Dirección: Hou Hsiao-hsien
Duración: 138 minutos
País: Taiwán
Elenco: Chia-bao Chang, Neng Chang, Chih-Chen Chen, Han-wen Chen, Shu-Fang Chen, Bao-te Chiang, Tung-hung Chou, Ai Hsiao, Shu-Fen Hsin, Hsiang-Ping Hu, Tung-lai Kao, Chung-Wen Lin, Kuo-bao Liu, Cheng-ye Lo, Shun-lin Lo, Tse-chung Lo, Fang Mei, Mei-Feng.
" Esta exposición sobre la infancia y la adolescencia se inspira en gran medida en la niñez del propio cineasta. Como muchos de sus compatriotas, la familia de Hou se trasladó del continente a Taiwán en 1947 y nunca pudo regresar. La pelicula se centra en la brecha generacional de una familia separada de su herencia cultural."
En 1947 en busca de una vida mejor, un profesor desplaza a su familia del condado de Mei, en la provincia de Kwangtung (ubicada en la China continental) con destino hacia Fengshan, en el sur de Taiwán. Como consecuencia de la toma del poder por los comunistas en la citada China, la familia se ve obligada a permanecer en Taiwán, alejada de su hogar y su cultura tan tradicionales.
La hora de vivir y la hora de morir (como le han nombrado en castellano) una pelicula semiautobiográfico del director taiwanés Hou Hsiao-Hsien, es una historia compasiva sobre la lucha de una familia por adaptarse a vivir en una nueva sociedad. Basada libremente en los recuerdos de infancia del mencionado director, que llegó a Taiwán en 1948, la cinta narra el paso de la vieja generación y la aparición de una nueva. Para ello, el director narra su historia desde el punto de vista del hijo menor, Ah-Hsiao, a quien su abuela llama de manera peculiar Ah-ha.
La hora de vivir está rodada con un estilo reflexivo que permite una intimidad con el material presentado. En la primera mitad, la familia aprende a adaptarse a su nuevo entorno: los niños juegan al aire libre, cenan juntos y participan en pequeños rituales familiares. En ese sentido el protagonista Hou es observador de los cambios políticos y tecnológicos que tienen lugar en el trasfondo, señalando por ejemplo el creciente numero de coches y motocicletas en las calles, la instalación de electricidad en su casa, la mejora del tratamiento médico que reciben los padres y una carta de una tía que revela la serie de medidas económicas, sociales y políticas implantadas en la Republica Popular China por el gobierno del Partido Comunista conocidas como el Gran Salto Adelante.
Sin embargo, lo que no cambia, es el estatus de ciudadanos de segunda clase de las mujeres, representado en una escena en la que la madre sermonea a las hijas sobre sus responsabilidades en las tareas domesticas y cómo éstas deben anteponerse a la educación.
A medida que la familia envejece, aumenta la añoranza de su tierra natal. En varias ocasiones, la anciana abuela se desorienta y pregunta a los tenderos cómo llegar al puente del Mekong (localizado en China). Cuando la senil mujer se pierde, tienen que devolverla a casa en un taxi.
La segunda mitad de la pelicula muestra de forma dolorosa la pérdida de la orientación paterna y la desintegración de la familia. A medida que avanza la enfermedad, el dolor y la lenta desaparición de los padres tienen lugar directamente delante de la cámara, no en segundo plano. De tal forma que Ah-Hsiao y sus hermanos soportan de modo estoico la pérdida de ambos progenitores, pero su creciente implicación en la delincuencia y la pequeña criminalidad subraya la merma de estructura en sus vidas.
Sin duda esta es la pelicula más personal de Hou y está llena de imágenes de extraordinaria fuerza. Por citar alguna me conmovió ver la cara de Ah-Hsiao cuando observa la muerte por primera vez al entrar en la habitación en donde yace el cadáver de su padre, y cuando la familia comparte amorosos recuerdos del padre poco después de su muerte.
Respaldadas por una banda sonora de tintes liricos, las escenas callejeras y las imágenes de la vida familiar transmiten una autenticidad y una poesía visual poco comunes. Como sucedía en la obra Pather Panchali se Satyajit Ray, el pequeño pueblo de Taiwán se convierte en un microcosmos del mundo exterior.
Y como la obra maestra de Ray, es una pelicula triste, pero triunfante en su celebración de la maravilla de la vida y la fuerza del espíritu humano. La hora de vivir y la hora de morir no es sólo un cariñoso homenaje de un hijo a su familia, sino un testamento de la fortaleza de todas las familias.
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