Dirección: Jon Jost
Duración: 90 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Tom Blair, Wayne Crouse, Jessica St. John, Steve Voorheis
Una pelicula que sigue a un padre y marido antisocial de clase trabajadora que lucha por encontrar empleo en el Medio Oeste. A medida que avanza la historia, parece que tiene poco interés genuino en mantener a su familia y pasa el tiempo deambulando por bares y teniendo aventuras de una noche.
Conocí esta obra de cine independiente dirigida por un señor de nombre Jon Jost, luego de verla listada en aquel libro de Las 1001 películas que hay que ver antes de morir.
Desde entonces, he ido acercándome cada vez más a algunas creaciones suyas. Hasta ahora he visto unas cinco de ellas (y hay que señalar que su filmografía es bastante extensa), y de esas cinco es justo el titulo en cuestión la que menos me ha gustado.
En primer lugar, hay que reconocer que la pelicula a pesar de sus evidentes carencias de presupuesto tiene elementos dignos de aplauso. Para empezar, la banda sonora que fue escrita e interpretada por el propio Jost, es bastante buena. En todo caso, si se presenta la oportunidad recomendaría que solo se viera esta cinta por la buena música, ya que incluye algunas canciones country que conmueven de forma indiscutible.
Además, posee una fotografía que debo admitir que de entrada me sorprendió muchísimo y que se vuelve relevante a mi entender para el cierto nivel de aprobación que el filme ha ganado con el paso de los años. Como de costumbre, las tomas largas de Jost son una maravilla, en especial una escena en la que Tom Blair (quien es el protagonista de esta breve y austera narrativa) y una mujer que conoció en un bar de mala muerte tienen relaciones sexuales y oímos la televisión en la otra habitación, que justo es la imagen de la portada que usé en esta ocasión.
Jost, desde el principio de su carrera, siempre ha tenido un agudo sentido del encuadre y la denominada yuxtaposición visual. Luego ocurre una gran escena en un bar, en la que Jost utiliza muy poca iluminación y el escenario se percibo muy oscuro y ruidoso. En esa misma línea, la cámara se detiene en diversas imágenes durante más tiempo del que cabría imaginar, obligando a pensar al espectador y contemplar algo más de lo que cabría esperar de una obra de Hollywood de gran presupuesto.
Finalmente, también destacaría al citado Tom Blair que se desempeña como el personaje principal del relato. Y es que debe ser uno de los actores más peculiares que haya visto en mi corta vida. Su interpretación en otra de las creaciones que ví de Jost filmada en 35 milímetros (de nombre La cama en la que duermes) es óptima: actúa con una verdadera sensación de ira acumulada, intensidad y agresividad en ebullición. Ver a actuar a este hombre es algo que en efecto hay que ver antes de morir.
Pero esta película no me acaba de gustar. No es que sea una mala pelicula (he visto peores filmes en mi corta vida), es que da la sensación de ser la creación de un novato. No la califico de amateur bajo ningún concepto (ya señalé elementos que malas cintas no suelen atesorar), solo quiero expresar que al director aun le quedaba mucho camino por recorrer en lo que se convertiría en una extensa filmografía.
Aunque cabe aclarar que la fotografía, si se le compara con otros trabajos o justo con obras que son medianas se vuelve estupenda, pero si pensamos en los aspectos técnicos con respecto al resto de la carrera de Jost, no resulta tan interesante. Es decir esa estética de baja fidelidad, el audio deficiente y la cursilería general que corresponde a los años setenta no son nada comparados con los últimos trabajos del realizador.
En otras de sus producciones, el cineasta originario de Chicago capturó hermosos paisajes pastorales, exuberantes escenarios y algunas de las mejores fotografías que hayan existido en el cine independiente. En este caso, debo confesar que me perturbó el hecho de que fuese capaz de reproducir como descuartizan a un conejo muerto.
Encima, ni siquiera debe ser la mejor interpretación del aludido Tom Blair. Claro que destaca por obvias razones (y no solo me refiero a lo escaso del reparto) pero hay un componente en las risitas agudas y los monólogos que se utilizan que parecen demasiado guiados y que por ende no me trago. Y sé que esta historia, y todas las de este director no se rodaron haciendo uso de un guión. Pero aun así, algunos de los actores y sus interpretaciones no parecen autenticas.
Algunos ejemplos de esto que señalo son la escena inicial que ocurre en un coche y cuando el personaje principal vuelve a encontrarse con su mujer. Por supuesto que esto es un asunto subjetivo, pero no me creí al cien por cien estas escenas, y la suspensión de la incredulidad brilló por su ausencia.
Digamos que siguiendo con el tema de los porcentajes, me compré un noventa por ciento de lo representado en la pantalla, pero aun queda ese diez por ciento que me irrita. Y de ahí proviene mi queja final, ya que la trama no termina por cerrar. Sé que se trata de una pelicula poco convencional, que no se centra en la trama ni en la historia, sino en los personajes y la atmósfera, pero hay cosas en el final de la historia que no tienen mucho sentido.
Lo único que me queda por manifestar es que Jon Jost es un cineasta destacado en su ámbito, en un lugar muy particular que es el cine independiente. Pero cuando realizó esta cinta no alcanzaba ese lugar. Solo unos años después empezaría a producir cintas mejor cimentadas.
Para ser honesto, incluso si alguien quisiera acercarse a su filmografía con un interés legitimo, le haría la sugerencia que bien podría saltarse este proyecto, que bien podría omitir el visionado de la película de la que hoy escribo. Pero esa, es solo mi opinión.
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