Dirección: Chris Marker
Duración: 100 minutos
País: Francia
Elenco (metraje de archivo): Amílcar Cabral, Florence Delay, Arielle Dombasle, Riyoko Ikeda, Charlotte Kerr, Kim Novak, Alexandra Stewart, James Stewart, Bin Akao, David Coverdale, Chris Marker.
El director francés Chris Marker lleva al espectador a una especie de vuelta al planeta Tierra en la que puede hablar de su propia visión del mundo. El metraje, que es en parte un diario de viaje y en parte un discurso filosófico, se filmó principalmente en Japón. Las interesantes imágenes complementan los puntos de vista que presenta y hay un viaje memorable a San Francisco, donde visita muchos de los lugares que aparecen en su pelicula favorita que no es otra más que Vertigo de Hitchcock.
Esta obra es el grabado que se le hace a las cartas de un explorador que viaja mucho por Japón, un poco por Australia y de vez en cuando se dirige a África, Guinea para ser más exacto. Es una pelicula sobre ritos y rituales que tienen que ver con la vida y la muerte, intentando adaptarse a la muerte para poder sobrevivir un poco más de lo esperado. Dicho de otra manera, la vida es siempre un asunto de supervivencia y no un fin en sí misma. Desde luego, esto tiene que ver con un concepto budista, pero el cineasta intenta generalizarlo.
Tras volver a verla, me sigue resultando tan difícil como siempre escribir algo sobre esta pelicula. Todo lo que se puede decir sobre ella parece estar incorporado en el propio texto, quizá porque la tarea en cierto sentido es inútil, en el corto plazo resulta incomunicable intentar de forma consciente una descripción de lo que es la consciencia.
Aquí entran en juego dos facetas de la consciencia, ambas del cineasta.
Una se forma con el uso de la cámara, por los poderes de la percepción, y se asemeja a cómo procesamos el mundo con la mirada. ¿ Dónde empezamos una toma, dónde la terminamos y qué tipo de existencia hemos visto entre los dos momentos?
Por muchos que Marker buscara sus imágenes o simplemente se encontrara con ellas, aquí la cámara ordena el mundo en forma, por el mero acto de observarlo. De suerte que contemplamos a chicas africanas mirando fijamente a la cámara o esforzándose de forma consciente por no devolver la mirada, lo que me hace pensar que aquel director de cine vanguardista llamado Dziga Vertov perseguía una quimera. Es decir, ¿acaso el cine toma desprevenida a la vida?
La otra faceta de la consciencia que germina de la mente de Marker que nos llega en forma de voz en off que interpreta, contextualiza, narra las imágenes que aparecen en la pantalla, las contrasta con humor o de forma conmovedora.
Con este poder devastador de la mente en efecto, la percepción anterior del mundo se transforma en memoria, una realidad distorsionada recordada de modo fragmentario sobre la que se proyectan significados, esto es la denominada Zona haciendo con ello un homenaje a Tarkovsky.
Luego entonces, rostros, lugares, desiertos, todos ellos se convierten ahora en personajes de esta narración que rememora su existencia. Me escribió (frase con la que arranca cada leída en el documental) se transforma entonces en el mantra que los invoca en la menta, y como el érase una vez del cronista propio del pasado, en un intento de infundir una distancia temporal.
Pero el problema de la consciencia persiste. ¿Cuánto de lo que vemos describe el mundo tal como es, cuánto se halla dentro y cuánto fuera de la mente? Es decir, ¿Dónde comienzan todo el aprendizaje, la configuración sobre la vida, las imágenes que utilizamos para describirla?
Este problema Goddard lo heredó de Chris Marker para sus mejores películas (y seguía ocurriendo en el 83) siendo quizás imposible una solución. Pero es en la búsqueda, quizás involuntaria, que se delinea para mi esta vieja quimera que corresponde al filosofo.
Siendo testigo de cómo el pensamiento de Marker asalta de forma continua y se inmiscuye en la realidad de lo filmado, saco dos conclusiones: que esta constante anotación con una poesía de palabras sugiere que una poesía de imágenes por sí sola es inadecuada, lo que supone un fracaso de la fe de Marker en el cine; en segundo lugar, que este desbordamiento de información, supuesta carta fuerte de la pelicula, impide una verdadera percepción de lo que se nos presenta.
Lo anterior quiere decir que como objeto para la meditación, Sin sol es imposible de utilizar, pero es muy probable que tampoco haya estado pensado como tal. Quiero decir que aquí no hay espacio sagrado para alcanzar la concentración de la mente porque no podemos entrar en Marker. Pero si acudimos a él para ampliar nuestros horizontes, tiene el poder de abrir un poco nuestra mente.
Y si hemos conseguido salir del mundo de las dualidades, en el que Marker profundiza en esta creación, o hemos visto lo intrínsecamente sin sentido que es la búsqueda de sentido, al igual sucede con la mente, la pelicula es entonces un asunto que debe ser trascendido.
Al fin y al cabo, si consideramos esta pelicula como un ensayo, las divagaciones están permitidas en este género literario y ahora cinematográfico. Sin sol merece ser vista. Es un viaje cautivador en el espacio, el tiempo, la existencia, las culturas y hasta el cine.
Comentarios