Director: Yimou Zhang
Duración: 125 minutos
País: China / Hong Kong / Taiwán
Elenco: Gong Li, Saifei He, Jingwu Ma, Cuifen Cao, Qi Zhao, Lin Kong, Shuyuan Jin, Weimin Ding, Zengyin Cao, Zhigang Cui, Chu Xiao, entre otros.
" Una joven se convierte en la cuarta esposa de un señor adinerado y debe aprender a vivir con las estrictas reglas y tensiones dentro del hogar."
Para completar la trilogía iniciada con Sorgo rojo de 1987 y Ju Dou, Zhang Yimou adaptó una novela de Su Tong y volvió a darle el papel protagonista a Gong Li que versa sobre una joven que se casa con un hombre mucho mayor. De nuevo explica una historia que critica de manera explicita el feudalismo chino y de forma indirecta, la China contemporánea. Sin embargo, en aquella ocasión el estilo fue diferente a pesar de utilizar el color rojo a manera de clave en el filme, y el punto de vista, mas seco.
Esta es sin duda una seductora película, que merece verse con todo el cuidado. Zhang realmente la concibió de ese modo, en un sentido en el que puede darnos por un lado una imagen nítida mediante la cual podemos vernos reflejados a nosotros mismos como espectadores con claridad y con ello nos permite que nuestra propia mirada se pregunte que hay más allá de los limites de dicha imagen. En otras palabras, existe una atrayente interacción entre estas dos nociones, en la que por un extremo emerge la idea de concentrar la mirada en el asunto relatado, y por el otro aquella que expresa el empeño de dejar flotar el relato, lo que impregna todo de un tono de casualidad que impulsa de alguna forma la vida espiritual china, pero más adelante ahondaré sobre esta peculiar tesis.
Pero veamos, ahora de manera breve para determinar de que va todo la trama del filme, ¿Qué imagen clara surge? Entonces conocemos a una joven que tiene que ingresar a una casa como concubina, convirtiéndose con la contundente decisión en una de las cuatro esposas de un rico comerciante que vive dentro de un recinto amurallado. Así que, de inmediato el mundo exterior que por su naturaleza goza de innumerables posibilidades e historias se cierra detrás de ella (y quizás de nosotros) y la vida adquiere un orden palpable.
Se llevan a cabo distintos rituales que juntos componen una especie de armonía superior. Se encienden magníficos faroles de color rojo intenso fuera de la casa de la esposa con la que el marido haya elegido pasar la noche; el resto de ellas tiene que volver decepcionadas a sus casas que ahora se encuentran a oscuras. Se le regala un masaje en los pies a la esposa elegida esa noche, que es marcado con un sonido repetitivo que resuena como las campanas del templo golpeando en la sien, señalando el momento de la oración. Además se dan otra clase de rituales: en sí la cámara no deambula por el espacio de manera desenvuelta, sino que más bien desde un principio se establecen ciertas perspectivas en especifico desde las cuales poder contemplar todo el risible espectáculo. Por lo tanto nos encontramos mirando hacia abajo, ubicados justo en el techo construido a base de tejas, otro frente a la extravagante cama de la joven concubina. Y mejor aun, nunca se observa al marido de cerca, como si existiera fuera de este singular orden tan meticulosamente establecido.
En conjuntos, todos estos modos insinúan la existencia de un mundo que fue imaginado, arreglado y controlado de forma escrupulosa, que posee una estructura y un color en algún sentido ritualiza todas las apariencias. Cada vez que se encienden los faroles rojos, sabemos que una mujer ha sido escogida para ser el centro de este mundo durante una noche fugaz, que le concede a la vida un interesante brillo ceremonial.
¿Pero realmente lo que vemos es autentica armonía? El punto obvio de lo que se muestra en la pantalla es que es una crítica de aquellas costumbres tan antiguas, sobrantes de los viejos tiempos y aceptan sin pensar, las cuales terminaban como en este caso por sofocar las vidas detrás de aquellos muros que se les imponen y cómo las cuatro mujeres conspiran y compiten por la primacía en el orden de las cosas. No obstante, como aludí a ello al comienzo, se desdobla de un modo oportuno como una crítica velada en contra de los muros comunistas. Por supuesto, los censores del partido se rascaron demasiado la cabeza cuando se toparon con ella, y esta creación fue prohibida en China durante algún tiempo.
Desde luego, todos estos asuntos resultan accesibles en su comprensión para el espectador occidental, dadas nuestras propias tradiciones de belleza pictórica y opresión generada por las instituciones. Incluso podemos detenernos en ese punto y discutir sobre todos aquellos tópicos habituales que van sobre la condición humana, para alejarnos de todo creyendo que la película trata sobre lo mala que era la vida de las mujeres en China en determina época. O podemos como se hace con el cine de Mizoguchi, intentar cruzar el charco y aproximarnos a dicho universo que da lugar a estas particulares imágenes y refleja con ellas una vista que engloba tanto el espacio como el tiempo.
Se debe agregar que la meticulosa abstracción de Zhang (que consiste en el uso tan especial del color, el sonido y la cámara; todo ello limitado por el giro cíclico de los climas en el exterior) proviene de una visión del mundo la que se siente que la misma energía se mueve a través del hombre y la naturaleza por igual, lo cual no me parece un concepto occidental en lo más mínimo. Es decir, esta edificando su obra en una larga línea china de embelesamiento practicada con raíces en la ceremonia del té y el pergamino del calígrafo donde el esfuerzo no está relacionado con la belleza decorativa en si misma. En realidad es la conciencia cultivada la que guía la realización espiritual de que somos lo que damos en la vida. De tal forma el calígrafo controla su mano como quien medita y concentra en un solo punto su atención, de modo que comenzará a irradiar sin esfuerzo lo que surge de un corazón consciente y sin restricciones.
Entonces, ¿Qué pasaría si no te hallaras ante esta cinta como un invitado que mira con lastima la crueldad sucedida en un tiempo lejano y las existencias de aquellas victimas que la padecieron? ¿Y si se usara la película para centrarse dentro de las paredes de la propia vida y lo que ha ocurrido en ella? En ese caso, la obra posee cierta sabiduría reservada para la ocasión, una nueva visión que sirva para observarse a uno mismo y al mundo.
En lo que toca a dicha noción, expresa que has nacido en esta vida y en ese preciso instante has llegado a esta casa, y que las circunstancias la transformaron en lo que fue de cierta manera. Esto es: la vida podría haber sido mejor, podría haber sido peor. En simultaneo, vemos a una empleada doméstica a la que nada le encantaría mas que ser una de las esposas, mientras que la tercera de ellas logra vivir una vida sin desesperación y arrepentimiento que incluso le permite cantar libremente. Y esta mujer, ¿se sumará a la infelicidad, la provocará en otros, se volverá loca?
Un tema sobre el cual seguir meditando.
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