Director: André Téchiné
Duración: 110 minutos
País: Francia
Elenco: Élodie Bouchez, Gaël Morel, Stéphane Rideau, Frédéric Gorny, Michèle Moretti, Jacques Nolot, Eric Kreikenmayer, Nathalie Vignes, Michel Ruhl, Fatia Maite, Claudine Taulère, Elodie Soulinhac, Dominique Bovard, Monsieur Simonet, Chief Officer Carre, entre otros.
" Estamos situados un pueblo del suroeste de Francia en 1962. Maite y François tienen 18 años, pero solo son amigos, nada de amor. En la misma aula de François están Serge, cuyo hermano se acaba de casar para intentar escapar de la guerra en Argelia, y Henri, un francés nacido en Argelia. Al final François y Serge tendrán una relación, pero el rebelde Serge en realidad desea casarse con la esposa de su hermano."
Solo volteando a dar una breve ojeada al pasado, uno puede darse cuenta que el director André Téchiné se ha enfocado de manera prácticamente incansable en abordar temas complejos en sus creaciones. Es decir, sus películas no se dedican a complacer a la audiencia, ni tampoco se permiten que público se aleje emocionalmente de sus historias. Por ejemplo, en uno de sus filmes nombrado Les Témoins (conocido en castellano como Los testigos), una obra que habla sobre el comienzo de la epidemia del SIDA y su devastador efecto en la sociedad de los ochenta, el propio SIDA no se entiende como una simple enfermedad, sino como un evento que altera de forma profunda el discurso social y la interacción humana.
Por lo tanto, en esta película (conocida en castellano como Los juncos salvajes) esta presente la mayor parte del metraje una belicosidad inmanente entre Francia y Argelia que perdura en el fondo de la historia, justo lo suficiente como para que termine por afectar a los protagonistas. Al comienzo del relato, una boda se convierte en el escenario oportuno en el que conocemos al hermano de Serge tramando, de una manera muy torpe, cómo puede desertar de las tropas francesas, mientras que François charla de modo desenfadado con Maité, una chica de la que no está enamorado pero con la que suele salir con frecuencia. Es entonces cuando el asunto de la guerra se termina por infiltrar de forma profunda en el mundo de estos jóvenes, pues llega un nuevo alumno al internado al que asisten Serge (interpretado por un actor que es conocido por aparecer en distintas producciones con temática homosexual) y François (personificado por Gaël Morel, director de varias cintas de interés gay), el mancebo en cuestión es un muchacho mayor llamado Henri que ha experimentado las secuelas del propio conflicto armado en persona.
Después de un par de visitas que Serge le hace a François en medio de la noche, los dos chicos pronto se vuelven amigos, no sin antes compartir algunos secretos íntimos y practicar la masturbación mutua y las relaciones sexuales. Por supuesto, para Serge esta aventura de una noche, es producto de unas hormonas revueltas y parte de una excitación adolescente inseparable de la edad, pero para François este momento lo cambia todo: el joven se presentará ante Maité y le contará lo sucedido y, partir de ese momento, lo que al principio parecía una relación típica de la secundaria, es modificada por completo.
Mientras el argumento avanza, no pasa mucho tiempo antes de que Henri se entere, con bastante facilidad, de las aventuras sexuales que están viviendo los dos adolescentes, aunque en realidad el solo parece estar preocupado por el desarrollo de la mentada guerra. Entonces, nos enteramos que el propio Henri no puede atravesar por un proceso de duelo normal con respecto a su padre y la correspondiente realidad argelina. Dicho de otra manera, la necesidad de una muerte simbólica se vuelve evidentemente necesaria para Henri. En ese sentido, Jacques Lacan definió la aludida muerte simbólica como una narrativa de cierre, como la frase final que se debe pronunciar para ser capaz de dejar ir a los muertos. Y, si todas las culturas del planeta llevan a cabo algún tipo de rito funerario es precisamente por ese motivo. Es decir, la muerte real llega naturalmente cuando un corazón deja de latir, pero la muerte simbólica es una cuestión cultural, un suceso que depende de cualquier individuo y de la capacidad de afrontar la pérdida. Llegar a un acuerdo con la muerte, significa poder escribir ese epitafio en nuestra mente, para poder comprender como fue la vida de la otra persona y luego dejarla ir.
Por el contrario, Serge, finalmente termina por aceptar las bajas ocurridas en la guerra y, en lugar de quedar paralizado por la muerte, seguirá adelante. Por otro lado, cuando la madre de Maité sufre un colapso psicológico después de enterarse del fallecimiento de uno de sus alumnos en el conflicto, su hija se siente devastada. Sin embargo, nada de esto le importa a François, que está padeciendo toda clase de dificultades para comprender su propia sexualidad. Un momento más relevante se produce después cuando se enfrenta a su imagen en el espejo y comienza a repetir Je suis pédé (soy maricón), avergonzado de ser gay. Esta degradante palabra, (y perdonen si me pongo muy psicoanalítico) conducirá a la reformulación del objeto de deseo, según sus propios términos y con ella superará la respuesta fálica. En otras palabras, el deseo de François está ligado de modo indisoluble a la cuestión del deseo del otro en su dimensión ética en la medida en que soporte la posibilidad de la alteridad, de la auténtica alteridad. Por supuesto, nunca será fácil ser joven y gay, pero es aun mas difícil en una provincia francesa aislada a principios de los sesenta. Es entonces cuando el apoyo emocional de Maité, resultará fundamental para François, ya que comprenderá que su objeto de deseo inicial, bien puede estar fuera de su alcance.
En conclusión, los personajes de la cinta adoptan posturas contrastantes. Por un lado, Serge y François poseen una adaptabilidad y flexibilidad que se volverán indispensables en el futuro de sus existencias. Sin embargo, Henri y Maité, son personas decididas y obstinadas. En algún momento de la película, la maestra de Henri trata de hacerle entender que ser fuerte como un roble es una desventaja, ya que los robles se rompen cuando llega la tormenta, solo los juncos sobreviven a ella porque se doblan pero no se quiebran. Sí, justo de ahí proviene el titulo de la obra.
Trazando una línea divisoria entre la guerra y la sexualidad, Téchiné finalmente reúne a los tres jóvenes y la chica en una secuencia final que, en lugar de centrarse en el cliché de la esperanza de este tipo de obras, se enfoca en la reiteración generalizada de la incertidumbre y la amistad presentes en la vida en cada etapa de la misma.
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