Conforme los días van sucediendo, uno tras el otro, uno más vacuo que el anterior; me he dado cuenta de dos hechos irrefutables. El primero: siento que nunca voy a dejar de extrañarte mamá. Y duele mucho, pero esa es la verdad, la que siempre es indiscutible. El segundo está muy relacionado con el antes mencionado: nada ni nadie puede llenar el vacío que has dejado.
Ya sé que ante esto último alguien seguramente se atrevería a señalarme que ninguno de nosotros (los humanos) somos imprescindibles y probablemente sea cierto, sin embargo también lo es que cada uno de los que formamos parte de esta raza es único e irrepetible y por ello ningún otro ser, vivo o muerto, puede reemplazarnos. He ahí otro hecho incontrovertible. Lo repito por si no ha quedado claro: nadie puede sustituirte.
Como sea, ya no puedes volver. Eso ya lo asumí, ya acepté tu muerte en algún sentido. Supongo que es un proceso, ya sabes que nadie te prepara para esta clase de eventos. Aunque tal vez el secreto, como en todo proceso debe basarse en el destacado aforismo Camina, No Corras.
El tema es que no puedo lidiar con esa sensación que tengo de indefensión, me siento completamente desamparado. Me hace falta tu protección, para las cosas positivas y para las negativas. Me hace falta escuchar tu saludo amoroso cada vez que llegaba de algún lugar y al mismo tiempo tus regaños, incluso extraño las discusiones que teníamos, las cuales no sobra manifestar que tenían cierta dosis de intensidad y una considerable regularidad. Por supuesto que extraño cada una de las conversaciones que tuvimos, echo de menos tus lecciones y tus observaciones tan atinadas sobre la vida, como aquella que compartí uno de estos días sobre lo que me dio por denominar la futilidad sobre los eventos de nuestras existencias. Esa jamás podré olvidarla. Con ese título incluso suena a alguna escuela filosófica de gran envergadura o a un taller de esos en los que se procura la circunspección a toda costa.
Me hace falta verte reír. Ya sabes que tengo esa facilidad para enunciar cosas que a la gente le parecen graciosas. De hecho, me llega a ocurrir especialmente cuando estoy hablando con toda solemnidad. Creo que soy alguna clase de cómico involuntario. Realmente disfrutaba haciéndote reir con alguna de mis ocurrencias, no podría cambiar por nada el haberte regalado algún instante de alegría. Esos momentos contigo son simplemente impagables.
Eras una persona tan difícil y no es una crítica, sino una mera observación. Eras tan compleja, como todos los humanos lo somos, ya sabes, nadie es una sola cosa cuando se trata de personas. Tan llena de ternura y tan repleta de crueldad y sin embargo te amaba. Bueno, te sigo amando, eso te aseguro que nunca va a cambiar. Porque se ama realmente cuando se acepta a la gente como es, incluidas sus imperfecciones y sus carencias. Y yo aceptaba todas ya cada una de ellas.
Ahora bien, si quieres puedo darte un dato curioso, aunque probablemente ya lo sepas, porque estoy seguro que vienes a visitarme cada noche (porque te siento aquí y yo no creo en fantasmas) y es la proeza que significa el que prácticamente no he llorado por ti. No puedo hacerlo. Si me pides una explicación te expresaría con dolor que lo hice muchas veces, durante algún tiempo y en silencio. Tu sufrimiento fue mi sufrimiento, padecía con cada ocasión que le reprochabas a Dios el que te hubiera abandonado, o cuando le preguntabas con verdadero enojo si no te quería. No obstante, cuando empecé a escribir esto algunas lágrimas salieron. Pero en general, aparte del segundo día que lloré como un mocoso, han sido escasas.
Finalmente, me gustaría exponer ante ti que no soporto el hecho de que algunas personas lo único que te dedicaron fueron un par de palabras, un insulso descansa en paz. No puedo comprender cómo existen personas tan frías en este mundo. Supongo que lo hacen para protegerse, sólo espero que algún día se den cuenta que lo más importante en esta vida son las personas (las relaciones que tenemos con ellas) y no las cosas. Aunque tal vez no sea eso, tal vez sea que nada más se aman a sí mismas y no tienen la capacidad de compartir nada.
Yo no tengo que mencionar algo que me parece tan obvio. Porque queda de manifiesto que vivir es un problema, que vivir es complejo y que la muerte no es una dificultad sino una solución. Por ello tengo la certeza de que donde estés, has conseguido la paz que siempre buscaste.
Pero no desesperes, seguiremos conversando tú y yo.
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