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The Age of Innocence (1993)



Director: Martin Scorsese

Duración: 139 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Daniel Day-Lewis, Michelle Pfeiffer, Winona Ryder, Linda Faye Farkas, Michael Rees Davis, Terry Cook, Jon Garrison, Richard E. Grant, Alec McCowen, Geraldine Chaplin, Mary Beth Hurt, Stuart Wilson, Howard Erskine, John McLoughlin, Christopher Nilsson, entre otros.

" Una historia ubicada en la alta sociedad neoyorquina del siglo XIX, en la que un joven abogado se enamora de una mujer que se ha separado de su marido, mientras tanto él está comprometido con la prima de esta mujer."

Uno de los lemas más famosos de Edith Wharton tiene que ser aquel que expresaba que: La vida es lo más triste que existe, después de la muerte. Por lo visto, aquella mujer no guardaba una actitud enteramente optimista respecto a la existencia humana, y en consecuencia creo que no era precisamente el alma de las fiestas. Y es que, Wharton conoció a la tristeza de primera mano, y cuando escribió novelas como Ethan Frome y The Age of Innocence, las infundió con un toque de tragedia que para aquel entonces era desconocida en cualquier otro autor de la época. En ese sentido, en este último trabajo en particular, se trata de una crítica desgarradora hacia una sociedad que anula la vida de cierta clase de individuos apasionados que se atreven a decidir y a sentir por sí mismos sin pedir permiso al resto del mundo.

Martin Scorsese, el director más famoso por dar a los gánsteres una voz poderosa y cinematográfica, producía lo impensable: había realizado la que probablemente sea una de las cintas más elegantes de la historia. Superando al propio equipo de la Merchant Ivory,  retiraba el almidón característico de los dramas basados en el vestuario y creaba una épica de belleza absoluta. También, iba un paso más allá que sus colegas cineastas y traducía a la perfección la escritura de Wharton en dos niveles fundamentales: por un lado conseguir que los pasajes claves del libro sean narrados de forma directa (gracias al trabajo de voz más desalentador que haya existido) por medio de Joanne Woodward y trasladar de modo visual con sus movimientos de cámara los sentimientos que Wharton transmite y la hábil edición de Thelma Schoonmaker.

La historia se centra en la vida de Newland Archer (Day-Lewis), un joven miembro de la nobleza de Nueva York en la década de 1870, que tiene la vida próspera que cualquier persona su posición debería tener. Es un abogado exitoso, es dueño de una hermosa casa y hace poco se comprometió con la agraciada, la verdadera May Welland. (Ryder). Al anunciar su compromiso, se reencuentra por primra vez desde la infancia con la prima de May, la condesa Olenska (Pfeiffer). Esta mujer acaba de regresar de Europa después de abandonar a su abusivo marido, un conde polaco. 

Pronto se vuelve más que obvio Archer y la condesa Olenska se atraen el uno al otro de la manera más apasionada: existe un vínculo entre ellos. Esto los lleva a una pasión que es a modos prácticos un asunto mortal en la sociedad de vigilancia en la que cohabitan.

Desde el comienzo de la historia, Scorsese se asegura de que sepamos quiénes son estas personas. Así que, mientras se dedica a examinar las cabezas de lo que resulta ser un público de ópera, nos regala algunos primeros planos de los adornos en el cabello de las mujeres, las cadenas en los adornados relojes de bolsillo de los hombres. Cuando se nos presenta la escena de una escena en la gran propiedad de un anfitrión en particular, Scorsese se demora en los platos de comida dispuestos de modo impecable o los ramos de flores diseñados tan meticulosamente. Todo esto puede parecer innecesario, pero en realidad es la configuración de una historia de amor que necesita esta cuidadosa atención a los detalles para ser narrada de la mejor manera. Estos elementos se nos dan con tanto detalle por que el mundo que estamos observando no conoce nada más importante que la decoración al interior de su casa: es decir, si el anfitrión en turno no posee un salón adecuado en ornamentación de la manera que es aceptada por todos, podría ser considerado inadecuado para su patrocinio (en un momento, nos enteramos de que el no tan respetable Julius Beauford cuelga una de forma más que audaz a Venus desnuda a plena vista.)

En su novela, Wharton pintó una imagen de personajes bidimensionales, personas que desperdiciaron vidas enteras (así como algunos amores) asegurándose con ello el ser capaces de poder evitar los discretos rumores que se expresaban a puerta cerrada, aunque a ellos mismos esta situación nunca les impidió unirse al murmullo generalizado cuando alguien más estaba involucrado.

Todo estos detalles están instalados en un tono de comodidad en el brillante diseño de producción de Dante Ferretti. Los decorados provienen de un hermoso sueño que se cierne sobre las cabezas de los actores, rodeándolos de la obsesión del ilustre consumo que marcó de manera tan potente el período victoriano. De la misma manera, los detallados diseños de vestuario de Gabriela Pescucci muestras las telas afelpadas y los bordados que revelan al público gran parte de las emociones y situaciones que viven los personajes. Incluso el crudo blanco y negro de los trajes de los hombres parece sugerir cómo aquellos caballeros veían los problemas que enfrentaban en sus vidas, como en este caso, un hombre casi a punto de casar que se ve involucrado de formas románticas con la prima de su prometida. Como dato curioso los trajes de Archer, a medida que avanza la película, comienzan a usar en color gris.

Y llenar estas caretas no era tarea fácil. Para los tres personajes principales de esta batalla de voluntades, Scorsese no contrató a nadie más que a los mejores. Como Archer, Day-Lewis como casi siempre ofrecía una actuación casi indefectible. Sin embargo, aquí abandonó sus vistosas técnicas usualmente congraciadoras, su actuación radica en el sufrimiento que presenciamos en el fondo de sus ojos. Es cuestión de gustos, pero prefiero este papel a su exagerada personificación de prisionero inocente en In The Name of the Father, que también se estrenó el mismo año (y por el que recibió toda la atención de la crítica y nominaciones a los premios.; aquí camina más en la misma línea que aquel personaje punk rockero y bondadoso en My Beautiful Laundrette de Stephen Frears.

En lo que respecta a Michelle Pfeiffer es tan perspicaz como lo son las tácticas dando vida a Ellen Olenska, una mujer que lo ha padecido y lo ha visto todo, y sin embargo se ve obligada a seguir sufriendo. Desde luego, mirándolo desde su punto de vista y empleando el feminismo tan en boga, la obra trata sobre una mujer que es castigada por la sociedad por sentirse cómoda consigo misma. Es más, de entrada vemos que es diferente a las demás féminas: no habla con timidez a los hombres, ni espera que ellos inicien la conversación.
¿Por qué iban a comenzar un nuevo mundo solo para hacerlo exactamente igual al anterior? le pregunta a Archer. Además, ella suele fumar frente a Archer, se le ve escoltada en lugares públicos (algo bastante inocente diría yo) con un hombre casado con el que no desea salir, pero se siente obligada a hacerlo por los lazos familiares existentes, y como si todo esto no fuese suficiente se ha atrevido a intentar divorciarse de su marido, que ha resultado ser un monstruo. ¿Una mujer que sabe lo que quiere y lo busca? ¡Demoníaco! Esa mujer debe ser destruida. Por supuesto, toda la ciudad de Nueva York se unirá de manera descarada para erradicar a este villano.

Finalmente, quién mejor para liderar la altiva batalla que la propia némesis de Olenska: May Welland. Encarnando a May, Ryder es simplemente sensacional. En su primera escenas nos parece una completa idiota: una chica bonita y bien vestida, pero que no presta la mínima atención al mejoramiento de sus facultades intelectuales. Más adelante Ryder derriba esa fachada con vigoroso placer. La actriz comprende al personaje de adentro hacia afuera, lo que convierte a May en el personaje más inspirador emocionalmente hablando de toda la película (y tal vez también el que genera más charla luego de ver la cinta). A medida que avanza la trama, comenzamos a comprender cómo funciona realmente May; aunque no sea refinada en términos intelectuales, no es estúpida en lo más mínimo. Ella es la representación de Wharton de la sociedad en la que Archer y Olenska están atrapados: juega con las reglas como las inventó y usa cualquier artilugio para asegurarse de que todo saldrá como ella quiere, y así sucede. Ella nunca pierde la calma y grita lo que quiere expresar, en cambio suele optar por volverse pasivo-agresiva con su esposo. Y cuando ella se equivoca en una historia que él inventó para escapar de casa y visitar a la condesa, May le pregunta como si no tuviera idea de lo que está hablando. 

Oh, no me hagas caso, es demasiado complicado para mi de entender, insinúa con sus grandes ojos parecidos a los de un ciervo y su pálida sonrisa. En pocas palabras, no me sorprendería que Ryder hubiese escrito un ensayo sobre este personaje en la secundaria y hubiese obtenido un diez por ello.

Llegados a este punto considero necesario mirar el trasfondo de esta historia. A mi parecer, el mensaje de fatalidad que nos regala Wharton es claro: el que juega con la mentira que todos hemos ayudado a crear es el que termina por triunfar. Esto es, May tiene su matrimonio, sus hijos y una vida completamente cómoda. Por su lado Archer se ve atrapado en un matrimonio fingido, y por ello se ve separado de la única persona que lo hace sentir vivo. Y para cerrar, Olenska sintiéndose demasiado amenazada por quienes la rodean, se ve obligada a volver a vivir en Europa, pero lejos de su marido.

¿Quién hubiera pensado que Scorsese era capaz de conseguir una creación como esta? Bueno, yo mismo para empezar. Y es que, el hecho de que sea más reconocido por sus películas acerca de gánsteres no significa que esas sean las únicas cintas que es capaz de hacer bien. Con proyectos como After Hours, The Last Temptation of Christ y Alice Doesn't Live Here Anymore, Scorsese ha demostrado su capacidad con una amplia gama de géneros cinematográficos, ¿por qué habría de detenerse en el umbral del drama de época? Por esto, hay que dejar claro que es un director que conduce el ritmo con una mano lenta pero segura, sin dejar ni por un momento que la película se deje llevar por sí misma.

Por no hablar de la atmósfera sofocante que atesora. Hubo algunos momentos durante su visionado que simplemente me mantuve absorto. No importa a dónde vayan en Nueva York, Archer y la condesa realmente nunca están solos. Puede parecer que lo están, pero incluso las cortinas cosidas a mano parecieran tener ojos (todos esos ojos fueron fotografiados por Michael Ballhaus, el hombre también responsable del hermoso Drácula de Bram Stoker un año antes, también protagonizado por Ryder. Son todas esas habitaciones con decoración mullida y sus paredes cubiertas con numerosos cuadros que se alzan sobre nuestros protagonistas con mirada inmediata; nunca se confía en ellos desde el momento en que se les conoce.

Se suele decir que el amor auténtico es la respuesta, pero nadie puede atreverse a hacer la pregunta oportuna para ello. Quién sabe qué nivel de tristeza experimentó Wharton para atreverse a pintar un cuadro tan atormentado de verdadera pasión: entre ver esta cinta y The Remains of the Day una semana después, es increíble que alguien pueda salir de su habitación durante un año. 

Nadie escapa a esta condena, dice Wharton: o rompemos las reglas y somos castigados a muerte por ello, o las respetamos y nos vemos morir lentamente por dentro. Nos volvemos menos humanos y más unas caricaturas de humanos; nos volvemos tan huecos, o diremos en esta ocasión inocentes, como la época que nos rodea.

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