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Seppuku (1962)



Director: Masaki Kobayashi

Duración: 133 minutos

País: Japón

Elenco: Tatsuya Nakadai, Akira Ishihama, Shima Iwashita, Tetsurô Tanba, Masao Mishima, Ichirô Nakatani, Kei Satô, Yoshio Inaba, Hisashi Igawa, Tôru Takeuchi, Yoshirô Aoki, Tatsuo Matsumura, Akiji Kobayashi, Kôichi Hayashi, Ryûtarô Gomi, entre otros.

" Cuando un Ronin que solicita llevar a cabo un Seppuku en el palacio de un señor feudal es informado del brutal suicidio de otro Ronin que había visitado previamente el lugar, termina por revelar cómo se entrelazan sus pasados, y al hacerlo desafía la integridad del clan. "

El director de esta obra Masaki Kobayashi estudió arte y filosofía antes de comenzar su camino en el cine como asistente de dirección en el estudio Shochiku. Por tal motivo, sus creaciones suelen guiarse por la necesidad de comprender la condición humana.
En este filme de 1962 también conocido como Harakiri, podemos apreciar claramente una influencia filosófica en esta historia sobre la confrontación que puede darse entre la mencionada condición humana, y el código rígido que conducía a una sociedad feudal como lo era la japonesa de aquellos días.
El resultado de esta confrontación es una obra maestra de múltiples capas en la que la claridad del guión, la casi perfección en la interpretación y una puesta en escena muy equilibrada, provocan que esta sea una película poderosa basada principalmente en la transgresión. Pero no nos equivoquemos, me gusta usar el concepto transgresión no en el sentido negativo del término, sino más bien aludiendo a una desobediencia, a una necesidad de romper con lo establecido. Por lo tanto, en esta cinta existen diversas transgresiones: una al género, otra al código y finalmente una a la imagen como tal. 
La mayoría de las creaciones que abordan esta era histórica en especifico tienen lugar durante el llamado Periodo Edo, solo que en los últimos momentos de dicha etapa (justo antes de la Era Meiji), ya que la mayoría de los cineastas pretenden idealizar y darle un toque de glamour a la edad que marcaría el final de la figura del Samurai, jugando con ello con el recurso de la nostalgia.
En esta oportunidad, Masaki Kobayashi decidió infringir las reglas del género y resolvió filmar una historia que tuviera lugar en Japón en el año 1630, en pleno siglo XVII durante el citado período Edo.
En ese momento, Japón estaba gobernado por un shogunato (o gobierno sobre la tierra) que fue fundado por un hombre llamado Tokugawa Leyasu en el que todo el poder residía en los militares. Los denominados shogunes Tokugawa establecieron la paz en la región y continuaron gobernando Japón durante unos notables doscientos cincuenta años. Pero, dicho periodo de paz tan prolongado tuvo un alto costo y para conseguirlo el mentado Tokugawa instaló a todo el país bajo un estricto control. Para ello, redistribuyó hábilmente la tierra entre los vasallos más leales a su causa, rompiendo con ello a todos los clanes guerreros existentes y arrojando así directamente a miles de samuráis a la pobreza.
De tal manera que, en el filme, un Ronin (es decir, un Samurai sin amo) de nombre Hanshiro Tsugumo, interpretado por el magnético Tatsuya Nakadai busca ser admitido en la casa de un señor feudal para cometer el acto del Sepukku (que por estos lares conocemos como Harakiri), puesto que ya no puede soportar su existencia repleta de deshonor y pobreza. En ese lugar, el regente del palacio le cuenta sobre el destino de un joven samurai que cometió el mismo ritual suicida unas semanas antes. Sin embargo, hay mucho más en este resumido argumento y pronto entendemos que todos los protagonistas del mismo están relacionados de una manera u otra. Por lo cual, a medida que avanza la trama, somos testigos de una batalla entre dos concepciones opuestas entre sí. Una de ellas se basa en un código humano más cercano a la fraternidad; el otro se basa en un código inflexible que reclama el seguir todas las tradiciones ya conocidas.
Para mostrar este enfrentamiento entre ideologías, Kobayashi determinó usar símbolos e imágenes de una crudeza indecible. 
La historia comienza con la imagen en primer plano de una brillante armadura que un Samurai usaría en la batalla, que sin duda representa al sistema feudal. Dicha armadura está vacía y desprovista de cualquier elemento humano y simboliza por ende fuertemente el estricto gobierno que fue el feudalismo. 
En otras palabras, ¿puede tener sentido un código si se emplea sin reconocer la propia condición humana? Esta es, a mi entender en esencia la interrogante planteada por esta creación.
Somos capaces de observar esta armadura sucia y desgastada, que al final de la historia permanece intacta como si nos expresara que ahí nunca hubiese pasado nada, como si los cambios en una sociedad determinada demoraran un tiempo extendido en suceder.
De hecho, el progreso social siempre ha sido un asunto que se desarrolla lentamente, lo que trae como consecuencia a miles de hombres y mujeres luchando contra la precaria condición en la que sobreviven.
Ahora bien, luego de su visionado el correspondiente ritual suicida que le brinda su título a la obra, el famoso Harakiri, no deja de ser una práctica que refuerza la sensación de crueldad. En otras palabras, las crudas imágenes del Roni abriendo su viente con una espada fueron en su momento todo un evento de controversia, y a mi parecer, lo sigue siendo en la actualidad. En la cinta, el terrible rito se retrata de una manera carente de elegancia y cargado de una gran cantidad de realismo.
Incluso, para el concerniente público japonés la escena también simboliza la correspondiente falta de sentido en el acto que es el Seppuku. Es más, es el propio Hanshiro Tsugumo el único que le puede dar un poco de significado a dicha acción al cargarlo de motivaciones subyacentes como lo son las emociones encontradas de amor, venganza y tristeza; en resumen lo carga de un alto grado de humanidad.
Sin duda, con este proyecto Kobayashi firmó una de las mejores películas filosóficas de toda la historia.
Y lo que es aún más trascendental es el guión escrito por Shinobu Hashimoto que es un buen ejemplo sobre cómo debe desarrollarse una historia pero, lo que es verdaderamente fundamental, es que esto se realice de forma oportuna, lo suficiente como para que cualquier espectador pueda comprender el drama descrito aquí, que es en una sola palabra, universal. De alguna manera, Hashimoto debe ser uno de los mejores guionistas del séptimo arte.
En mi experiencia, no puedo dejar de exaltar lo suficiente esta película; es decir, cada cuadro, actuación, y piezas de música empleadas son simplemente irreprochables. A mi juicio, la historia es profundamente humanista, atemporal y universal. 
Sugiero entonces, que todos confrontemos los códigos de nuestras respectivas sociedades para descubrir con el ejercicio, si aun tienen sentido nuestras colectividades o si se nos está llevando a un terrible Harakiri Social.

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