Dirección: Christopher Nolan
Duración: 181 minutos
País: Estados Unidos / Reino Unido
Elenco: Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr., Alden Ehrenreich, Scott Grimes, Jason Clarke, Kurt Koehler, Tony Goldwyn, John Gowans, Macon Blair, James D'Arcy, Kenneth Branagh, Harry Groener, Gregory Jbara, Ted King, Tim Dekay, Steven Houska, entre otros.
J. Robert Oppenheimer, el creador de la bomba atómica es juzgado por sus supuestos vínculos comunistas en el pasado, al tiempo que acepta lo que significó cambiar la historia del mundo para ganar la Segunda Guerra Mundial. Esta es la historia de cómo el Prometeo americano fue expulsado por los Dioses por dar a la humanidad un regalo impensable: un poder sin igual, el poder de destruir el mundo, el poder del Olimpo.
Para empezar, creo que habría que advertirles a los fans de Nolan que se preparen para lo que tengo que decir sobre este filme. Porque luego de verla no entiendo muy bien cómo es que la han mencionado en cada una de las listas de lo mejor del año pasado. Porque si eres honesto, no hay forma de que esta cinta sea una obra maestra, por lo menos no para mi.
He visto todas las películas de Nolan. Desde aquella desconocida Following hace ya muchos ayeres, pasando por Memento que fue una especie de brillante carta de presentación con el gran publico para un joven director, y después su labor con Batman que elevó las producciones de superhéroes a experiencias asombrosas, descarnadas, y crepitantes de veracidad. Desde entonces ha tenido buenos y malos momentos, aunque en estos últimos suela tropezar bajo el ego de ser tanto el guionista como el director.
A Nolan le gusta abordar grandes ideas. A veces pueden ser los sueños y otras el espacio exterior. En esta oportunidad, profundiza en el tema de la física cuántica, pero queda relegada a una frase, en realidad que el protagonista le ofrece a su esposa antes de casarse con ella. En algún momento el le explica la física cuántica como si se tratara de un espacio en el que las partículas se atraen unas a otras, y luego se toman de la mano.
Durante las dos primeras horas de la historia, me perdí a lo largo de una ventisca compuesta de escenas cortas y dispares, una partitura musical constante y actores disparando diálogos que parecían interminables. De tal forma, que a lo largo del metraje tuve la sensación de que nunca me dejaron descansar, nunca estuve seguro de dónde o cuándo ocurrían las cosas.
El director solo ofrece dos títulos enigmáticos al arranque de la cinta: fisión y fusión (o quizá fuera al revés). Luego separa el periodo de tiempo donde sucede una audiencia publica con Robert Downey Jr. como protagonista volviendo al blanco y negro. Pero más allá de ese recurso y del maquillaje utilizado para envejecer o rejuvenecer al Oppenheimer encarnado por Cillian Murphy, nunca se sabe muy bien donde se está, o dónde encaja de modo secuencial o contextual en la historia.
Y vuelve la audiencia publica, pero también hay un interrogatorio a puerta cerrada con una manada de fiscales hambrientos, y luego una semblanza de la historia del protagonista: su vida amorosa, su implicación gradual en el gobierno, hasta que un general por alguna razón, le contrata para dirigir un sitio ubicado en Nuevo México. Todo esto que detallo suele estar mezclado, las escenas nunca duran más de unos segundos antes de pasar a otro lugar, a otro asunto, a menudo intercalado con planos enorme de luces que crepitan y explotan.
Quiero suponer que es una especie de metáfora visual del trabajo que realiza la estrella de la historia, de su teorización y contemplación, pero eso es todo para cualquier demostración del trabajo autentico que lleva a cabo el personaje.
Sin embargo, sin exagerar al cabo de una hora de historia, se nos ha dicho al menos diez veces que el físico cuántico en cuestión es brillante o un genio. Pero nunca se nos muestra por qué. Y este es el principal pecado de Nolan : es un narrador, no un cineasta. O un escritor, pero no realmente un director. Al final, el cine es un medio visual.
Pensemos ahora en gente que es muy capaz en hacer uso de ese medio como Spielberg (que tampoco es santo de mi devoción), y observe el despliegue que realizan los actores, la colocación de la cámara, todo ello al servicio de la narración visual de la historia. Incluso, un actor puede dominar el encuadre o estar de espaldas. Los personajes pueden moverse y crear un encuadre nuevo por completo. Su relación entre ellos y con la cámara permite que la historia sea contada.
En el cine de Nolan, el lugar al que se dirige la cámara es nada más que arbitrario. Y donde corta el plano tiene que ver con su guion, no con la reacción de los actores o con la conformación de la escena, de modo que el montaje parece fuera de lugar, torpe, el plano se aleja de un actor al comienzo de una reacción o vuelve con un actor que se halla en movimiento. Esto se debe a que el director está cortando para seguir el guion, confiando en el dialogo para contar toda la historia.
Es cierto que decide contar la historia del padre de la bomba atómica de manera principal a través de estas dos audiencias, la publica y la privada, por lo que se va a hablar mucho. Pero luego redobla la charla (o la narrativa si se desea) aun más.
A mi entender el personaje debe revelarse a través de la acción. No a través de otro personaje que lo explica todo.
Por supuesto que hay muchos cameos en la obra de Nolan, podría decirse que está plagada de estrellas. Pero en lugar de que la aparición de un actor de renombre ayude a aclarar el personaje retratado, termina por distraer.
Todo en esta película, en especial los primeros noventa minutos, me rebotaba como si se tratara de una piedra saltando sobre el agua. Es decir, las escenas son demasiado cortas, la música no paraba nunca, hay demasiados personajes, con frecuencia se estaba cambiando de tiempo y de lugar, sin estar muy seguro de lo que estaba pasando, y las caras famosas no paraban de aparecer. Y no entendía por qué todo estaba en ese tono que denominaría frenético.
Una vez que se llega a la mitad del metraje, y el proyecto Trinity se somete a una infame prueba, la historia se hunde un poco. Eso se debe a que el director por fin ralentiza las cosas, nos deja respirar en algún lugar del relato, nos permite sumergirnos.
Como sea, me sentí mas en sintonía con la segunda mitad de la historia, porque pude ser capaz de percibir el dilema, el conflicto emocional de Oppenheimer tras Hiroshima y Nagasaki.
No hay mucho más que decir. Me siento como si acabara de escuchar a un niño hiperactivo intentando contarme una historia que creía que ya conocía, pero que se volvió de modo innecesario enrevesada al contarla.
En realidad no aprendí nada nuevo ni sobre la física detrás de la bomba atómica, ni me hice una idea de la influencia del senador McCarthy de la época, según lo visto solo perseguían a Oppenheimer sin ninguna razón de peso que pudiera entender, hasta muy cerca del final, al parecer todo se debía a que tenia algunas reservas sobre el uso de su propia creación.
En conclusión, una cinta tan tediosa como decepcionante. No puedo recomendarla a nadie que busque una experiencia cinematográfica atractiva y significativa.
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