Director: George C. Wolfe
Duración: 94 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Viola Davis, Chadwick Boseman, Glynn Turman, Colman Domingo, Michael Potts, Jeremy Shamos, Jonny Coyne, Taylour Paige, Dusan Brown, Joshua Harto, Quinn VanAntwerp, Chloe Davis, Mayte Natalio, Johanna Elmina Moise, Onyxx Noel, LaWanda Hopkins, Sierra Stewart, Malaiyka Reid, entre otros.
" Una tarde en Chicago, en la década de 1920, la temperatura y la tensión se elevan cuando la legendaria Ma Rainey, una artista pionera apodada La Madre del Blues, llega tarde a una sesión de grabación. "
En la superficie, esta película de George C. Wolfe, una de las sensaciones de Netflix del año pasado, arroja una luz apagada de forma injusta sobre una leyenda del canto que ha sido olvidada. Pero la verdad en pantalla muestra muy pronto que ni Wolfe ni August Wilson (quien escribió la obra de teatro en la que está basada) parecían estar preocupados por la heroína de su argumento, ya que su historia en cambio podría servir como un lienzo cinematográfico para presentar las diatribas habituales contra el racismo sistémico y la misoginia.
Ahora bien, si puedo ser capaz de reconocer a una cinta que me hizo darme cuenta de que no fue Bessie Smith quien invento el blues. De hecho, el blues se precedió a sí mismo (si entienden lo que quiero decir con esa peculiar aseveración), siendo el único vehículo existente para que una comunidad expresara sus propias luchas, para ser capaz de inmortalizar vidas destrozadas que los libros de historia no se atreverían a mencionar. Pero todo esto no lo he aprendido de la película del día de hoy, sino del excelente documental que también está en Netflix sobre la susodicha y realizando algún pequeño desvío por distintas paginas, incluida la menospreciada Wikipedia. Dicho de otra forma, lo menos que esperaba de la cinta era que me transportara a un territorio que me llevara a comprender el blues, como si lo han conseguido innumerables películas sobre la Gran Depresión envueltas en bluegrass o música country.
Sin embargo, el comienzo es prometedor, con todo ese grupo de gente negra reunida en algún lugar del sur y que se muestran fascinados por la penetrante letra de Ma Rainey su característico movimiento de trasero y las notas oscilantes de su orquesta, donde notamos que un joven alborotador y virtuoso saxofonista solía tocar, a quien interpreta el difunto Chadwick Bosman. Luego, una elipsis rápida (construida de forma perezosa con imágenes de archivo) que explica la gran migración que aconteció en la que millones de afroamericanos escaparon del sur racista para encontrar trabajo en el norte. Por lo tanto, Ma. Rainey y su tropa aprovechan la oportunidad para ir a una sesión de grabación en Chicago.
Justo en este punto es donde el valor de producción del filme comienza a mostrar sus limites, ya que observamos una toma de la estación de tren y una vista panorámica urbana y luego nos colocan de inmediato en el estudio donde, aun no lo sabemos, se llevará a cabo la mayor parte de la trama. Entonces, justo cuando esperamos un asunto de escapismo a través de la música, la banda se halla atrapada en una pequeña sala de ensayo que les permitirá divagar sobre los temas habituales. La dinámica es bastante adecuada en realidad, Levee se jacta de sus zapatos amarillos recién adquiridos, mientras trata de infundir su propio estilo a los miembros de la banda que reaccionan con risas de tono condescendiente, y me gustaría poder simpatizar con el, pero es tan irritante y tan arrogante a partes iguales que me siento capaz de discernir la insistencia que debe tener el guion en retratarlo como un tipo incomprendido.
Los diálogos entre Levee, Cutler y el veterano Toleado poseen un gusto por la espontaneidad que encuentra un fuerte eco en ese lugar claustrofóbico, pero mas adelante tenemos el primer paso en falso con un monologo traído gracias a un flashback claramente diseñado para provocar nuestras lagrimas, la mirada solemne y llorosa de Turman a la historia de Levee casi funciona como un letrero de Aplausos. Posteriormente vino la segunda nota falsa, y debo admitir que Viola Davis es una gran actriz pero la forma en que se acercó al personaje que fue Ma Rainey me parece bastante desconcertante, he visto fotos de la cantante, natural y sonriente, pero Davis decidió apostar por un maquillaje grotesco, una mirada agresiva y retadora, dientes de oro y el comportamiento de una Prima Donna, con muchas ganas de presionar el botón del Oscar de forma tan vivida que no deja lugar a la vulnerabilidad o la serenidad mas genuina.
A mi parecer, su actuación es casi una caricatura sin importar cuán auténtica quisiera interpretarla, con un espectro de emociones bastante limitado que en ocasiones va de la arrogancia al enojo, y en otras de la arrogancia a la felicidad. En apariencia, una mujer que podría drogarse debería ser lo suficiente hombre (o masculina) para responder a un policía o tener un instinto de posesión carnal con su protegida que desde luego entendimos. Aun así, ¿por que se muestra tan confundida? ¿El presupuesto era tan bajo que no pudimos tener un flashback sobre su pasado? ¿no es ella el personaje principal después de todo?
Después de media hora de establecer las personalidades, la película revela su maniobra intelectual: los personajes son solo plataformas para realizar toda clase de declaraciones políticas.
Más adelante, es el anciano Toledo quien hace uso de una metáfora aventurada de que los afroamericanos son restos de la sociedad (empleando para ellos algunas miradas hacia el horizonte, propias de victimas anónimas de una dignidad que llegan a ser ridículas) y lo remata Colman Domingo quien cuenta la historia de un reverendo que es humillado por hombres blancos, lo que genera que Levee cuestione la existencia de Dios.
Si, entiendo que estas historias cuentan con un significado propio y pueden usar en una obra de teatro, pero los monólogos son espadas de doble filo, o sirven para unir la trama o se transforman en conferencias que se hacen pasar por una digresión necesaria. Por ejemplo, Sidney Lumet sabía como hacer que los discursos impulsaran la trama como sucede en 12 Angry Men o en Network, pero a esta obra no le importa mucho el blues (solo escuchamos un par de canciones) y tal vez ni siquiera la mismísima Ma Rainey; en realidad el punto principal era hacer un seminario sobre la explotación de las minorías, lo que francamente a estas alturas del partido ya me tiene cansado. Además, cabria mencionar que los chicos malos (porque son blancos) son interpretados por Jeremy Shamos y Jonny Coyne, aunque nunca parezcan ser unos intolerantes racistas.
Sin embargo, a los Oscar les agradaron distintos aspectos del filme y la labor en el mismo le valió a Bosman un premio póstumo (que no ganó) y uno para Viola Davis (que tampoco ganó), las otras nominaciones de la obra me hicieron reconsiderar mis duros comentarios sobre otras cintas de aquella edición de los premios, en donde sin duda había mejores propuestas, incluso algunas que atesoraban historias que hacían uso de ciertos comentarios políticos como en el caso de Spike Lee.
Por otro lado, Bosman aportó una energía extraordinaria a la cinta y ver su actuación es quizás el mayor espectáculo que la misma tiene para ofrecer. No obstante, su arco dramático que nos lleva a ese cierre tan discutido revela un gran problema de la actualidad en Hollywood, y es que en aquellos días recuerdo leer algunos comentarios en Youtube en donde se afirmaba que el final mostraba cómo los negros suelen desahogar sus enojos entre ellos, ese es realmente el agravio: el publico actual posee una mentalidad tan literal, tan falta de abstracción que sin duda se merecía un discurso tan defectuoso, tan manipulador y concluirlo todo con clímax tan forzado, tan accesible en el elemento intelectual para un estudiante de secundaria pero desconcertante en un ángulo narrativo puro. Mientras tanto, habrá quienes sigan discutiendo en las redes sociales si Game of Thrones es o no la mejor serie de la historia.
Esa es la tendencia de Hollywood en lo que respecta al factor de una película que pretende aspirar a dichos premios: la idea de que una película que trata sobre un grupo minoritario o una figura de la vida real (o ambos) debe estar impulsada por un sentido de autoasignación, que debe aspirar a aleccionar, predicar y presentar una conclusión simplista sobre la figura o el grupo en cuestión, en lugar de simplemente contar una historia cuya complejidad permita a la audiencia usar su cerebro y de esa manera sacar sus propias conclusiones.
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