Dirección: Tian Zhuangzhuang / Pan Peicheng
Duración: 88 minutos
País: China
Elenco: Rigzin Tseshang, Jiji Dan, Daiba, Drashi, Gaoba, Jamco Jayang
" Norbu y Dolma, devotos budistas, viven con su hijo pequeño Tashi en un clan del Tíbet. Norbu es un bandido de caminos. Acusado de robar en el templo, algo inexplicable porque entrega al lugar la mayor parte de su botín, el y su familia son desterrados. Las imágenes de paisajes agrestes, buitres y ruedas de oración sostienen una narración prácticamente sin palabras."
Después de oír a Martin Scorsese declarar que este Ladrón de caballos era la mejor pelicula de la década de los noventa (en realidad fue lanzada en 1986) cuando formaba parte del equipo del programa anual Lo mejor de con el fallecido Roger Ebert, me propuse ver esta cinta. Por suerte, había una copia disponible en el afamado sitio web destinado a compartir videos. Por desgracia, me puse a mirarla en una noche tranquila y silenciosa. Con un argumento y unos diálogos mínimos, es en esencia una meditación sobre la lucha de los tibetanos por sobrevivir en un entorno duro e inflexible. La pelicula dramatiza tanto los sucesos cotidianos como los rituales religiosos que forman parte del tejido de la vida tibetana.
El tercer largometraje de Tian Zhuangzhuang, el ya citado Ladrón de caballos, carece en en esencia de diálogos y su argumento es más bien escaso. La pelicula recuerda a la época del cine mudo, cuando los directores eran capaces de manipular la cámara para comunicar la idea que deseaban. Básicamente, la obra se centra en el destierro de Norbu (encarnado con fuerza por Rigzin Tseshang en un debut asombroso), un cuatrero de caballos local, y de su mujer y su hijo que le acompañan. Norbu es miembro de un clan, es acusado de robar caballos y bienes del templo para mantener a la mencionada esposa y a su adorado hijo. De tal modo que para mantener el clan limpio del mal, Norbu y su familia son condenados al ostracismo y desterrados para asumir la vida de vagabundos. El protagonista y su familia abandonan el clan, pero no renuncian a su fe. Apelando a la intervención divina para mantenerse con vida, la familia participa en rituales budistas como el giro de las ruedas de oración, bailes ceremoniales con máscaras y postraciones ante Buda.
Al final, su existencia nómada se cobra un triste tributo personal. A punto de morir de hambre, Norbu tiene que comer la nieve recién caída para recuperar fuerzas, y se ve obligado a volver a robar para salvar a su familia del frio invierno. La conclusión es impresionante por su fuerza elemental.
Es importante indicar que la pelicula de Tian posee un realismo sorprendente que la acerca bastante a un documental. En una escena, por ejemplo se nos ofrece la oportunidad de asistir a una ceremonia ritual diseñada para complacer al dios de la montaña. Aunque esta escena evoca el asombro, otras pueden resultar bastante ofensivas. Por citar algo cercano a esto, en alguna escena el mismo protagonista se acerca por detrás a un cordero desprevenido y lo degüella. El espectador se ve obligado a ver cómo el animal se retuerce y agoniza luchando por alcanzar su ultimo aliento. Esta escena, aunque no puedo negar su exactitud y belleza técnica, es motivo de enorme angustia en el visionado. Es decir, el realismo de esta escena no se consigue mediante el uso de animales mecánicos y sangre falsa; se consigue mediante el sacrificio autentico de un cordero para la producción de este filme. Aparte de esta sección desagradable en términos casi dolorosos, la maestra cinematográfica de Tian es por completo evidente.
Aunque debo confesar que más allá de que me conmovió de manera profunda la visión desesperada de Tian y me impresionó la magnifica fotografía de la pelicula, este Ladron de caballos me resultó un verdadero tormento en su visionado. No estoy seguro, pero debe ser la obra más densa y lenta que he visto en toda mi existencia. Dicho de otra forma, la cinta avanza (si es que se puede nombrar de ese modo) de forma muy pausada, con planos largos y estáticos en los que la cámara permanece fija durante varios minutos. Además, al no estar familiarizado con la cultura tibetana, se vuelve necesario buscar mas explicaciones sobre el significado de algunos rituales, por ejemplo el pastoreo de ovejas sagradas y las danzas con mascaras ceremoniales.
Sin embargo, creo que la cinta trasciende las limitaciones culturales especificas y alcanza una calidad universal en su descripción de la importancia de la fe y la fuerza de la familia. Pues bien, sus cualidades no borran el hecho de que su visionado puede ser complejo e incluso transformarse en un verdadero martirio.
No obstante, estoy agradecido por haber recibido esta visión autentica de la cultura tibetana, algo poco común en estos días. Observar esta cinta fue casi una experiencia furtiva, como echar un vistazo a un hermoso e inquietante mundo secreto y redescubrir lo que significa ser humano.
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