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Recuerdo perdido

Transcurridos miles de siglos recordó que era Ames. No esa fusión de longitudes de onda que por toda la galaxia era ahora el equivalente de Ames, sino el sonido que correspondía a la pronunciación de su nombre. Nació así una pálida evocación de las ondas sonoras que ahora no percibía, y que no percibiría nunca más.
El nuevo proyecto aguzaba su memoria, resucitando tantas y tantas cosas extraviadas en la noche de los tiempos. Condensó las cargas de energía que constituían el conjunto de su individualidad, y sus líneas de fuerza se extendieron más allá de las estrellas.
La respuesta de Brock llegó hasta él.
Podía confiar en Brock, pensó Ames. Estaba seguro.
El flujo energético de Brock entró en contacto con el suyo.
-¿No vas a venir, Ames?
-Claro que sí.
-¿Participarás en el concurso?
-Sí- Las líneas de fuerza de Ames se agitaron con intensas pulsaciones-. Sin duda. He soñado una nueva forma artística. Algo original.
-¡Cuánto esfuerzo derrochado en vano! ¿Cómo puedes creer que exista una nueva variante, después de dos mil siglos? No podemos descubrir nada nuevo.
Por un instante Brock se desfasó, interrumpiendo el contacto, y Ames se vio obligado a reajustar sus líneas de fuerza. Captó entonces extraños pensamientos a la deriva, le llegó una visión de galaxias polvorientas sobre el telón aterciopelado de la nada, percibió las líneas de fuerza de torrentes insondables de energía vida, errantes por toda la galaxía.
-Absorbe mis pensamientos, por favor, Brock -pidió Ames- . No bloquees tu mente. Se me ocurrió cómo manipular la materia. ¡Imagínate! Una sinfonía de materia. ¿Por qué llenarse de energía? No hay nada nuevo en la energía, y lo sabes. ¿No prueba eso que debemos experimentar con la materia?
-¿La materia?
Ames registró las vibraciones energéticas de Brock y las interpretó como manifestaciones despectivas.
-¿Por qué no? -dijo-. ¿Acaso no fuimos antes materia? De eso hace un quintillón de años, por lo menos. ¿Por qué no construir objetos o incluso formas abstractas partiendo de la materia? Escucha, Brock, ¿por qué no moldear una réplica de nosotros mismos en materia, en nuestra forma original?
-No recuerdo nuestro aspecto-replicó Brock-. Ya todos lo olvidaron.
-Yo sí -dijo Ames con vehemencia-. No pienso en otra cosa, y comienzo a recordar. Brock, déjame mostrarte. Dime que tengo razón. Dímelo.
-No. Es estúpido. Me repugna.
-Déjame intentarlo, Brock. Hemos sido amigos. Hemos reunido nuestra energía desde el principio, desde el momento en que nos convertimos en lo que somos. ¡Brock, te lo suplico... por favor!
-Entonces, hazlo rápido.
Ames no había sentido correr un temblor igual, a lo largo de sus líneas de fuerza, desde ¿cuánto tiempo? Si lo intentaba ahora ante Brock y tenía éxito, se atrevería a manipular la materia delante de la asamblea de seres energéticos que esperaban en vano el nacimiento de una novedad desde hacía varios milenios.
La materia se hallaba ahora muy dispersa, en los intersticios de las galaxias, pero Ames la concentró, barrió volúmenes que sumaban años-luz elevados al cubo, seleccionó los átomos, obtuvo una consistencia gelatinosa y obligó a la materia a disponerse en forma ovoidal, alargada en su parte inferior.
-¿No recuerdas, Brock, si era como esto?
El haz energético de Brock se conmovió con una sacudida en fase.
-No recuerdo nada.
-Eso era la cabeza. Así la llamaban; cabeza. La recuerdo tan bien que podría pronunciar el nombre. Quiero decir, emitir sus sonidos-. Esperó un momento, y dijo: -Mira, ¿recuerdas esto?
En la parte superior del ovoide apareció la palabra CABEZA.
-¿Qué es? - preguntó Brock.
-Es el término que designa la cabeza. Los símbolos que representaban esa palabra en su traducción sonora. ¡Dime que lo puedes recordar ahora, Brock!
-Había algo -Brock vaciló-. Algo a la mitad. Y tomó forma un cuerpo vertical.
-¡Sí, claro! ¡La nariz, eso es! - dijo Ames, y apareció la palabra NARIZ en el lugar indicado-. Y aquí están los ojos, a ambos lados.
¿En realidad deseaba lo que estaba haciendo?
-La boca -dijo, sus líneas de fuerza temblaban-. Y el mentón, y la manzana de Adán, y las clavículas. ¡Voy recordando los nombres!
-No había pensado en todo esto en varios miles de siglos. ¿Por qué lo trajiste a mi memoria?
¿Por qué?
Ames estaba absorto en sus pensamientos. Había otras cosas, el órgano del oído y sus receptores de ondas sonoras. ¡Las orejas! ¿Dónde hay que ponerlas? No recuerdo nada.
-Olvídalo todo. Las orejas y todo lo demás. ¡No lo recuerdes! -le gritó Brock.
-¿Qué hay de malo en recordar? -preguntó Ames, herido.
-Que la superficie no era áspera ni fría como tu escultura, sino dulce y tibia. Que los ojos eran tiernos y vivos, y los labios de la boca trémulos y acariciantes se posaban sobre los míos.
Las líneas de fuerza de Brock palpitaban y se apagaban intermitentemente...
-¡Me duele tanto!
-Me recordaste que antes fui mujer, y que conocí el amor. Que los ojos no sólo sirven para ver, y que ahora no tengo con qué llenar ese vacío.
Entonces ella añadió materia violentamente a la cabeza elaborada en forma burda, y gimió:
-Pues bien, que esto la termine -grió y se fue.
Y Ames comprendió que antes fue hombre. La fuerza de su energía partió en dos la cabeza. Salió velozmente por las galaxias, siguiendo el rastro energético de Brock, para volver al inexorable destino de la vida.
Los ojos de la cabeza resquebrajada seguían brillando con la humedad que depositó Brock, cuando quiso representar las lágrimas. Y la cabeza de materia logró lo que los seres energéticos no podrían conseguir en toda su existencia: lloró por la humanidad entera y por la frágil belleza de los cuerpos a los que un día los hombres renunciaron, miles de siglos atrás.

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