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The Unbelievable Truth (1989)


 

Dirección: Hal Hartley

Duración: 90 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Adrienne Shelly, Robert John Burke, Chris Cooke, Julia McNeal, Katherine Mayfield, Gary Sauer, Mark Chandler Bailey, David Healy, Matt Malloy, Edie Falco, Jeff Howard, Kelly Reichardt, Ross Turner, Paul Schulze, Mike Brady, Bill Sage, Tom Thon, Mary Sue Flynn, entre otros.


" Josh es un ex-presidiario que, tras salir de la cárcel con las mejores intenciones, regresa a su hogar natal en Long Island. Allí es contratado como mecánico por Vic Hugo, el dueño de un taller, y se enamora de su hija Audry. Película que supuso el debut de uno de los más admirados directores del cine independiente de los noventa. Filmada con un escaso presupuesto y en apenas once días de filmación."


El debut cinematográfico de Hal Hartley, el excéntrico cineasta independiente originario de Nueva York, que en nuestro idioma fue titulada como La verdad increíble, provoca una idea un tanto morbosa de que un exconvicto que se supone ha sido reformado pero que también fue condenado por homicidio involuntario pueda tener una segunda oportunidad en su ciudad natal, que resulta ser el lugar donde se perpetró el crimen. Recién salido de prisión, Josh regresa a Long Island, donde para su mala fortuna el delito grave que ha cometido ha sido mitificado de manera desproporcionada. Como sea, de algún modo impresiona al propietario de un taller de reparación de automóviles, un tal Vic Hugo (interpretado por un singular actor de nombre Christopher Cooke, que hace uso de algún tipo de apasionamiento poco ortodoxo que rara vez se notan en un padre de carácter materialista como ese) con su destreza mecánica de naturaleza autodidacta. Por lo tanto, es contratado.

Mientras tanto, la hija adolescente de Vic, Audrey (la fallecida Shelly en su debut cinematográfico), saturada de su propia angustia adolescente, vive cansada del mundo debido al ambiente de ultratumba inducido por la amenaza de la energía nuclear, abandona a su posesivo novio Emmet y, a su vez, se enamora del reticente Josh, solo que este último elige reprimir los sentimientos recíprocos y rechaza con cautela el avance, habiendo aprendido claramente de sus fechorías pasadas, el estoicismo célibe de Josh y su atuendo oscuro con frecuencia provocan la misma pregunta de todos los extraños: ¿eres un sacerdote?.

Lo que tenemos en pantalla es una comedia romántica independiente, realizada de manera adorable y sin duda no apta para el denominado gran público. De entrada aparece Adrienne Shelly, que era una mujer menuda, atractiva y pálida como la nieve del invierno, que personifica a Audry Hugo, la hija de un mecánico que ha sido aceptada en Harvard (o eso dice ella) pero que no tiene la intención de asistir a tan prestigiosa escuela. Está obsesionada con lo que considera la inevitabilidad de la guerra nuclear y los horrores que esto conlleva, tanto que se dedica a leer sobre el tema en voz alta para sí misma y para cualquiera que desee escuchar.

Estamos ubicados en 1988 y nos encontramos en Long Island Nueva York, aunque se parece mucho más a Nueva Jersey. Desde luego, este no es el distrito de las rentas altas por el que es conocido el mentado Long Island. El susodicho novio de Audry Emmet es un tipo superficial y lo que es peor, no la escucha. Por otra parte su padre cree que debería ir al colegio comunitario local que según él, es mucho más barato que Harvard. En paralelo a tan peculiar situación, la chica se aburre en su último año de preparatoria y por ello suele faltar bastante a clases.

En el arranque del filme entra a cuadro Robert Burke, un hombre alto, guapo y vestido de negro, dando vida a un tal Josh Hutton, recién salido de la cárcel. Como lo mencioné un poco antes, la gente que lo conoce le pregunta: ¿es usted sacerdote? El suele responder: Soy mecánico. Y en efecto, es uno tan especial y maravilloso que, por supuesto, consigue trabajar para el padre de Audry, Vic Hugo y se convierte para el padre en un elemento valioso e inestimable. Aunque parece que Josh mató a una chica y luego al propio padre de la chica hace algunos años, sabemos (empiezan las jactancias) desde luego por el título y por el carácter tan seductor, afable y digno de excelencia de Josh, que la Increíble verdad debe ser otra.

Y por supuesto también lo sabe Audry, que queda de forma inmediata prendada de él. Sin embargo, Josh parece practicar algo parecido al celibato (una vez más, ¿eres un cura?) y por ello termina por rechazar las insinuaciones de Audrey, iniciando así toda una serie de malentendidos románticos lanzados de modo ingenioso por el director Hal Hartley, junto con algunos diálogos elegantes al estilo de Mamet.

Después surge otro personaje, o bien podría decirse que también entra en escena ya que se trata de un fotógrafo que transforma a la diminuta Audry en una modelo de pasarela, de esas que aparecen en toda clase de publicidad. Primero los pies, luego para su disgusto todo el pequeño torso. Así que, físicamente se traslada a Nueva York, pero su corazón sigue estando con Josh en el taller de reparación de automóviles de su padre. Incluso lleva una llave inglesa que le pertenece a Josh en su bolso, con la que amenaza al fotógrafo cuando este intenta acercarse demasiado.

Sin ninguna duda, lo que hace que esta película sea una delicia a pesar de todos los elementos obvios y las complicaciones predecibles del argumento es el carácter autentico, independiente y chispeante de Audrey, la genuina integridad de Josh, algunos diálogos cargados de ingenio y que son muy divertidos, y una especie de representación de cachorro entrañable que suele ser la firma de otras cintas, como puede ser una obra cualquiera de Nora Ephron protagonizada por Meg Ryan.

Para destacar la escena entre Josh y Jane (con una maravillosa y joven Edie Falco que repite Necesitas una mujer, no una chica) es tan divertida y casi surreal. Pero Hartley no podía dejarlo así y su truco, generar que los actores repitan el dialogo una y otra vez, se vuelve tan frustrante casi con una disposición artística y tan molesto al mismo tiempo, hasta que se vuelve motivo de risa. Que gran sensación de realidad misteriosa le brinda a la película (como los niños en una discusión perpetua de no soy / tu también.

Hartley teje todas las idiosincrasias de un pequeño barrio en un tapiz de aparentes estereotipos, pero que profundiza mucho más allá de la superficie, siendo el catalizador que todo el mundo cree saber cuál es la increíble verdad del título, aunque no hay dos personas que se pongan de acuerdo (incluyendo a nuestro héroe vestido de negro) sobre cuál es exactamente esa verdad. Una pequeña y maravillosa obra con interesantes ideas.  

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