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Yeelen (1987)


 

Dirección: Souleymane Cissé

Duración: 105 minutos

País: Mali / Burkina Faso / Francia / Alemania Occidental

Elenco: Issiaka Kane, Aoua Sangare, Niamanto Sanogo, Balla Moussa Keita, Soumba Traore, Ismaila Sarr, Koke Sangare, Youssouf Tenin Cissé, Sidi Diallo, Bremira Dumbla, Seyba M'Baye, Djemori Traoré, Youssouf Coulibaly, Sibiri Kone, Toumani Soumaoro, Dounanke Traoré, Zan Doumbla, Manzon Coumare, entre otros.

" Un viejo hechicero africano, representante de una tradición secreta imperante en su etnia, persigue a su hijo para destruirlo -según dice - por no respetar los mismos preceptos religiosos. En su huida, las diversas peripecias por las que atraviesa el joven se convierten en las pruebas de un penoso proceso de maduración."

Souleymane Cissé dirige esta obra de titulo breve Yeelen que significa Luminosidad. Plano inicial del filme: el sol agitando su enorme masa sobre el horizonte de la África Occidental. Luego, el plano final del mismo: un hijo, cargando un huevo, cojeando por debajo del mismo.

Basada en un mito del pais africano de Mali, la película asemeja lo personal a lo celestial. Nianankoro, nuestro héroe y protagonista de la historia, abandona a su madre como su padre, el malvado rey hechicero Soma, le había abandonado a él. Lo que sigue es una especie de historia con tintes edípicos en la que el hijo, cuyas propias habilidades en el tema de la magia están empezando a florecer, por lo que se embarca en un viaje para arrebatar todo el poder a su padre. Nianankoro llega incluso a acostarse con la esposa de algún otro monarca que lo ayuda en el camino, antes de vencer al verdadero soberano en un duelo que ocurre en pleno desierto.

A Nianankoro tanto su madre como su tío le enseñan los misterios de los dioses, es decir que le enseñan hechicería y le proporcionan talismanes mágicos. Sin embargo, su educación no es suficiente. El niño debe adentrarse por si mismo en la edad adulta. Y así vemos cómo Nianankoro sale al mundo, crece en poder, siente la atracción propia de los deseos sexuales y empieza a parecerse cada vez más a su padre. Roba animales, hechiza a algunos guerreros, derrota a miembros de su tribu, se acuesta con mujeres y prende fuego a algunos hombres. 

Al final de la historia, hemos sido testigos no solo del viaje de un niño hacia la madurez, sino de una forma de madurez que solo puede realizarse usurpando el lugar del padre y reclamando sus poderes percibidos. En este sentido, la película como lo mencioné se parece a la famosa tragedia griega de Sófocles. En aquella, el Rey Edipo se convierte en una especie de persona en formación, en estado de transición, despojado de su identidad personal. Como Nianankoro, se somete entonces a un ritual o experiencia de iniciación, mientras tiene siempre presentes las profecías de los dioses: que está destinado a matar a su padre y a casarse con su madre, antes de ser expulsado de su reino como un paria ciego, viejo y tullido.

Pero veamos, la cinta se pasa la mayor parte del tiempo comparando a sus personajes con otra clase de personajes solo que del tipo mitológico, de esos que son más grandes que la vida misma. Por ejemplo, el director Souleymane compara la luz del conocimiento y la comprensión personales con la iluminación material que proporcionan los dioses y los soles. Mientras tanto, los cuerpos celestiales y divinos se asemejan a los humildes padres e hijos, los ciclos celestiales se parecen a los ciclos humanos de nacimiento y renacimiento, y el conflicto central de la trama entre padres e hijos se muestra como si fuese una historia circular e interminable. Dicho de otra manera, un bucle infinito en el que los chicos se definen a si mismos en oposición a unos padres que creen que les impiden el placer de descubrirlo. Hoy, todo es en si una corriente edípica, todo es paternalismo y agresividad en el miedo a la inminente emasculación.

De tal forma que la película termina con un cambio en nuestra percepción tanto del padre como del hijo. Por un lado el anciano se gana nuestra simpatía, ya que es débil y frágil, mientras que el niño ha crecido en su duro periplo hasta transformarse en aquello a lo que ha sustituido. Mientras tanto, el propio hijo de Niankoro espera de forma paciente en el horizonte sus propios ritos de iniciación. Sostiene un huevo y se aleja, su propio futuro esta a punto de eclosionar.

Debo decir que en términos estéticos, la película me recordó a la obra de gente como Jodorowsky, Kenneth Anger, y quizá hasta Wojciech Has, o Werner Herzog. Es decir, que se trata de una película demasiado esotérica y solo atraerá a quienes estén dispuestos a leer la imaginería de Souleymane. A mi parecer el director africano hace un uso intensivo del simbolismo, trata la brujeria y el encantamiento (pueden llamarle el hechizo, embrujo y un largo etcétera) de una manera practica y se basa en muchos pasajes sin palabras, lo que le brinda a la creación un ritmo lento en exceso. 

Ahora mal sin bien, quiero suponer que toda esta temática de la brujeria en otras partes del mundo occidental debió resultar muy curioso e inusitado, pero viviendo en un país como en el que he nacido el asunto no me es nada ajeno. Incluso, leyendo algunas opiniones al respecto de la creación de Cissé me encontré con espectadores que hallaron la estética de la obra demasiado vulgar y atrasada. Pero bueno, el privilegio de no vivir en el tercer mundo, los que habitamos en él no solemos encontrarlo tan fascinante.

Como sea, lo que la película tiene de interesante es que cuenta una historia poderosa y complicada, y consigue simplificarla. Sin dejar de lado que los paisajes que aparecen en ella resultan impresionantes. Eso si, un mayor presupuesto para coreografía y decorados habría resuelto algunos de los puntos débiles de la misma. 

No sé, pero yo no se la recomendaría a nadie. No estoy seguro que existan muchas personas en este planeta capaces de atravesar una experiencia como esta sin dejar de lado al momento de los créditos finales, la sonrisa que se tenia al principio de la función. 

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