Director: Rose Glass
Duración: 84 minutos
País: Reino Unido
Elenco: Morfydd Clark, Caoilfhionn Dunne, Jennifer Ehle, Marcus Hutton, Carl Prekopp, Lily Frazer, Lily Knight, Noa Bodner, Takatsuna Mukai, Sona Vyas, Faith Edwards, Rosie Sansom, Brian Jackson, Jonathan Milshaw, Turlough Convery, Rose Knox-Peebles, Antony Barlow, Doug Berry, entre otros.
" Un relato oscuro que sigue a una compasiva enfermera que se obsesiona de modo peligroso con salvar el alma de una paciente terminal, a cualquier precio."
En un año que no estuvo precisamente repleto de propuestas de género de alta calidad, la película independiente de terror británica de la que hoy vengo a escribir se convirtió en uno de los mayores éxitos de los festivales y de la crítica en 2020, ya que el competente debut de Rose Glass como directora, que explora la fe y la enfermedad mental, dejó su huella con una inquietante forma de indagar en lo profundo del deterioro de la psique de la enfermera tan religiosa a niveles de fanatismo cuyo nombre es solo Maud.
Interpretada de forma estelar por la actriz revelación Morfydd Clark, Maud es un alma perdida muy similar a la de Arthur Fleck que cree estar en comunión directa con Dios y por ello tiene la misión de salvar a las almas perdidas con las que se cruza en el camino, tal vez debido a una experiencia traumática de su reciente pasado como enfermera.
Dicha Misión en la que Maud cree estar comprometida permanece en primer plano a lo largo de su nuevo quehacer como enfermera de la moribunda Amanda a quien personifica Jennifer Ehle, mientras las dos mujeres, muy diferentes, forjan una incomoda amistad que a primera vista pareciera muy complicado que llegara a buenos términos, dadas las creencias fervorosas de Maud por un lado y por el otro, la incredulidad de Amanda.
Mientras Amanda fuma sin parar, bebe y entretiene a los invitados (tanto en lo privado como en lo público), Maud se compromete a salvar a Amanda de sí misma para que pueda gozar de una paz eterna en su cercana muerte. Aunque al principio está encantada con la piadosa dedicación de Maud, al final Amanda termina por rechazar el papel de la enfermera como su salvadora personal y lo concreta de la manera más humillante frente a toda una importante concurrencia. Esto no solo le cuesta a Maud su trabajo, sino que la lleva a entrar en un modo peligroso en el que cuestiona su fe, mientras atraviesa por el dolor, la penitencia, y una serie de sacrificios que son dolorosos de ver.
Es decir, la hemos visto en un estado casi de estasis mientras Dios se apodera de ella, y ahora la vemos en su soledad, en la más extrema soledad de un alma perdida que busca dirección ¿Esta poseída? Si es así, ¿por quien? Si no es asi, ¿se trata de una mera fanática religiosa o es en realidad una enferma mental? ¿hay siquiera una distinción entre ambas? Pareciera que los dos colores diferentes en los ojos de la perturbada muchacha dan credibilidad a dos bandos que luchan por el control.
Por otra parte, los apasionados al género o los amantes del terror más casuales que se adentren en Saint Maud esperando un terror que podría estar más cercano al cliché o uno que esté repleto de gore, sustos y giros se sentirán muy decepcionados, ya que Glass y su protagonista están mucho más preocupadas por examinar la frágil psique de Maud y las batallas internas con su fe que libra a lo largo del metraje, que por las conquistas accesibles del género.
Además, el ritmo lento y la citada ausencia de sobresaltos dejarán, sin duda, a algunos espectadores frustrados por la existencia y los comportamientos desmesurados de Maud; en ese sentido se podría argumentar que algunas de las primeras escenas más densas de la cinta podrían haberse acelerado para buscar que los acontecimientos se presentaran de forma más ligera, sin embargo en las últimos cuadros de la historia existe un horror y una belleza que se vuelven cautivadores en el peculiar viaje de Maud y Glass demuestra que está en camino de transformarse en uno de los nuevos talentos de la industria.
Esta británica y a veces impactante opera primera de la directora Rose Glass es, aunque se presenta como una película de terror, mas bien un examen psicológico de la soledad más abyecta y el descenso a la locura. En algunos aspectos, parece que podría haberse escrito primero como una novela, y eso es parte de lo que provoca que la cinta sea única. A mi parecer, el mayor logro de la obra es que opera con éxito en varios niveles funcionando en primer lugar como ya aludía a ello como una meditación sobre la soledad, pero también como un retrato de una crisis nerviosa, y de igual forma de una tragedia hagiográfica, así como (posiblemente) una historia de posesión demoniaca.
Sin embargo, lo fundamental, en su nivel de base, el filme es un estudio de carácter reflejado entre los dos personajes centrales tan dispares entre sí: por un lado Maud, la enfermera solitaria y frágil psicológicamente, tan obsesionada con los asuntos del espíritu; y por el otro Amanda, una mujer que ha vivido para los placeres de la carne (destacaría el hecho de que fuese bailarina, una profesión fuertemente ligada al aspecto físico, no es una coincidencia simbólica).
En definitiva, esta película es un sombrío retrato, tanto de la decadencia mental como del éxtasis espiritual, según se quiera ver. La directora expone su propia visión en el ultimo fotograma de la cinta, que casi se adentra demasiado en el territorio del despropósito, pero al final, su creación consigue ser un potente (y deprimente) examen de la trágica búsqueda de un propósito por parte de un ser humano.
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