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The Act of Killing (2012)




Directores: Joshua Oppenheimer, Anónimo (co-director) Christine Cynn (co-director)

Duración: 117 minutos

País: Reino Unido/ Dinamarca / Noruega

Elenco: Anwar Congo, Herman Koto, Syamsul Arifin, Ibrahim Sinik, Yapto Soerjosoemarno, Safit Pardede, Jusuf Kalla, Adi Zulkadry, Soaduon Siregar, Suryono, Haji Marzuki, Haji Anif, Rahmat Shah, Sakhyan Asmara, entre otros.

" Un documental que desafía a los ex jefes de escuadrones de la muerte en Indonesia a recrear sus matanzas masivas en los géneros cinematográficos que deseen, incluidos los clásicos escenarios de criminales de Hollywood y los fastuosos numeros musicales."

Mark Twain alguna vez señaló: La verdad es más extraña que la ficción, pero es porque la ficción está obligada a apegarse a toda clase de posibilidades, la verdad no. Y en esta película, como espectador, uno se encuentra con una verdad cruda, casi imposible e increíble. Después de verla cualquiera se queda pensando cómo demonios los realizadores obtuvieron tales confesiones de esos asesinos en masa, que al paso del tiempo resultan ser más excéntricos que malvados.
Después de más de cien años de existencia del cine, es bastante raro encontrarse con una película diferente a cualquier cosa que ya se haya visto antes, y mucho menos una que provoque la pregunta que hice anteriormente: ¿cómo demonios lo lograron?
Aunque las películas taquilleras intentan alcanzar ese objetivo, llevándonos a lugares inconcebibles a través de avances tecnológicos y cinematográficos, de alguna manera se termina fatigado o inapetente cuando se descubre el resultado al final del ejercicio. Y es que ¿a quién le importa cuan larga o cuan engorroso fue el crear la escena inicial de tu cinta, si al final se percibe como si solo existe gracias a que fue imaginada por una computadora? 
Tal vez la ficción como género se ha desgastado demasiado, tal vez la tecnología que ha servido tanto para auxiliar a la cinematografía en sus intentos ficticios y que tanto ha avanzado por sí misma hasta el momento, está perdiendo completamente el contacto con la realidad. Esa debe ser probablemente la razón por la cual, hoy en día, los documentales son tan relevantes como no lo habían sido jamas y se han convertido en producciones capaces de asombrar de maneras insospechadas. Y la ventaja con la que cuentan los documentales sobre la propia ficción es que pueden mostrarnos cosas tan inverosímiles que solo podrían existir en el mundo real. En otras palabras, la verdad es de forma genuina más extraña que la ficción.
El ejercicio de Joshua Oppenheimer es un documental muy especial. Lo que comienza como un mero vistazo a la vida de un puñado de antiguos lideres de escuadrones de la muerte, se termina convirtiendo en la entrada directa a producir recreaciones ficticias de sus asesinatos, recreaciones que imitan el estilo de las películas favoritas de Hollywood de los asesinos, casi siempre de lo que nombran como cintas de gangsters. A medida que la ficción supera la vida de los sujetos, la cinta se transforma en lo que Oppenheimer ha descrito como un documental de la imaginación. Nunca antes se había escarbado tan profundo en tal pesadilla y en tal terreno surrealista, revelando una escalofriante indiferencia hacia nada menos que crímenes impunes contra la concerniente humanidad.
Ahora bien, si alguna vez has tratado de imaginar cómo sería un mundo gobernado por los nazis, este documental podría ser lo más cercano que tendremos alguna vez para saberlo realmente. Lo que descubrimos con este relato es que como suele decirse cuando la historia es escrita por los vencedores, advertimos que pueden surgir cuestiones muy aterradoras: por ejemplo que la admisión de la brutalidad no solo es necesaria, sino también heroica. Esto es, esta obra nos lleva a estar más conscientes y a tener más presente cómo es mucho más fácil apreciar el contenido de una pecera si se le mira desde la distancia. La cinta posiciona a los espectadores de una manera que nos obliga a cuestionar nuestra propia perspectiva sobre cómo y por qué las cosas están como están realmente en el planeta, no de la manera en que gracias a toda clase de manipulaciones y lavados de cerebro nos han hecho creer. Y es que, los peligrosos matones que Oppenheimer inmortaliza en su película no están tras las rejas, o en juicio por crímenes de guerra, o cualquiera de los crímenes que cometieron; estos hombres son héroes en su natal Indonesia, en donde suelen ser adorados en desfiles por sus compatriotas y por mujeres que no hacen nada más que adorar a sus héroes.
Por otra parte, considerando que Oppenheimer dispuso de los sujetos de su narrativa al interior de un mundo surrealista e hiperestilizado de recreaciones ficticias, es imposible argumentar que la cinta no sea manipuladora en algún sentido. Sin embargo, el director asume que fue en el único elemento de la película en el que tuvo injerencia. De alguna manera las excesivos niveles de absurdo en las que escenifican dichas recreaciones, confirman que, cualquiera que sea la brújula moral existente en ella, no están dirigidas por alguien con una agenda oculta. En última instancia, la fastuosidad de lo ficticio llama demasiado la atención, generando que aparezcan ideas sobre lo difícil que es para alguien tener una perspectiva clara de la situación cuando se pierde dentro de un sistema de creencias concreto consolidado por la victoria, la historia y los aplausos de una nación entera. Es decir, si alguien cree que no hubiera sido arrastrado por la histeria colectiva y nacionalismo agitado de los nazis antes de la Segunda Guerra Mundial, entonces se estaría mintiendo a sí mismo tanto como aquellos que han comprado el movimiento de Morena en tiempos recientes en este (también) país surrealista.
Tan pernicioso como aparece en el documental, el mundo surrealista de Oppenheimer también sirve como una especie de palestra para la terapia del arte, es alguna clase de trato lógico y plausible para una clase de hombres que han interpretado cierta clase de papeles durante toda su vida. Hace décadas, estos gángsters eran jóvenes, impulsados por el ego, seres hambrientos de poder que realizan para conseguirlo los actos más horribles que alguien se pueda imaginar. Y ahora, como hombres mayores, han perfeccionado sus papeles como si se tratara de heroicos vaqueros orgullosos de haber defendido la granja. Pero una vez que el acto termina y el velo se levanta, estos hombres son revelados como víctimas de sus propios actos, asqueados por lo que han hecho se han aferrado a quienes son y al personaje para preservar su propia cordura. En ese sentido, tener acceso a las mentes de personajes tan repulsivos y siniestros es un asunto que incluso los mejores guionistas no podrían entender; ser capaz de humanizarlos y exponerlos de forma comprensiva es una hazaña cinematográfica diferente a cualquier cosa que haya visto antes.
Otro elemento que jamás había visto antes fue una película con un crédito anónimo, y mucho menos docenas de ellas en los que aparecen al final, incluido uno otorgado a un co-director. La gravedad del tema me recuerda que los asesinatos representados de forma orgullosa por sus protagonistas no solo cuestiones nostálgicas, sino que forman parte del modo actual de hacer negocios. Para cuando los créditos se desvanecen, me doy cuenta de que el verdadero culpable aquí, al que no podemos perdonar, es el capitalismo.
Finalmente, cabe señalar que, los detractores de la película la ven como una glorificación o como una especie de terapia para los asesinos. Yo no advierto eso por ningún lado. En lugar de apuntar con el dedo flamígero a esos hombres y recalcar este tipo hizo esto e hizo lo otro, los realizadores toman una cámara la apuntan hacia ellos y les preguntan ¿cómo lo hiciste? y los invitan a escribir una película sobre ello. Eso si, algunas de las ideas presentes en los guiones de esos tipos son tan incomprensibles, extrañas y absolutamente inquietantes como cualquier escena que se pueda ver en cualquier creación cinematográfica.
Pero también los vemos desenvolverse en sus propias vidas, vemos quienes son en el momento en el que se realizó la película. ¿Son monstruos? ¿Son brutos de escaso entendimiento? No, son hombres, como cualquier otro. Y no se necesitan grandes motivaciones para que un ser humano asesine a otro. Algunos modelos para interpretar ciertos personajes, mucho clamor y la unificación de un grupo que genera el odio, y cualquier ser humano común y corriente comenzará a hacer cosas horribles. 

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