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Czlowiek z marmuru (1977)


 

Dirección: Andrzej Wajda

Duración: 165 minutos

País: Polonia

Elenco: Krystyna Janda, Jerzy Radziwilowicz, Tadeusz Lomnicki, Jacek Lomnicki, Michal Tarkowski, Piotr Cieslak, Wieslaw Wójcik, Krystyna Zachwatowicz, Magda Teresa Wójcik, Boguslaw Sobczuk, Leonard Zajaczkowski, Jacek Domanski, Irena Laskowska, Zdzislaw Kozien, Wieslaw Drzewicz, Kazimierz Kaczor, Ewa Zietek, Elzbieta Borkowska, entre otros.

En el año de 1975 una joven originaria de Cracovia realiza su pelicula de fin de carrera en la que examina entre bastidores la vida de un albañil de los años cincuenta de nombre Birkut, que fue brevemente un héroe del proletariado cómo se creó ese heroísmo y que fue de él. Para ello, se hace con grabaciones censuradas y entrevistas a sus amigos, a su ex mujer y al cineasta que lo convirtió en un héroe. Birkut queda retratado: creía en la revolución obrera, en la construcción de viviendas para todos, y sus propias virtudes fueron su perdición. Su estilo enérgico y el contenido de la pelicula inquietan a su supervisor que cancela el proyecto con la excusa de que se ha pasado del presupuesto. La narrativa muestra como la pelicula debe llevarse a buen puerto.

El hombre de mármol nos cuenta la historia de una cineasta que quiere realizar como tesis cinematográfica un documental sobre uno de los héroes del regimen comunista de Polonia, un hombre sencillo llamado Mateusz Birkut, un albañil famoso por construir viviendas para todo el pueblo, y que le convirtió en una figura de culto en su país.

Para conseguir terminar su proyecto, la cineasta intenta encontrar a Birkut, una figura popular que desapareció hace tiempo sin ninguna explicación, y tratará de descubrir qué ocurrió con esa figura mítica. 

Más adelante se dedica a entrevistar a quienes le conocieron y a observar viejas filmaciones suyas, la cineasta realiza una gran obra sobre este hombre, pero sus jefes quienes son propietarios de los fondos (los del gobierno socialista) para la realización de la pelicula no están muy contentas con ella, pensando que puede ser un proyecto perjudicial para ellos.

Si la historia te suena un poco a Ciudadano Kane, prepárate para innumerables flashbacks, idas y venidas en el pasado de Birkut, y un final casi inconcluso al igual que la obra maestra de Welles. Pero espera, luego de verla descubrí que el final de este viaje aparece en El hombre de hierro, también dirigida por el propio Wajda (y de la que ya escribí su respectiva breve reseña en este espacio).

El hombre de mármol (término que hace referencia a las estatuas de dicho material que sirven de propaganda hechas a imagen y semejanza de Birkut) es una poderosa y brillante historia sobre la importancia del pasado en la vida de cualquier persona, es lo que nos lleva a buscar el futuro con mejores ojos, y en la historia nos vemos de forma constante arrastrados hacia él para obtener algunas respuestas sobre el futuro del protagonista: ¿está vivo¿ está muerto? ¿por qué desapareció?

Y no solo eso, se vuelve un gran logro al mostrar cómo se hacen los documentales, tanto el trabajo del protagonista como los realizados por el gobierno, donde Birkut y sus amigos fueron entrenados para parecer importantes ante la cámara. Y por supuesto, un trasfondo político e histórico que revela muchas cosas sobre Polonia y lo estricta que era la sociedad en los años cincuenta e incluso en los setenta, con un control absoluto sobre todo lo que se filmaba, se decía y todo lo demás.

Atrevida en muchos sentidos, la cinta nos presenta la triste realidad del comunismo con realidades enmascaradas donde todo se presentaba como positivo, pero en la superficie no todo era tan bueno, y Birkut se da cuenta de ello tras un doloroso incidente y tras la sospecha de que su amigo era un espía, algo que el nunca quiso aceptar, y que le llevó a pelearse con quienes le colocaban en una posición ventajosa tanto con la gente como con el gobierno.

En otro orden de ideas, considero que por un lado Wajda realiza una astuta autocrítica de los medios de comunicación y de lo que significaba tener una cámara o un micrófono o una combinación de ambos en una espacio cuando este es voluminoso y lleno de ruido, donde las luces estorban (y un medio que crea atmósferas, como lo hace el cine en una sala). 

Pero también se convierte en un drama envolvente en un tono riguroso sobre el peaje personal, mental y emocional que hay que pagar bajo la opresión política y un estado exacerbado de un gobierno que siempre sabe que es lo mejor para ti (y que trabaja de forma constante y despiadada en las sombras ) y que cuanto más investigas sobre un tema, menos lo conoces.

Todos estos puntos de referencia sirven de poco para precisar lo que es tan directo y poderoso en el cine de Wajda, que es lo poco espectacular que parece ser, y que no se trata de un cine cercano a Hollywood, sino algo más personal. Podría calificarse como inquebrantable pero nunca carente de emoción o de sentido intimo de profundidad. 

Destacaría el hecho de que Radziwilowicz quien interpreta con gran simpatía a ese personaje que a lo largo del metraje intenta hacer lo que se espera de él, hasta que todo el asunto se vuelve demasiado y el hombre se quiebra (después de todo, le lanza un pescado a un funcionario).

En concreto me quedó con aquellas escenas en las que lo vemos a través de dos lentes distintas: a veces tenemos escenas dramáticas directas en las que lo miramos desarrollarse y cambiar como si fuese un personaje pensante, cuestionador y perplejo, obligado desde el principio a ser de una manera con esos ladrillos y resulta ser que no lo es. 

Luego entonces nos damos cuenta de que está atrapado en una máquina comunista, cuando está ante la cámara y le obligan a hablar o actuar de una determinada manera (hasta que dejar de jugar el juego, por así decirlo).

Así que, a pesar de todas mis asociaciones y notas anteriores sobre es como esto o aquello, se trata de una obra singular, ferozmente reflexiva, con un final aplastante y una de las cintas destacadas de 1977 (un año infernal).

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