Dirección: Sam Peckinpah
Duración: 112 minutos
País: Estados Unidos / México
Elenco: Warren Oates, Isela Vega, Robert Webber, Gig Young, Helmut Dantine, Emilio Fernández, Kris Kristofferson, Chano Urueta, Donnie Fritts, Jorge Russek, Chalo González, Don Levy, Enrique Lucero, Janine Maldonado, Tamara Garina, Farnesio de Bernal, Ahui Camacho, Monica Miguel, entre otros.
En México, el padre adinerado de una joven embarazada ofrece un millón de dólares por la cabeza del hombre que la dejó encinta. Dos cazarrecompensas conocen a una pianista local durante su búsqueda. El pianista investiga un poco y descubre que su novia sabe de la muerte de García y dónde está su cuerpo. Pensando que pueden ganar dinero fácil, se lanzan a la aventura, pero el viaje les depara una miseria indescriptible.
Tráiganme la cabeza de Alfredo García de Sam Peckinpah, es una de las películas más sombrías, violentas y deprimentes que he visto a lo largo de mi existencia. Narra un ciclo de violencia y destrucción que acaba con todos a los que se ven envueltos en él.
No hay ningún héroe en esta historia, ni ningún personaje ligeramente simpático, con la excepción de una prostituta de mediana edad. Fue odiada por la crítica y el publico tras su estreno, y no puedo culparlos. pero tampoco estoy tan de acuerdo con ello. Me parece que aunque no es una pelicula perfecta, posee muchos elementos dignos de ser valorados.
No es una buena película porque sea fácil verla, porque nos encanten los personajes o porque transmita un mensaje importante. Si acaso tiene algún mensaje, es que nada importa y que todos vamos a morir.
Es una cinta que destaca porque es una de las expresiones más poderosas de desilusión y nihilismo que se han producido jamás. Es una buena pelicula porque no se hace ilusiones sobre sí misma. Sabe que trata sobre personas corruptas y actos despreciables, y se niega a rehuir a la fealdad o a poner excusas para lo que está sucediendo en pantalla. Y merece la pena verla porque muchas de las cosas que suceden en pantalla son difíciles de olvidar.
Conviene aclarar que la razón por la que todos los personajes quieren conseguir la cabeza del señor García es debido a que tuvo el mal juicio de dejar embarazada la hija de un poderoso jefe del crimen, quien ahora ofrece un millón de dólares al hombre que le entregue esa singular parte de su anatomía.
Desde luego son muchos los que desean reclamar la recompensa, pero nadie sabe dónde se encuentra el dichoso Al (como le nombran de forma sarcástica y cariñosa al mismo tiempo). Nadie excepto Bennie, un pobre camarero que se entera por su novia de que Alfredo ya está muerto y enterrado tras un fatal accidente de auto.
Ahora, todo lo que tiene que hacer para reclamar parte de esa recompensa es desenterrar al desaparecido y cortarle la cabeza. O eso cree él.
En este punto, la absoluta inutilidad y el sinsentido de todo lo que va a suceder debería quedar perfectamente clara. Se ofrece un millón de dólares para que un anciano malvado pueda vengarse, pero ¿qué sentido tiene si aquel hombre al que tanto busca ya está muerto?
Y partir de ahi, todo se vuelve aun más amargo y cínico. El tal Bennie nunca tuvo nada en contra de Alfredo. Su novia amó alguna vez a ese hombre. Pero si profanar la tumba de un viejo conocido le reporta miles de dólares, hará lo que sea para conseguirlos. Porque esa cabeza es su boleto para salir de los barrios bajos. Este hombre lleva demasiado tiempo atrapado en una existencia sin perspectivas, sin esperanza, como para permitir que nada ni nadie lo detenga.
Y habrá muchos que lo intentarán. Muchas personas desean esa cabeza. Algunos están impulsados por la misma codicia que el propio Bennie. Otros tienen motivos más personales. Pero ninguno de ellos se echará atrás, y ninguno atesora escrúpulo alguno ni la más mínima pizca de piedad.
Así que las balas volarán y el número de muertos aumentará. Y la lucha y la matanza continuarán mucho después de que haya motivos para ello, más allá del punto en el que el dinero está en juego, hasta que la ira y la matanza se conviertan en un fin en sí mismas.
Y eso es lo que resulta interesante de esta historia. La mayoría de los personajes que mueren en este relato no tenían por que fenecer. Y el tal Bennie no tenía por qué luchar contra ellas. Pero el tipo no sabe cómo dejar de luchar. Ha perdido demasiado y su ira lo ha consumido por completo.
Cuando toda la odisea arranca, este hombre ya estaba desesperado, impaciente e infeliz, y a medida que su viaje se vuelve cada vez más miserable, se ha ido acercando al limite, hasta que acabar con la vida de otros es lo único que le queda.
Hay una parte en la mitad del metraje en la que el tal Bennie recupera la cabeza y regresa solo en su coche destartalado. Y la cabeza está ubicada en el asiento del copiloto, envuelta en un paño ensangrentado y rodeada de moscas. Entonces Bennie se pone a hablarle, casi le grita, diciéndole que nada de lo acontecido ha valido la pena y que todo es culpa suya, en especial que hayan muerto tantas personas.
En algún sentido, toda esa secuencia se parece a aquellas escenas de Naufrago y el balón Wilson, solo que cien veces más demencial. Y dicha secuencia destaca porque resumen a la perfección la locura, la desesperación y la sensación de decadencia que impregnan toda la pelicula.
Es probable que en aquellos días se pensara que era difícil creer que pudiera existir un mundo tan desprovisto de felicidad o sentido (porque no habían visto lo que vendría en el siglo XXI), donde tan pocas personas tengan tan poca moral, donde el héroe dispare a un hombre muerto solo porque se siente tan bien. Y lo más sorprendente de todo es que Peckinpah consiga volverlo tan sugerente y lograr tal propósito a partir de la futilidad.
Los críticos la odiaron en el momento de su lanzamiento, pero con los años gracias a ella tuvimos a directores como Martin Scorsese, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino por nombrar a algunos, además de haber alcanzado el estatus de obra de culto. Quizás no sea una de mis películas favoritas, pero si tendrá más que seguro un lugar importante en mi memoria cinéfila.

Comentarios