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Chariots of Fire (1981)


 

Dirección: Hugh Hudson

Duración: 124 minutos

País: Reino Unido / Estados Unidos

Elenco: Ben Cross, Ian Charleson, Nicholas Farrell, Nigel Havers, Daniel Gerroll, Ian Holm, John Gielgud, Lindsay Anderson, Nigel Davenport, Cheryl Campbell, Alice Krige, Dennis Christopher, Brad Davis, Patrick Magee, Peter Egan, Struan Rodger, David Yelland, Yves Beneyton, entre otros.

En el Reino Unido de principios de los años veinte, obsesionado por las clases sociales y dividido por cuestiones religiosas, dos jóvenes y decididos corredores se entrenan para los Juegos Olímpicos acontecidos en Paris en el año 1924. Por un lado Eric Liddell, un cristiano devoto nacido de misioneros escoceses en China, considera que correr forma parte de su culto a la gloria de Dios y se niega a entrenar o competir en domingo. Por el otro, Harold Abrahams se sobrepone al antisemitismo y a los prejuicios de clase, pero descuida a su amada Sybil en su decidida búsqueda por el éxito en el deporte.

Procedentes de entornos diferentes, dos hombres se unen para representar a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de 1924 en la prueba de velocidad en pista. En primer término tenemos a Harold Abrahams que es un académico judío, conocido por ser muy rápido, habiéndose convertido en el primero en superar un antiguo reto universitario de correr alrededor del patio luego de que suenan las doce campanadas del mediodía. 

Y en segundo lugar está Eric Liddell quien es un devoto cristiano escocés y estrella del rugby que ha sido elegido para llegar a lo más alto en su campo de acción como forma de promover el cristianismo. Desde luego, los dos hombres se enfrentarán a diferentes obstáculos para llegar a su meta, pero ambos se esforzarán por llegar a las Olimpiadas con un solo objetivo: la victoria.

Durante años pensé que había visto esta pelicula en algún canal perdido de la televisión y hace poco me di cuenta que no. Es decir, recordaba las escenas más famosas y reconocía por supuesto la música de mi adorado Vangelis, pero no podía recordar mucho más, así que sólo pude suponer que mis conocimientos sobre ella provenían de la cultura popular y no de primera mano. 

Sin embargo, luego de haberla visto por primera ocasión debo admitir que bien podría haberlo hecho en cualquier momento de la vida y haberla olvidado por completo, porque es una obra totalmente intrascendente que tiene como único propósito el hacer sentir al espectador estar muy orgulloso de ser británico recordando en todo instante lo positivo que es ser soso. 

Según veo la trama es interesante en teoría, pero la realización y la ejecución de la misma no va a ninguna parte y se queda en la superficie del material de origen con una historia que va más sobre el acartonamiento y el decoro, pero sin carácter, compromiso emocional o pasión desbordada por la competencia deportiva.

Estoy consciente del hecho que las películas británicas de época tienen fama de ser muy introspectivas y comedidas, pero las mejores en ese género contrastan todos esos elementos con lo que hay debajo en esta historia, que parece decida a ignorar todo lo que ocurre entre las palabras escritas en el guión.

Éxito de taquilla y clásico del cine británico, el contenido y la intención, el subtexto y el texto de Carros de fuego están en constante oposición. Así pues la película pretende celebrar a los oprimidos, los perseguidos, el mérito que poseen los ideales, las creencias personal y el valor, pero propugna los valores victorianos, el fundamentalismo religioso y gira en torno a un par de héroes que existen para ganarse el favor de una clase aristócrata glorificada.

Así, aunque se presentan como figuras que se rebelan contra lo establecido, Harold y Eric realizan algo completamente distinto, defendiendo el elitismo, la competencia y las tradiciones nacionales y religiosas de la aristocracia. A mi parecer la obra pretende hablar de una Inglaterra opresiva y clasista de los años veinte del siglo pasado, pero está hambrienta de elitismo.

Además, resulta significativo que la mayor parte de la historia esté impregnada de mofas xenófobas, ataques a otras nacionalidades y ataques en especial a los franceses. En otros lugares, el director coloca los peores comentarios antisemitas en boca de veteranos discapacitados de clase obrera. 

En pocas palabras Liddell y Abrahams parecen rebelarse contra un cierto orden (o triunfar a pesar de él), pero ejemplifican sus tradiciones y valores por encima de cualquier otro en la pelicula. De hecho, Liddell es demasiado conservador incluso para la aristocracia: cree en Dios por encima de la patria, una lealtad mucho más arcaica. Y por mucho que Abrahams se queje, lo que más desea es formar parte de la aristocracia que supuestamente desprecia.

Como ya aludía a ello en otra parte, está diseñada para despertar el nacionalismo más básico y visceral del público (Thatcher la utilizó para recabar apoyo para su Guerra de las Malvinas), pero también resulta fascinante como una obra de arte y ensayo de Rocky (haciendo uso del recurso del viejo mentor cascarrabias y la frase motivacional más rancia de sé todo lo que puedas ser, haz tus sueños realidad) solo que con menos piel y más rigidez en los labios.

Gran parte de la narrativa consiste en potentes tomas en cámara lenta de hombres corriendo, hordas de espectadores coreando y celebrando en las tribunas, así como algunos músculos palpitantes al ritmo de una partitura ya icónica de mi admirado Vangelis. Aunque la música del compositor griego se yuxtapone de manera extraña a los valores y la estética más primitivos del filme (no obstante que algunos señalan que las melodías de Vangelis inspiradas en Wagner son en sí mismas un asunto retro).

Carros se basó en una historia real, pero modificó una serie de elementos sutiles para reforzar su historia sobre un par de desvalidos. En la vida real, Abraham no se identificaba con el judaísmo, acabo volviéndose católico, era bebedor, no era un adicto al trabajo, no aspiraba a ganar una medalla de oro, y su riqueza le aseguraba un posición privilegiada en la sociedad inglesa y por lo tanto no tuvo que luchar contra los prejuicios para ser admitido en Cambridge.

En el caso de Eric, hacia tiempo que sabia que su carrera se iba a celebrar en Domingo, no hubo encuentros con el Príncipe de Gales y el publico internacional apoyaba a los británicos y abucheaba a los estadounidenses, lo contrario de lo que muestra la creación de Hudson. Y aunque la pelicula retrata la Gran Bretaña de los años veinte como un hervidero de antisemitismo, tales sentimientos estaban relegados a unos pocos sectores de la clase dirigente.

Eran los gobernantes británicos quienes odiaban a los judíos (no la clase obrera), ya que los asociaban con el marxismo que buscaba la destrucción de la explotación de clases y la aristocracia. 

De manera normal me molesta que los cineastas jueguen con los hechos históricos, así que no estoy sugiriendo que deberían haber alterado la historia para concebir una narrativa más convincente. Simplemente creo que no era una anécdota interesante de modo suficiente como para hacer una pelicula de ella.

En general, se trata de una pelicula británica acartonada en la que no ocurre nada interesante más allá de la simplista pieza de patriotismo y narrativa. Debo decir que la narración es aburrida y los personajes podrían haber sido sustituidos de manera sencilla por ladrillos sin perder profundidad.

Y claro, el reparto se esfuerza por producir una pelicula de época muy británica y seria, pero el material no les da nada con lo que trabajar. Goza de cierta culminación en el nivel de parecer competente y ser muy británica y supongo que eso debe ser suficiente para algunas personas; para mi mala fortuna dos horas después decidí que no era suficiente para mi.

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