Dirección: Ross McElwee
Duración: 155 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Ross McElwee, Dede McElwee, Ross McElwee Jr., Patricia Rendleman, Ann McElwee, Mary, Lee, Tom McElwee, Claudia, Ashley, Phillip, Herb, Bill, Wini Wood, Michael, Jackie, Rusty, Randy, entre otros.
" Ross McElwee se propone hacer un documental sobre los efectos persistentes de la marcha de destrucción del general Sherman por el Sur durante la Guerra Civil, pero es continuamente desviado por las mujeres que entran y salen de su vida, sus recurrentes sueños de un holocausto nuclear y Burt Reynolds."
Esta es, sin duda, una de las películas más curiosas que haya visto en mi vida. Dondequiera que uno decida leer la sinopsis más básica acerca de este documental suele ser precisas con indiscutible solidez, pero a mi parecer no explica del todo lo pintoresco de la obra que tenemos entre manos (o entre ojos, si soy riguroso).
Sherman's March refleja en gran medida una imagen puramente realista de fragmentos de vida, haciendo uso de enfoques sosegados de un posible documental histórico, los intereses amorosos que van y vienen y desvían al cineasta Ross McElwee de sus intenciones primarias, y la perspectiva que tiene sobre la vida y los asuntos sociopolíticos a la luz de la Guerra Fría. Si a esto añadimos las reflexiones de McElwee sobre los sueños de guerra nuclear en aparente relación con su vida amorosa, y los obstáculos mundanos que parecen llenar vastos tramos del metraje de la creación de McElwee, lo que tenemos es la vida de un documentalista a lo largo de varios meses, condensada en un largometraje de dos horas y media.
Eso si, debo aclarar que este es un título dirigido solo para aquellos espectadores receptivos a las mayores rarezas cinematográficas, o cuyo amor por el medio supera cualquier preocupación por la naturaleza del contenido de cualquier selección. Y, sin embargo, en mi criterio se trata de un filme en términos peculiares tan intrigante como agradable, no solo por los perpetuos apartados de la investigación planificada de la campaña de destrucción de William Tecumseh Sherman, o por el colorido tapiz de personas que conoce el documentalista, sino por la mera diversidad del contenido y los sentimientos que evoca.
Es imposible no reírse de algunas de las situaciones que vemos, o de los diálogos o comentarios que escuchamos. También nos acercamos a ciertos atisbos de una política conservadora retrograda y repugnante que debería enfurecer, y de hecho lo hace (o lo logró conmigo); es decir sospechas de fanatismo religioso y patrioterismo, a menudo de corte catastrofista que deberían asustar, y de hecho lo hacen (o por lo menos conmigo también lo provocó); algunos toques de feminismo progresista que a mi no suelen inspirarme, o meditaciones sobre las hipotecas que recaen sobre el empobrecido sur de Estados Unidos, por un culpa de un liderazgo sin escrúpulos.
Si, se trata de meditaciones sobre esas cargas impuestas al arruinado sur de ese país a causa de unos dirigentes que no se preocupaban por la gente que terminan por indignar, y las insistentes e impertinentes demostraciones de valores sociales anticuados sobre las relaciones y la familia impuestas al buenazo de McElwee, que más bien provocan que uno ponga los ojos en blanco. En otras palabras, aquí pasa mucho y muy poco a la vez. Vaya ironía.
Por otra parte, la Marcha de Sherman (como se traduciría al castellano su titulo) es tan amplia de modo sutil en cuanto a los temas que aborda que tal vez la mejor manera de describirla sea como extensa. Dependiendo del punto de vista de cada persona que se acerque a ella, se puede convertir en una obra petulante y difícil de manejar, o en una obra absorbente y entrañable en un sentido peculiar. Cuenten conmigo entre los que experimentan esta ultima actitud.
Además de la lectura de la historia de la producción, que genera que la experiencia sea aun más entretenida, hay que tener en cuenta otro aspecto. Al crear una pelicula que se desvía de su propósito original para pintar un amplio retrato de la vida cotidiana, lo que McElwee nos ha dado es una capsula del tiempo. Podría asegurarse que más que cualquier libro de texto o documental profesional, esta cinta nos muestra la variedad de la vida y la cultura en el sur de Estados Unidos a mediados de la década de los ochenta. Para ello se nos presentan muchas personas, distintos puntos de vista, diferentes estilos de vida, diferentes tipos de música y formas de ocio diversas, así como muchos lugares distintos, ninguno de ellos examinado con ojo escrutador, sino con la mera intención de exponerlo ante nosotros como una cuestión de los hechos y una visión de un lugar y una época en concreto. Dicho de otra forma, amemos u odiemos este documental, así era la vida en aquellos días (y mucho sigue sin cambiar) sin emplear ningún adorno.
Para finalizar debo admitir que conseguirla me llevó una buena cantidad de tiempo y de mucho esfuerzo para lograrlo, pero finalmente alcancé la meta. Sin saber gran cosa acerca de esta obra me llamo la atención que la descripción básica era desconcertante (incluso en la actualidad hay poca información sobre ella en la red), pero todas las expectativas que pudiera haber tenido sobre el singular documental fueron desafiadas al ver lo que McElwee había creado.
Se trata de una meditación sobre la posibilidad del amor romántico en el sur durante una era de proliferación de armas nucleares, como reza justo el subtitulo que atesora. Eso si, les aseguro que no le gusta a un publico amplio (vaya conclusión),es más es probable que mucha gente muera sin haberla visto y no siento envidia o enojo por toda aquella gente que la rechaza. Es decir, la pelicula está muy desenfocada (en todos los términos técnicos), es más que evidente que se la pasa moviéndose en círculos en términos narrativos, no posee un gran significado o impacto que transmitir, y en el fondo es simplemente una simple descripción de existencias ordinarias.
Sin embargo, según mi punto de vista para quienes están abiertos a todas las posibilidades que ofrece el cine, estas cualidades son precisamente las que ocasionan que sea tan absorbente e incluso divertida de manera inesperada.
En fin, contra todo pronostico La marcha de Sherman fue una experiencia amena, valieron la pena sus dos horas y media, y si es que algo de lo que he comunicado le haya desanimado, yo le expresaría que merece su visionado si es que tiene la oportunidad de hacerlo.
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