Dirección: Roland Joffé
Duración: 141 minutos
País: Reino Unido
Elenco: Sam Waterston, Haing S. Ngor, John Malkovich, Julian Sands, Craig T. Nelson, Spalding Gray, Bill Paterson, Athol Fugard, Graham Kennedy, Katherine Krapum Chey, Oliver Pierpaoli, Edward Entero Chey, Tom Bird, Monirak Sisowath, Lambool Dtangpaibool, Ira Wheeler, David Henry, Patrick Malahide.
En 1973, Sydney Schanberg quien era reportero del New York Times, es enviado a Camboya donde Dith Pran actúa como su guía e interprete en el lugar donde está ocurriendo una guerra civil. Durante los años siguientes, los dos hombres y sus familias se vuelven amigos. Cuando las fuerzas estadounidenses se retiran, Schanberg consigue visados de salida para la familia de Pran. Pronto, los jemeres rojos toman el control, y tanto Schanberg como otros periodistas occidentales son evacuados. Una vez en Nueva York, Schanberg y sus colegas intentan evacuar a Pran, ya que su vida corre aun más peligro a manos de los Jemeres rojos, y así comienza la campaña de cuatro años y medio de Schanberg para sacar a su amigo del país.
En Los gritos del silencio puede que haya algunos aspectos políticos que no se conozcan del todo o sobre los que uno como espectador deba ponerse al día. Lo que sé con certeza es que la guerra de Vietnam no se quedó por completo dentro de sus fronteras, sino que se extendió hacia su vecino Camboya, donde se libró una especie de guerra de guerrillas, y lo que es más importante (junto con las intenciones del sanguinario Nixon), bandas y grupos rivales intentaron hacerse con el control del territorio, y todo ello a costa de miles de vidas, principalmente civiles.
Lo rescatable de la pelicula desde el punto de vista político es que no te pide de manera obligatoria que tomes partido por uno u otro bando en el conflicto camboyano, salvo en lo que respecta a que Pol Pot (el dictador en turno) generó que la locura y el caos fueran aun mas extremos, y que la violencia de estas bandas callejeras llevada a grandes escalas fuese horrible.
Pero lo que es aun mejor es que el núcleo emocional, lo que los expertos llaman el pathos del asunto es poderoso: esta es una historia sobre la amistad (el guionista de nombre Bruce Robinson, casualmente haría otra pelicula clave sobre el mismo tema en la misma década de nombre Withnail & I, en un contexto totalmente diferente por supuesto).
Los amigos que forman la pareja protagonista del relato (a los que casi podríamos denominar como amantes en el sentido no romántico y heterosexual del término) son el reportero Sidney Schanger y Dith Pran (a quien da vida el Doctor Hang S. Ngor, que ganó un merecido Oscar por su interpretación, que en general resulta muy cruda y bastante convincente, porque básicamente estuvo ahí).
Luego entonces, Sidney se encuentra en Camboya para conseguir la primicia como reportero del New York Times, y no solo no suaviza nada sobre los terribles eventos que acontecen día a día, sino que desprecia a los reporteros, enviados y demás que si lo hacen.
En lo que concierne a Pran es en el papel su traductor, pero también es reportero (no vemos mucho de ese aspecto, pero no es difícil apreciar sus serias intenciones de conocer los hechos desde cerca.) De tal manera que los dos se encuentran atrapados en el mismo país mientras las cosas se ponen más complicadas; la mayor tensión y suspenso de la cinta ni siquiera consisten en escenas en donde se está bajo el cañón de las armas que se hallan en poder de ciertos guerrilleros (aunque también forma parte de la narración), sino simplemente en cómo sacar a Pran del país.
Naturalmente uno puede preguntarse por qué Sidney no sacó al propio Pran, cuando de hecho es capaz de sacar a su correspondiente familia. Quizá habia más trabajo que hacer (aunque en realidad, la esposa de Pran no logró salir con vida del lugar). Tal vez era más sencillo de ese modo y para que Pran se quedara era necesario para el reportaje sobre la calle que Sidney buscaba. Pero sea cual sea la motivación, para mi la pieza central del filme se reduce a una fotografía; es lo que hace falta para que Pran consiga un pasaporte y se vaya con los estadounidenses y los franceses del país (se llega a explicar por qué los camboyanos no pueden irse, pero no está del todo claro, o no tanto como pudo haberlo estado para mi).
Vemos cómo Malkovich, en su papel de reportero gráfico, se enfrenta a la ardua tarea de hacer fotos con una cámara destartalada y casi rota, y más tarde tiene que revelar la pelicula en un cuarto de baño muy estrecho usando productos químicos que resultan inverosímiles. Y no le arruino a nadie la experiencia si digo que todo ese terrible plan no acaba funcionando.
Durante la mitad de la historia, Pran se encuentra en un campo de prisioneros y todo el asunto se convierte en un escenario destinado a que veamos como escapa de ese horrible lugar. Pero aquella sección de la fotografía y sus métodos casi primitivos es para mi la mas eficaz de todo el relato, ya que se pretende vencer la violencia del mundo a través del proceso de la fotografía (que es un arte) y solo observar los acontecimientos que van avanzando uno por uno en esa secuencia se vuelve asombroso.
Por supuesto, hay mucha violencia en esta cinta, y en cierto modo funcionó como un buen antídoto contra el aluvión de cintas de acción sin sentido (y en el mejor de los casos, de mero placer culposo) que aparecieron en la década de los ochenta. En lugar de recibir algo como lo acontecido en Rambo 2, donde un hombre se enfrentaba sin ayuda a todo el ejercito vietnamita, en esta historia a uno le queda claro que se debía tener mucho cuidado, porque una cosa mal dicha o hecha podía provocar que te pegaran un tiro en la cabeza de inmediato, o si estabas en la cárcel, algo peor podías obtener a través de la tortura
Algunos de los acontecimientos que ocurren en el primer acto se suceden con bastante rapidez, pero lo fundamental es que vamos conociendo quiénes son estas personas, en especial Sidney y Pran, y esto se vuelve crucial para implicarse emocionalmente con el hecho: ¿se separarán y, si lo hacen podrán reunirse de nuevo?
Desearía no haber consultado los detalles de la historia antes de verla, ya que en cierto modo se me estropeo el desenlace (uno espera el final feliz, aunque en este caso sea relativo). Por añadidura, la tensión aumenta tanto en la segunda mitad porque sabemos que, por muy capaz que sea Pran de pensar y actuar con celeridad, se enfrenta a una presencia realmente formidable y horripilante en estos soldados entrenados hasta las cejas para realizar ejecuciones brutales.
Si hay un mensaje político, llega en un momento preponderante de la narrativa: Sidney está de vuelta en Nueva York y ve lo que parece una versión de una cinta de VHS de algún noticiario antiguo, en el aparece un mensaje de Nixon al pueblo americano sobre cuál era el plan para Camboya, y de cómo todo iba a resultar a la perfección. En ese momento tuve la sensación de que si Nixon se hubiese salido con la suya, Pran podría haber sido aniquilado por un bombardeo.
Pero de nuevo, la obra solo se interesa por la política hasta cierto punto: la fuerza de la pelicula procede de su poderoso vinculo masculino y de su descripción de la supervivencia y de cómo se puede mantener la cabeza en alto cuando se está rodeado de muerte y destrucción.
El final y todo lo ocurre hasta llegar a él está cargado de angustia y terror a partes iguales; un viaje que destroza los nervios, tanto en el sentido psicológico como en el físico de ambos, desesperados por reunirse. Por esto y muchas otras cosas, la pelicula es un triunfo.
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