Director: Pablo Berger
Duración: 104 minutos
País: España / Bélgica / Francia
Elenco: Daniel Giménez Cacho, Ramón Barea, Inma Cuesta, Ángela Molina, Ignacio Mateos, Maribel Verdú, Carmen Belloch, Teresa Soria Ruano, Sofia Oria, Lito, Tomás, Pere Ponce, Carmen Segarra, Pep Ferrer, Manel Castillejos, y otros más.
" Una historia basada en el cuento de hadas de los hermanos Grimm que sufre para ello de un leve giro y se desarrolla en la década de los veinte del siglo pasado en Sevilla y se centra en una torera."
Hace seis años, precisamente en junio de aquel momento, el director Rupert Sanders decidía rendir un homenaje a los hermanos Grimm con su propia creación de fantasía llamada Snow White and the Huntsman. Unos cuantos meses después, el escritor y director Pablo Berger lanzaba esta cinta que también resulta ser una obra de fantasía basada en el mismo cuento de hadas de origen alemán.
Sin embargo, tres elementos cruciales separan la versión de Berger de la hecha por Sanders: para empezar se trata de un tributo a la década de los veinte del siglo pasado, una producción española cuya historia se cuenta al estilo de una película muda, y que como todas ellas fue concebida en un imponente blanco y negro. En segundo lugar, diría que en esencia es una historia de terror caprichosa e inteligente, que además combina de manera perfecta una especie de romanticismo con un toque de misterio surrealista. Finalmente; inspirada en fotos y documentos hallados en la denominada España Oculta de enanos taurinos como los que aparecen aquí casi al cierre del relato, su guión (a diferencia de la mayoría de las adaptaciones) se desarrolla tomando como escenario principal las corridas de toros españolas, y también contiene referencias directas a Alicia en el país de las maravillas.
Como resultado de la unión de estos tres elementos, la nueva lectura que hace Berger de la manida historia acerca de la mujer de piel lechosa se transforma en una mezcla impredecible y hasta cierto punto destacada.
Pero veamos, la trama se sitúa como ya lo mencioné en la década de los veintes en la bulliciosa localidad de Andalucía. Ahí es donde conocemos a Antonio, un célebre torero que se halla en la cima de su carrera, y que una infausta tarde durante una corrida, debido a los peligros de su profesión sufre algunas lesiones graves. Su esposa embarazada y quién está a punto de dar a luz, se angustia a tal grado que después de presenciar el terrible acontecimiento, termina falleciendo en el parto. Así que, física y emocionalmente lisiado Antonio rechaza a su hija recién nacida, a la que se le da el nombre de Carmencita (y que además es blanca como la nieve) y a la cual deja al cuidado de una amiga de la familia.
Entonces, Padre e Hija, terminan viviendo sus existencias de manera separada; con Antonio sufriendo un solitario confinamiento después de que se casa con una mujer llamada Encarna, quien resulta ser la villana matriarcal de la historia del tipo vanidoso y oscuro de esa clase de personajes. Por otro lado, la niña Carmen alimentada y amada por la alegre y anciana mujer a la que fue encargada, florece y se transforma en una niña talentosa y llena de vitalidad. Pero llegado el momento, la tragedia golpea a su puerta y la señora que la atiende y la cultiva muere. Por lo cual, la joven Carmen, junto a su mascota Pepe (que es un gallo), son enviados a vivir a la mansión en donde habitan el torero lisiado y la abyecta Encarna. Justo ahí, dan comienzo las peripecias que padece la protagonista.
Llegados a este punto tenemos una película muda, filmada en blanco y negro, que traslada el familiar cuento de hadas Blancanieves al ruedo de un torero en Sevilla y lo condimenta con algunos temas morbosos y melodramáticos. Lo admito, suena raro. Pero de hecho, es maravilloso. Se trata de un gran logro cinematográfico. Cualquiera que ame el cine, debe acercarse a ella de forma imperativa.
Conviene subrayar que tener la oportunidad de ver muchas películas mudas sigue siendo todo un placer, a pesar de que fueron hechas hace casi cien años y algunas hasta los rebasan. Esto se debe a que esos filmes ponían mucho más énfasis en el aspecto visual del ejercicio. Todo en ellas se trata de lo que se percibe en la pantalla, no de lo que comunican los actores con sus diálogos.
Y precisamente el director comprendió ese aspecto a la perfección. Esta película es un festín visual de principio a fin. Sus escenas fueron filmadas en un blanco y negro de alto contraste, a menudo acompañadas de una cámara que hace uso de un enfoque profundo. Como resultado todo parece extremadamente elegante, desde un simple armario hasta los interiores de alguna casa donde se desarrolla la acción. Es más, algunas veces da por pensar que las imágenes que aparecen en la pantalla podrían haberse exhibido antes o podrían haber surgido directamente de alguna revista de moda.
Además, los actores saben que tienen que actuar de manera diferente y hacer uso en mayor cantidad de su expresión facial y corporal. Por ejemplo, Maribel Verdú, es una verdadera delicia como la malvada madrastra de Blancanieves. Sus expresiones faciales valen más que cien lineas de dialogo de cualquier otra producción. Y sugiero que le pongan especial atención a una escena en la que se devora una rica pierna de pollo.
Consideremos ahora que en las películas mudas, por supuesto, la banda sonora es extremadamente importante. Y en ese punto, Blancanieves no decepciona. Desde las piezas más simples, pasando por aquellas hechas a gran escala, o aquellas que se utilizan durante las escenas más melodramáticas, hasta la música flamenca tradicional española, todo acompaña a la perfección las imágenes en pantallas. A veces, incluso la banda sonora se convierte en música de origen; por ejemplo, cuando vemos a una orquesta tocar durante la corrida de toros, o cuando la protagonista decide poner un disco.
En síntesis, es difícil hacer una revisión de esta película sin mencionar The Artist, la película muda que ganaría el Oscar por aquella época. Inevitablemente, la obra sobre la que he escrito, se encuentra a la sombra de aquella exitosa película. Podría decirse que todo se debe a una dosis de mala fortuna para el director Berger, que comenzó este proyecto mucho antes de que alguien siquiera hubiese oído hablar de El Artista.
Puede ser entrar al terreno de la especulación, pero quizás si The Artist no hubiese tenido tanto éxito como lo tuvo, este filme hubiese atraído y ganado más atención. Aquella creación fue múltiple ganadora de la célebre entrega de premios, mientras que este filme ni siquiera fue nominado, aunque fue la selección española para la categoría de idioma extranjero.
En fin, un asunto que parece fuera de proporción, ya que ambas películas son realmente geniales. Esta película es el fruto de una forma de hacer cine a la vieja usanza, a la fabricación anticuada cercana al alma del propio cine y que alcanzo su punto culminante sin ninguna duda por primera vez cuando fue proyectada en una pantalla blanca en una sala oscura hace algunos ayeres.
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