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The Natural (1984)


 

Dirección: Barry Levinson

Duración: 138 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Robert Redford, Robert Duvall, Glenn Closer, Kim Basinger, Wilford Brimley, Barbara Hershey, Robert Prosky, Richard Farnsworth, Joe Don Baker, John Finnegan, Alan Fudge, Paul Sullivan Jr., Rachel Hall, Robert Rich III, Michael Madsen, Jon Van Ness, Mickey Treanor, George Wilkosz, entre otros.

" En los años treinta del siglo pasado un desconocido bateador de mediana edad llamado Roy Hobbs con un misterioso pasado aparece de la nada para llevar a un equipo de beisbol perdedor a lo más alto de la liga en esta mágica fantasía deportiva. Con la ayuda de un bate surgido de un árbol golpeado por un rayo, Hobbs vive la fama que debería haber tenido antes cuando, siendo un lanzador en ascenso, es de forma inexplicable balaceado por una joven."

Se trata de un ejercicio extraño en todos los sentidos de la imaginación. En un momento puede ser tan seria como cualquier otra pelicula. Al minuto siguiente, un jardinero se estrella contra la pared, muere y sus cenizas se esparcen por el campo en un partido posterior. A pesar de las rarezas que aparecen aquí y allá, supongo que sigue siendo un clásico por una sencilla razón: al final debe haber gente a la conmueva de modo efectivo. Desde luego que ese no es mi caso.

Todo empieza en esta historia deportiva con la imagen idílica casi surgida de una postal sobre una granja ubicada en Iowa o Nebraska, en donde un niño de nombre Roy Hobbs juega al beisbol con su padre, luego lanza la pelota hacia la misma zona en donde el padre con un gis le ha indicado que debe colocarla, y desde luego entendemos que el muchacho tiene talento natural, pero eso no es suficiente según lo que expresa el amable papá. 

Llegados a ese momento crucial, se me ocurrió que lo que le faltaba al joven era algo relacionado a las emociones: ya fuese agallas o determinación, pero qué equivocado estaba. En realidad, todo tiene que ver con los elementos que conforman este relato.

En algún momento un rayo cae sobre un poderoso roble bajo el cual el mismo padre del comienzo se desploma hasta morir, partiéndolo en dos (al árbol, no al padre), entonces el joven Roy toma un trozo de madera de aquel malogrado árbol y lo talla en forma de bate de beisbol, bautizándolo con el apelativo de Wonderboy luego de que en el fondo vuelve a caer otro rayo muy al estilo del grupo AC/DC, mientras que en mi mente seguía oyendo aquel nombre susurrado que inicia con una H y que era Homer, no home-run, sino Homer como en Homero Simpson. Aunque en este caso, en la narrativa también se nombra al autor de la Ilíada y la Odisea.

La secuencia citada de Wonderboy inspiró el primer acto del legendario Homero al bate, el que inició la Edad de Oro, y la música se utilizó en otro episodio en el que Homero cumplía uno de sus sueños de toda la vid al conseguir un trescientos perfecto en una partida de bolos.

Sí, hay algo mágico en esa historia y en esa triunfante partitura de tintes wagnerianos creada por Randy Newman, un toque que inspiró el punto más alto de la vida de todo héroe americano: Homero. Pero en todo aparece un inconveniente, y es que los Simpson es una serie que está hecha para reírse. No estoy muy seguro de que esto suceda con El Mejor (como se le conoce en castellano a este filme), la adaptación que dirigió Barry Levinson de la novela homónima escrita por Bernard Malamud en 1952.

En muchos aspectos, esta película es similar a aquella obra también ochentera conocida como El campo de los sueños que protagonizaba Kevin Costner, y por dichas pretensiones debo aplaudirla por su enorme osadía y ambiciones. 

El argumento adopta una especie de visión metafísica del beisbol, revisitando el pasatiempo favorito de los Estados Unidos a través de un héroe casi mitológico, un hombre que posee un don para el beisbol y para los problemas al mismo tiempo, un hombre cuya aura conlleva algún elemento de fantasía elegida y que, sin embargo por alguna razón, nunca parece vengarse del Karma. 

De hecho, cuando lo vemos por primera vez a los 19 años, ponchando a un famoso pelotero de nombre Whammer en tres lanzamientos, es como si nada pudiera detenerle, excepto quizá una bala de plata que atraviese su estomago y su prometedora carrera. Debo admitir que me tomó desprevenido ese momento y pensé que la historia había acertado en su parte inicial, aunque nos pide mucho en términos de la suspensión de la incredulidad al pretender pasar a un Redford en ese entonces de 48 años por un joven en sus veintes, y según mi punto de vista no mejora después.

Por ejemplo, cuando transcurren 16 años después del terrible incidente que detiene su carrera lo contratan para jugar en un equipo llamado los Knights de Nueva York, Pop el cascarrabias que tienen por entrenador nunca le da la oportunidad de demostrar su talento y lo mantiene siempre por sus firmes convicciones en el banquillo. Es cierto que él es el jefe, pero cuando tu equipo ocupa el ultimo lugar, qué se puede perder, Roy podría haber lanzado por sus propios medios, haber contado la historia que involucra a Whammer, pero no, todo se destapa hasta que llega el momento adecuado en un día nublado en el que hace pedazos a una pelota de beisbol, mientras que en el fondo vuelve a caer otro rato. 

Sí, es otro momento espectacular, es gratificante hasta cierto punto, pero ese es el problema de la historia: siempre cocina todo a fuego lento, siempre esperando el momento oportuno, e incluso cuando es eficaz e inquietante en su forma de narrar, suele quedar un elemento artificial en el ritmo, y quizá peor en la caracterización del momento cumbre.

Y hay que señalarlo, Robert Redford es un goce para la vista y yo soy heterosexual hasta la medula, pero algún famoso critico tenia razón cuando solía decir sobre este filme que la pelicula parece estar más enamorada de la figura de Hobbs y su resplandeciente halo rubio que del asunto del beisbol como juego; por lo tanto nunca es el propio Hobbs quien se vuelve un instrumento para demostrar la belleza del deporte sino más bien lo contrario.

Y además, todos los que rodean al afable, bondadoso, virtuoso y bonachón que es Hobbs son corruptos y malintencionados hasta un punto que llega ser ridículo. Por ejemplo, entre ellos tenemos a el dueño que suele hacer uso de apuestas contra su propio equipo, o una bella mujer que solo ve lo mejor para su beneficio en la relación que mantiene con el genio y lo mismo realiza un manipulador corredor de apuestas que se le acerca, y finalmente un cínico periodista, hace o deshace carreras sin ningún escrúpulo con tal de ganar una buena cantidad de billetes verdes.

En aquel terrible microcosmos, donde las probabilidad y los dioses están en su contra, Hobbs solo puede contar con unos pocos apoyos que provienen de otros humanos: y ahí aparece Farnsworth como el entrenador que siempre está a su lado en el banquillo con una sonrisa benévola, o la piadosa Iris que alguna vez fue su novia y suele vestir de blanco portando a su vez una misteriosa aura angelical, suficiente para que Glenn Close se ganara una nominación al Oscar, y no me hagan hablar del niño del bate que se la vive sonriendo, que parece más bien una ilustración que se encontraría en un envase cualquiera de mantequilla de cacahuate. Ese niño casi me provoca ulceras estomacales.

Así que, a pesar de ser una hermosa, cursi y llena de clichés carta de amor al beisbol, todo se resumen en que los malos no tienen en absoluta ninguna cualidad redentora, y los buenos creen en Hobbs como si de algún mesías o algún santo se tratara. Todos los personajes son tan bidimensionales como un cartel publicitario, y en esa avalancha presente de buenos sentimientos a lo largo del metraje, de alguna manera deseé que el béisbol pudiera encontrar una manera y proporcionar un elemento un poco más desafiante en términos intelectuales.

Al final de la función, me puse a buscar algunos datos adicionales sobre la historia y leí que la novela en la que está basada era más oscura y tenia un final más complejo, pero esta cinta parece seguir el viaje de Hobbs sin preocuparse siquiera de explicar nada. 

Y muchas cosas ocurren sin motivo concreto, por citar un ejemplo de esto es que hay personaje (interpretado por Michael Madsen) que cuando Hobbs llega al equipo es el jardinero estrella y cuya salida de la historia surge por completo de la nada (en el comienzo narre un evento sobre unas cenizas que se esparcen sobre el campo), por lo que en su momento me pregunté si aquello había que tomárselo con humor o no. Pero de los muchos puntos que comprometen el disfrute y la credibilidad de la historia, el peor es quizás el final.

Como dije al principio, puede ser una pelicula realmente extraña en grandes porciones del metraje. O tal vez debería calificarla como dispareja. Es casi como si el director Levinson no comprendiera lo fuera de ritmo que usa sus cambios de tono dramático a medida que avanza la historia. Y mientras que algunos ven esta característica como algo único y que brinda a la cinta su propio estilo, yo lo veo como algo negativo y que le resta puntos.

En fin, la pelicula cuenta con una belleza visual y una gran edición de sonido que son innegables, con una bella fotografía y una maravillosa partitura de Randy Newman. Pero la historia decepciona. Es una fábula que se queda corta, poco creíble y en general, a medida que la trama se alarga, poco interesante o entretenida. 

Esta pelicula de beisbol te deja con ganas de ver una pelicula de beisbol de verdad. ¡Qué ironía!

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