para sus amigos los miembros de la tribu kikuyu. En ese preciso instante, cuando el alto gobernador representante indirecto del Colonialismo empieza a realizar toda clase de aspavientos luego de que ella le pide que le dé su palabra, justo entonces hace acto de aparición la esposa del anciano que se adelante y le dice con firmeza a Blixen: Tienes mi palabra.

Por último, Sydney Pollack fue un buen director y Merryl Streep y los demás son interpretes consumados, pero en esta oportunidad parece que se quedaron atrapados a la mitad de una telenovela localizada en África que parece interminable. No es una mala pelicula, pero es una historia realizada con una fórmula, una historia vista cientos sino es que miles de veces en la pantalla y plasmada en ella de mejor forma. 

Al final es un romance de postal, superficial y sin profundidad.

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