Director: Federico Fellini
Duración: 174 minutos
País: Italia/Francia
Elenco: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Magalo Noël, Lex Barker, Annibale Ninchi, Walter Santesso, Jacques Sernas, Riccardo Garrone, Valeria Ciangottini, Nadia Gray, Alain Cuny, Ida Galli, Audrey McDonald, entre otros.
"Una serie de historias ocurridas durante una semana en la vida de un periodista y paparazzo que vive en Roma y al que le gusta ejercer de Don Juan todo el tiempo."
Uno de los grandes clásicos de Fellini. Película sombría y punzante, a veces parecer ser tan excesiva, tan recargada que el resultado parece quedar tan mermado a pesar de ser de manera indiscutible tan buena. La ultima vez que la vi he cambiado de opinión. Me fascina como siempre, pero esta vez no hay cansancio, sigo pensando que sobran minutos, lo que quiere decir que todo queda claro y algún momento es redundante, pero esta vez el metraje no se resintió, incluso el que me parece superfluo por reiterativo y todo tiene la misma fuerza. De todas formas, tal vez la próxima vez opine lo contrario, esto con Fellini es normal.
Estamos ante un cine profundamente moral, dividido en episodios sin un argumento inflexible (sucesión de fiestas y encuentros diversos en la noche romana) y con momentos de gran potencia visual (léase Anita Ekberg en la Fontana di Trevi que es ya una imagen antológica). Un cine alejado del neorrealismo (a la propia Anita se lo preguntan y le ordenan que responda que está muerto) y agresivamente subjetivo, Fellino incomodó creando un mundo propio, reflejo de la realidad, pero reflejo personal al fin y al cabo que importunó a los defensores del realismo crudo como única forma de realizar un cine humanista y eficaz. Es decir, aparecen bellisimas composiciones y se explotan las imágenes buscando la fascinación estética en la forma de situaciones que son criticadas mordazmente en el fondo. Esto hoy está superado y parece absurda la controversia, sin embargo cuando fue filmada la cinta provocó airadas reacciones en contra.
Nos retrata la decadencia, perversión y frivolidad de una sofisticada pero corrompida aristocracia, la banalidad del Star System y desde luego, los parásitos que lo rodean, esos periodistas y paparazzis (de aquí surgió el termino) que ayudan al juego o mendigan fotografías e historias amarillistas con las cuales alimentarse. También nos habla de la religión y la iglesia en uno de los episodios más flojos en mi opinión. En ese punto da la sensación de que se desvia y de que empieza a querer abarcar demasiado.
Fellini fue un director versátil e imaginativo, favorecido con una abundante creatividad, capaz de abordar de manera audaz diversos registros. Un hombre observador, polémico, sensible y desinhibido, destacando con su estilo que mezcla la extravagancia, el realismo y una delicadeza que alcanza niveles inauditos de lirismo; aunado a dosis de ironía, el desparpajo, el surrealismo, los momentos oníricos, la crudeza tratada con cierta dosis de compasión y, para resumir, el retrato social pintado con las artes de un maestro.
Un maestro que lo mismo despertaba la nostalgia con el reflejo de un pueblo italiano con su carga de costumbres, personajes característicos y el sentir individual y colectivo de la gente, que nos removía la conciencia con su mirada cruda y compasiva hacia los arrabales romanos o, como en el caso de esta obra, un despliegue delirante de noches locas.
La dolce vita es un homenaje espontaneo y visceral a la vida nocturna. Un homenaje duro, chocante, atrayente, repelente y embriagador. Con su ojo curioso y detallista y un guión firmado por varias plumas brillantes (entre ellas la suya) Fellini dejó en libertad a la inspiración, basada en conseguir estampar lo insustancial, en lo anecdótico y en los delirios de las multitudes, en el deambular frenético de los distintos sectores sociales de la ciudad.
Periodistas como Marcello Rubini (Mastroianni, vibrante y decadente en su papel) y reporteros gráficos sin más objetivos que lograr la caza de noticias sensacionalistas y de fotografías impactantes, que se mueven en hordas con ese instinto que posee el depredador que huele a su presa.
Personas de clases acomodadas y de la aristocracia que derrochan sus horas sin propósito en fiestas que alcanzan elevados niveles de desmadre, donde el alcohol corre en abundancia y diluye las fronteras de la inhibición. El espectáculo está servido, y no resulta fácil de seguir ni de asimilar. Chocante como lo es tan a menudo la vida misma.
Y luego, momentos de diálogos bellos desgranados en momentos de reflexiva lucidez. Música, bailes, mujeres despampanantes, personas de muy diversas condiciones que simplemente desean divertirse y ahogar las horas en el alcohol. Muchedumbres fanáticas que se vuelvan a creer en dudosos milagros. En este punto resaltaría la casi espeluznante escena de las supuestas apariciones de la Virgen a unos niños.
Relaciones de amor-odio llenos de violencia, la huida del compromiso, el vivir el momento simple y llanamente sin pensar en el mañana. Personas casadas que viven un espejismo de ilusoria felicidad, personas divorciadas que se lanzan a disfrutar de modo descarado su recobrada soltería, solteros eternos, artistas y demás personalidades que se han dejado atrapar por la vorágine de las noches excéntricas de Roma.
En definitiva, el retrato de la anestesia existencial, intelectual y moral en la que el protagonista también caerá, incapaz de vencer su propia crisis, superado por la duda de si posee el talento para desarrollar una actividad creativa como escritor, o conformarse con la más obligada labor periodística que realiza. Indecisión que se refleja también en su vida de pareja: por un lado es un conquistador empedernido, sin embargo por el otro es incapaz de abandonar una relación estable que él mismo califica de maternal.
Todo ello mostrado con el estilo caricaturesco habitual, deformando la realidad para hacernos participes de lo que cuenta. El estilo realista de sus primeras películas aun no desaparecía, pero el mundo subjetivo y simbólico posterior ya nos anticipa, aunque mas contenido y por ello para mi gusto más efectivo.
De visionado obligatorio para cualquier cinéfilo que se precie de serlo.
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