Director: François Girard
Duración: 98 minutos
País: Canadá / Holanda / Portugal / Finlandia
Elenco: Colm Feore, Derek Keurvorst, Katya Ladan, Devon Anderson, Joshua Greenblatt, Sean Vertigo, Kate Hennig, Sean Doyle, Sharon Bernbaum, Don McKellar, David Hughes, Carlo Rota, Peter Millard, John Dolan, Allegra Fulton, entre otros.
" Una colección de viñetas que destacan diferentes elementos de la vida, obra y personalidad del aclamado pianista clásico canadiense ".
Lo que suele denominarse de manera frecuente como la otra mitad suele afirmar que el mundo está dividido en dos tipos de personas. Dependiendo del vocabulario del que tenga la dicha de disfrutar, estos pueden ser o neuróticos y psicóticos; cerebrales o emocionales; numerólogos y matemáticos; fatalistas u optimistas, y un largo etcétera.
Cualesquiera que sean los términos que les guste usar, Gould a mi entender está colocado en el primero de ellos (es decir, el primer grupo que enliste), y desde luego este carácter tan peculiar se refleja en el enfoque que guarda acerca de la música. Por supuesto, el propio Bach (el gran ídolo de Gould) también entraría en esa misma categoría.
De alguna manera, podría afirmarse que la música de Bach es demasiado matemática, casi de forma mecánica. Despojada de emoción como tal, su obra es tan pura y tan abstracta, en un sentido prácticamente cósmico. Por lo tanto, el enfoque que Gould defiende hacia la música (y también hacia la propia existencia, no es una intercalación accidental) es demasiado neurótico, muy borrascoso, con intenciones presentes todo el tiempo de anticiparse a cada evento probable, lógico de modo brillante, y muy ágil. Y es precisamente toda esta mezcla singular, junto con un virtuosismo que en apariencia es de índole relativo más común con el instrumento, convirtieron a Gould en el mejor intérprete de Bach que haya existido. En ese sentido, su muy personal animación que realiza sobre las matemáticas siempre suele estar por delante de nuestra propia percepción, por lo que hace que las concernientes matemáticas parezcan más vivas. Aunque no en lo que podría llamar el mundo real, sino en el tipo de vida que vemos justamente en las esferas de lo animado por el hombre.
Ahora bien, tal vez lo más preciso sería comparar el mundo en el que habitaba Gould con otro mundo por completo pero que fuese más cercanos, digamos el de Arthur Rubinstein (o la propia Martha Argerich) o el mismísimo Chopin. Esta música, la música que escuchamos a lo largo del metraje es humana, enraizada no en un firmamento abstracto, sino en el alma. No es inteligente, sino real. No está chapada en oro, sino que llora, y a veces hasta suda. No se trata sobre la mecánica celeste, sino de los anhelos. No se expresa con precisión sino con vacilaciones e intereses muy subjetivos. No con la gravedad que atrae a los planetas, sino aquella tan íntima del tipo emocional.
Y aquí viene la parte interesante: yo mismo considero que esta música aludida en segundo plano, es del tipo que cambia la vida. A la que suelo referirme en primer lugar es solo una decoración que brilla, quizás también sugerente aunque solo lo sea en términos técnicos. Y ese es el problema con esta película: emula esa noción existente sobre Bach que va sobre pequeñas exploraciones que se vuelven instantáneas. Si, cada una de ellas está diseñada para ser técnicamente brillante, y cada una posee alguna relación conceptual con sus hermanas más próximas. Sin embargo, la suma de ellas disipa el cuerpo, dando como resultado una totalidad de piezas visibles, pero a la vez abstractas y distantes.
En pocas palabras, el procedimiento carece del alma, y el propio tema de la obra que es el personaje de Gould también. Por supuesto que sus excentricidades llegan a intrigar, pero no provoca el deseo de querer invertir tiempo en conocerlo e indagar en las razones detrás de ellas, porque al final no tienen ninguna relevancia con la temática musical que se aborda. Justo es el protagonista quien produce que ambos elementos terminen por desvincularse.
En mi caso, me veo en la imperiosa necesidad de relegar esta película a la enorme pila de intentos fallidos por darnos una creación sobre música que atesore el mismo poder y trascendencia que ese mismo tipo de música en particular. Es evidente que tal objetivo puede y debe ser un esfuerzo demasiado complejo de alcanzar, como sea, en este caso la ambiciosa empresa fracasó porque el sujeto al centro del relato da la impresión de estar ubicado en la mitad equivocada de la humanidad.
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