Dirección: Maurice Pialat
Duración: 110 minutos
País: Francia
Elenco: Isabelle Huppert, Gérard Depardieu, Guy Marchand, Humbert Balsan, Bernard Tronczak, Christian Boucher, Frédérique Cerbonnet, Jacqueline Dufranne, Willy Safar, Agnès Rosier, Patricia Coulet, Jean-Claude Meilland, Patrick Playez, Gérald Garnier, Catherine De Guirchitch, Jean Van Herzeele, Patrick Poivey, Xavier Saint-Macary, entre otros.
Tras una noche desenfrenada en una discoteca parisina abarrotada de gente y un encuentro fortuito con el indolente ex presidiario apodado Loulou, la joven contadora Nelly toma una decisión repentina pero consciente. Harta de su aburrido y poco aventurero marido llamado André, la mujer se arma de valor y abandona su cómoda vida burguesa y a sus amigos, con la intención de cambiar su apática existencia por una excitante vida con su seductor y libertino nuevo compañero.
Pialat fue sin duda uno de los cineastas más interesantes del último cuarto del siglo pasado. Interesante por la integridad y la coherencia que poseía, y también por la sana sencillez de la que hacia gala en cada oportunidad dentro de sus proyectos.
A mi parecer hacía uso de una gran intuición en estas películas tan directas (como de la que hoy hago la breve reseña), un gusto por lo espontáneo y por lo elemental en la narrativa. También en esta pelicula trabaja sobre un pequeño lienzo. Dicho de otra forma, los personajes de Pialat son seres humanos en pleno derecho, sin idealización, lo que confiere a sus creaciones una fuerza brutal y del mismo modo tácita y muy concreta: la violencia, la brutalidad, lo instintivo y la animalidad de la gente corriente han encontrado siempre en este director un observador de una competencia admirable.
¿Qué es lo que atrae a una mujer adinerada para que abandone su mundo privilegiado a cambio de un futuro incierto? El aburrimiento, simple y llanamente, o eso parece ser lo que motiva a Nelly, una mujer que tiene una buena vida con André, su marido que es un ejecutivo de publicidad, y que con sus decisión lo eche todo por la borda cuando conoce a un tal Loulou.
Al final, solo se trata de un delincuente de poca monta que lleva una vida marginal, pero que aporta una nueva emoción a la vida de esta hastiada mujer parisina.
Desde luego este tema ya se ha tratado en otras ocasiones dentro del cine, sin embargo el director Pialat resolvió abordar un ángulo diferente en una relación entre dos personas de estratos opuestos de la sociedad. Y su obra se centra más en el estilo que en la sustancia, ya que nos introduce en el mundo de Loulou, un hombre que no ha llegado a conseguir mucho en su existencia, pero que tiene un efecto magnético sobre Nelly.
Es decir, se trata de forma muy básica de una historia en la que Nelly despierta a situaciones sensuales que nunca sintió con el impasible André.
En el inicio que ocurre en una discoteca, la joven Nelly baila con un tipo para disgusto de André quien es su marido y, el hombre que la acompaña. En algún momento de la noche ambos discuten, André la abofetea, entonces ella decide pasar la noche con su compañero de baile el tal Loulou, y disfruta de su fuerza erótica; y además convive con el populacho por así decirlo.
En ese sentido, la escena de la fiesta campestre con la gente humilde, la familia de Loulou está muy bien lograda. Estas son las personas con las que ahora entabla una amistad, incluso llega a participar en un robo, la fémina tiene necesidad de aventura.
Por añadidura diría que Pialat considera que la sexualidad y el acto sexual son el núcleo, el motor y el objetivo de las relaciones humanas cotidianas. Este es el centro, el corazón de las interacciones humanas, el centro de la esfera. Si miramos a nuestro alrededor, veremos que esto es cierto. No hay en esto ninguna expresión sobre el amor o la plenitud; la antropología de Pialat es precisa y transparente. En otras palabras, los mecanismos son sencillos, son reales.
En este filme existe una corriente de naturalidad, sinceridad y energía que le otorgan a la historia cierta frescura y encanto. Aunque la historia es sucia, sórdida y banal; el relato es como acabo de señalar encantador a su manera como sorprendente obra de arte.
El material de la pelicula es en extremo sencillo. Como ya la comenté, la joven que procede una familia acomodada y no necesariamente de piel fina pasa de un hombre violento y zafio a un ser rudimentario totalmente absorbente como bribón rudo pero sensible, que no quiere trabajar pero roba. Ella trabaja, pero va a ver a su ex por diversas razones, muy pocas de las cuales nos quedan claras.
Como suele ocurrir con este director, no hay rastro de idealización, su objetividad es casi inigualable. No comenta los hechos que se muestran en pantalla. En un determinado momento de la pelicula, los protagonistas están tumbados en un sofá, holgazanean mientras ven la televisión. Un ex presidiario que vive con ellos se sienta en el extremo del mismo sofá, a los pies de la pareja. Mientras tanto, la mano de Loulou acaricia de forma perezosa uno de los pechos de Nelly. Así es, Pialat nunca intentará hacer pasar la fisiología por poesía.
Famosa por aquella escena en la que se rompe la cama, asi como por una toma peculiar en la que Huppert desaparece entre dos autos que se hallan estacionados, y cuando la cámara se mueve la vemos en el piso de donde la levanta Depardieu.
Se trata de una película que es un entretenimiento absorbente, inteligente, adulto y muy lento. Tanto que puede aburrir a cualquiera. En realidad, esta pelicula está mal titulada, ya que, aunque es Loulou el catalizador para que Nelly cambie de vida, la historia se centra más en ella que en él. O quizás es que es la representación de su matrimonio en ruinas es en términos dramáticos más interesante que la holgazanería del ex convicto vestido de cuero al que encarna Depardieu.
Si el personaje de Loulou está poco esbozado, puede que sea para mantenerlo como un enigma, el misterioso chico malo que las mujeres siempre parecen preferir. En un momento dado, Nelly dice de su amante una frase que resume toda la esencia de la pelicula: prefiero a un gandul que coja, a un rico que me fastidie.
Ante palabras tan sabias, no queda más que agregar.
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