Director: Joshua Oppenheimer
Duración: 103 minutos
País: Dinamarca/ Indonesia/ Finlandia/ Noruega/ Reino Unido/ Israel/ Francia/ Estados Unidos/ Alemania/ Holanda/ Taiwan
Elenco: Adi Rukun, M.Y. Basrun, Amir Hasan, Inong, Kemat, Joshua Oppenheimer, Amir Siahaan, Ted Yates.
" El relato de una familia que sobrevivió al genocidio ocurrido en Indonesia y que decide enfrentarse a los hombres que mataron a uno de sus integrantes."
Con solo dos películas que llevan su nombre, ambas sobre los asesinatos en masa ocurridos en Indonesia a mediados de la década de los sesenta, Oppenheimer se ha convertido en el documentalista más importante de su generación.
Esta, su segunda película de la que se tratara esta breve reseña, es una creación que junto con la no menos inquietante The Act of Killing, ha generado un cambio radical en el movimiento indonesio centrado en buscar la verdad, la justicia y la reconciliación de todo un pueblo. Dichas cintas han casi obligado a que se creen nuevas leyes en el país asiático y han provocado que el propio gobierno se sitúe en una posición prácticamente defensiva contra los medios nacionales.
Aunque, si me preguntaran mi opinión sobre el creador del par de reconocidos documentales, contestaría que ese hombre me parece más que un activista, que en realidad es un artista. Y esto es así porque sus películas son contemplativas (en términos de examinar algo a detalle), lúdicas y suelen afrontar situaciones escabrosas de una manera muy silenciosa. Y su forma de resistir, de desafiar a la cruda realidad es sucinta, su compromiso con las formas y con los temas es impecable, y su intención moral es simplemente estrepitosa.
De tal manera que, mientras Act of Killing se dedicaba a ser un estudio más amplio acerca de la masacre acaecida en Indonesia, este filme elige ocuparse en mostrarnos un paisaje más íntimo de aquel retorcido episodio en la historia de aquel país. En ese sentido, podría afirmarse que en términos geográficos, emocionales y cinematográficos la historia es puramente regional. Por lo cual se interesa únicamente en mostrarnos un solo asesinato, a los hombres que lo llevaron a cabo (de forma directa e indirecta), a la familia a la que este hecho afectó y al pequeño pueblo en donde sucedió y que ha vivido haciéndose múltiples preguntas sobre lo sucedido con otros asesinatos como aquel ocurridos durante cincuenta años.
Y mientras que Act of Killing se recargaba en cierta grandilocuencia propia del absurdo, esta obra solo existe en primeros planos muy cerrados de los perpetradores, de los sobrevivientes y en los que están enfrascados en buscar la verdad. Por ello, más que cualquier otra cosa, más que palabras, sus propios rostros cuentan la historia. Porque muchas cosas pasan en esos ojos, en esas miradas o alrededor de las comisuras de la boca, en miradas tácitas. Expresiones que reflejan el horror, la duda, la culpa y la aparentemente imposible reconciliación con el horrible pasado que se agitan debajo de la superficie. Así que, a pesar de toda la plasticidad cinematográfica de Act of Killlinh, esta concisa versión del mismo terrible acontecimiento, me parece más cautivante y más humana que su predecesora.
Indiscutiblemente la estrella de la película Adi el vendedor de lentes, persigue esta peligrosa misión con inteligencia y coraje. Llegamos incluso al punto de conocer a profundidad a su familia. Nos acercamos a su hija alegre y juguetona, a su hijo que es más reflexivo, a su mujer cariñosa y cautelosa, a su madre sin edad (probablemente uno de los personajes más atractivos que se hayan mostrado en una pantalla en los años recientes), a su decrépito padre y lo más importante al recuerdo de un hermano asesinado, que se coloca muy por encima de todos aquellos atrayentes personajes.
Probablemente de todos ellos proceda el coraje que se necesita para interrogar al asesino después de conocer el suceso a detalle y realizarlo cara a cara. Incluso la combinación de su profesión como optometrista con su incesante búsqueda de la verdad parecería ser una cuestión cercana a la tomadura de pelo si esto se tratara de una simple ficción, pero aquí nada peca de ser poco autentico u original. En pocas palabras, al mostrarnos a toda la familia de Adi, desde los más jóvenes y los seres que se hallan más llenos de energía hasta los que simplemente están más agotados y cada día más cerca de la muerte, tenemos la oportunidad de apreciar todo el arco de la vida.
En última instancia y acorde con ello, la película realiza una denuncia peligrosa (por ser casi una difamación) pero muy firme contra el fervor anticomunista surgido en suelo estadounidense que alimentaba a entidades de otros países, y a las propias corporaciones estadounidenses que se beneficiaban de de ellas y de las atrocidades que cometían. Mas aun, nos brinda una solida evidencia de que la Guerra Fría, la guerra de ideologías y el asesinato de millones de personas fueron consentidos y justificados con tal de conseguir el dominio corporativo occidental en lugares como ese. Esto es, en esta situación la aniquilación de seres humanos con fines de lucro es sencillamente innegable. Dicho de otra manera, Oppenheimer quiere asegurarse de que nadie se involucre en el siniestro tema sin tener que enfrentar, si no su propio papel o participación en la masacre de millones de seres humanos, al menos si la cultura a la que pertenecen.
Y así es como acontecen las cosas en esta narración. Y nos topamos con la gente (esposas, madres, hijas, hijos, padres, maridos), con el silencio, con el zumbido de la selva casi embrujadas que colma la mayor parte del espacio auditivo del filme, el gran y abrumador significado de todo; ese todo que se fusiona para mostrarnos algo que las palabras por sí solas no pueden lograr. Y se habla en este documental de algo que conocemos bien por estos lares: la cuestión de cómo el horror puede ser tan grande que su impacto puede seguir manifestándose por generaciones. Y además se habla de vivir con un miedo que te debilita, un miedo a aquellos que han pretendido tener sobre ti y que se produjo a través de la violencia. También sobre las tendencias prácticamente de pesadilla presentes en la humanidad, y nuestra valerosa capacidad para superar lo peor de nosotros mismos. Simplemente de lo difícil que es mirar a los ojos de un asesino y decirle: Sé lo que hiciste.
O de una forma más profunda, de una manera más aterradora poder expresarle: te conozco.
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